Ostracismo
El castigo por ostracismo, era la fórmula o método por el cual se podía desterrar durante un cierto tiempo a un ciudadano no grato o peligroso para el bien común. La conciencia colectiva se activaba y ejecutaba para proteger a la comunidad, existía el compromiso de protegerse de los malos y perversos que desviaban los valores y principios establecidos.
La palabra griega (ostrakismos) significa exactamente «destierro por ostracismo». La palabra (ostrakon) quiere decir cáscara de huevo, caparazón en general, incluso las que están hechas de barro. También se refiere a un trozo de terracota en forma de concha donde se escribía el nombre de aquellos ciudadanos de la antigüedad que serían desterrados después de una votación.
En la antigua Grecia la ley del ostracismo fue decretada en Atenas, en el año 510 adC, por Clístenes y se puso en práctica en el año 487 adC como lucha contra la tiranía. El último condenado se sabe que fue un demagogo ateniense llamado Hipérbolo, en el año 417 adC. Para aplicar cada año la ley se reunía en Atenas la asamblea; votaban a mano alzada y si el resultado era positivo, volvían a tener una votación pública dos meses más tarde. En esta votación cada votante escribía el nombre de la persona a quien quería desterrar en el ostracon (la concha de barro). Si el nombre de dicha persona alcanzaba una determinada cifra de votantes, tenía que marcharse de Atenas antes de 10 días y permanecer en el destierro durante 10 años. El exilio no era nunca permanente y, además, la persona exiliada no perdía jamás sus derechos como ciudadano e incluso podía ser perdonado por una nueva votación de la asamblea.
En el mundo de la política se sigue empleando el término de ostracismo cuando se aparta a algún miembro o se le hace el vacío o desprecio por no ser del agrado e interés de los demás. A esto último se le denomina con el título de «persona poco grata».
Partiendo de ese principio, imaginemos por un momento que ese método de “sacar al indeseado” es decir, que el pueblo de Anzoátegui le diga “vete de aquí” al que causa malestar, odios, rencores, divisiones y miedo, y que sea aplicado sin importar si es un funcionario en ejercicio o un ciudadano común. Sería una inmensa sanción moral y un ejemplo de rechazo social que sacaría de cuajo al que posea un poco de vergüenza. Sería una verdadera contraloría social a la conducta ciudadana. Piensa un momento y dime por quien o quienes votarías para que se largaran de tu comunidad, estado o país, para que te dejen en paz y tranquilidad. Tal vez sea mucho pedirles (por la poca vergüenza que tienen) a aquellos repudiados por las mayorías y que se hacen los locos negándose a aceptar su rechazado, que deben aceptar un prolongado ostracismo en otra parte donde sus bajezas, mentiras y traiciones no afecten nuestra cotidiana vida. Prepara tu voto, decide a que demagogo enviaras al ostracismo y al destierro. Te toca juzgar a ti ¿los premias o los castigas?
Economista
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