Otra derrota más
El “año horrible” de Hugo Chávez y su revolución bolivariana recomienza con otra descomunal derrota. Ésta vez de naturaleza política y diplomática, sufrida en el campo de batalla internacional. Y si no terminó con un descalabro militar de incalculables proyecciones no se debió ni a Chávez ni a sus más próximos aliados, sino a la sabiduría de Fidel Castro y a la renuencia de Lula da Silva y a sus aliados de la izquierda democrática en el poder, que supieron mantener una muy prudente distancia. Restándole todo respaldo. Imposible pasar por alto la ausencia de Lula en Santo Domingo. Mayor distancia, imposible.
Terminado el casus belli en maroma publicitaria, sólo quedaron sobre el frustrado campo de batalla los crudos hechos. Álvaro Uribe le asestó un golpe devastador a las FARC, descabezando su máxima jefatura. Muere no sólo Raúl Reyes, sino su más cercano colaborador e Iván Ríos, otro de los miembros del secretariado. Éste último en circunstancias dignas de un spaghetti western. Flotan sobre el ambiente las más graves acusaciones de colusión con las narcoguerrillas para los presidentes de Venezuela y Ecuador. Y si bien por ahora no pasarán a mayores, serán la comidilla de los tiempos que vienen. Engrosando un explosivo dossier que podría servir de base documental para una acusación ante poderosas instancias internacionales. Los probables juicios ante cortes penales internacionales serán la espada de Damocles sobre Hugo Chávez y Rafael Correa.
Unido todo ello al frenazo al proceso constituyente en Bolivia, se prefigura un cuadro nada halagüeño para las aspiraciones expansionistas de la revolución bolivariana. Quien sale objetivamente más dañado de este rocambolesco incidente es, sin duda ninguna, el presidente Hugo Chávez. Penden sobre su cabeza los juicios de La Florida, que irán desenmascarando toda una red de corrupción a nivel nacional e internacional. Empapando a altísimos funcionarios de su gobierno y a sus socios de Argentina y Uruguay. Seguramente se tendrá un detallado informe sobre las cuentas bancarias de prominentes dirigentes chavistas, civiles y militares. E importantes funcionarios verán sus cuentas en moneda extranjera congeladas al no poder explicar los orígenes de tan suculentas entradas.
Lo que aún no sabemos es lo sucedido en el trasfondo político y militar de los acontecimientos. Echar a andar la pesada maquinaria bélica, amén de costoso implica poner a prueba lealtades y compromisos. ¿Qué piensan los comandantes de batallón en nuestra Fuerza Armada? ¿Cómo quedan la credibilidad y el prestigio de su comandante en jefe? ¿Cuán profunda es la fractura que algunos analistas comentan y que separaría de manera insalvable a los leales y fieles al proceso de quienes se distancian día a día de las posiciones del caudillo?
Una cosa es cierta: Hugo Chávez sale debilitado y expuesto a todas las siniestras consecuencias de una crisis que precipitó de manera inconsulta y atropellada. La oposición, en cambio, continúa avanzando posiciones en silencio, en un perseverante trabajo de zapa. Las elecciones de noviembre amenazan con convertirse en un via crucis para quien creyó gobernaría hasta fines del siglo. Un caso lamentable y patético. Nada parece impedir su inexorable caída.