Otro camino
Antes de las elecciones, en mi más reciente columna escribí: “el chavismo sin el carisma, la energía vital y la voluntad de poder hipertrofiadas del jefe difunto está condenado, rápida o gradualmente, a perder fuerza y unidad”.
Pero, sinceramente, no pensaba que la pérdida de fuerza fuera tan contundente y se diera tan rápidamente. En menos de 6 meses, el chavismo perdió, según los mismos cuestionados resultados de un Consejo Nacional Electoral muy poco imparcial, 685.794 votos y una mayoría del 10.76% pasó a una pírrica de 1,59%, mayoría que está destinada a reducirse cuando ingresen los votos del exterior, alrededor de 70.000 votos de los cuales el 90% es de Capriles. Lo interesante es que Capriles aumentó su voto en 679.169, una cifra casi igual a la perdida por Maduro.
La abstención se mantuvo más o menos igual alrededor del 20% y fue mayor en los sectores de clase media. Recordemos que estos resultados se dan después de un necrofílico aprovechamiento de un funeral, a la Kim Il Sung, del finado jefe máximo y en el medio de un obsceno ventajismo gobiernista, la amenaza a empleados públicos, pensionados y dependientes del Estado en general, la ilegal y descarada utilización sin escrúpulos, ni control alguno del dinero y de todas las instituciones del Estado central y regional, el control hegemónico de la mayor parte de los medios de comunicación y la intimidación de los escasos medios independientes residuales.
Dije también, en mi reciente columna, que “el chavismo sin Chávez, es derrotable, antes o después”. Bueno, parece que será más antes que después. Anuncié también la futura pérdida de unidad del movimiento chavista. Efectivamente, la unción del Mesías a Maduro le va a durar menos de lo que me imaginaba. La “cuasi derrota” y el manejo de la subsiguiente crisis política, con su aceptación pública primero de un recuento de todos los votos y posterior negación de su palabra, están debilitando aceleradamente su posición de “primus inter pares”. Muchos miembros del sector militar del chavismo, que acompañó a Chávez en su aventura golpista de 1992, empezando por el Presidente de la Asamblea Cabello y varios gobernadores, deben estar preguntándose si el extinto caudillo no se equivocó en escoger su delfín.
Estamos frente al principio de una nueva etapa histórica, se cierran dos décadas dominadas por la figura de Hugo Chávez. Es el inicio de un cambio relevante en el “camino” de Venezuela. Se acabó la hegemonía política del chavismo. El país está dividido en dos partes equivalentes. Pero, tomando en cuenta las circunstancias de un régimen neoautoritario con vocación totalitaria, en el voto chavista hay que contar los “clientelistas gobiernistas” y oportunistas, que están siempre con cualquier gobierno y que votan “a ganador” y los dependientes intimidados. Se acabó el mito que todos los pobres son chavistas y que la oposición representa a los ricos y a la “burguesía”.
Dada también la grave crisis económica en puertas, causada por la irresponsabilidad, incompetencia y ceguera ideológica del régimen, el gobierno Maduro, si supera la crisis institucional, tiene básicamente dos caminos frente a sí: la vía del diálogo con la otra mitad del país, para encontrar unas salidas sensatas a las crisis política y económica o la vía irresponsable y peligrosa de la represión y el terrorismo judicial contra los dirigentes de la alternativa democrática. Desgraciadamente, el anuncio de la imputación de varios miembros del comando electoral de Capriles es un mal síntoma. Dada la extrema polarización de la política venezolana y la escasísima comunicación entre las partes, es esencial que la comunidad internacional, particularmente gobiernos como el brasileño, el colombiano y el mexicano, así como el Secretario General de la OEA y la Unión Europea, deberían contribuir activamente para que prevalezca la sensatez, la responsabilidad y la paz.