Ordenar y mandar no es gobernar: Administrar la escasez lo es
No existe tal cosa como recursos ilimitados—todo tiene un límite, un final, ya se trate de recursos humanos, logísticos o financieros, con toda la complejidad inherente a cada una de esas categorías de recursos; por ejemplo ¿Cuántos tipos diferentes de seres humanos existen?
La respuesta es una enciclopedia de listas porque las edades, los géneros, personalidades, educación, experiencia, experticia, principios morales y creencias son todas muy variadas.
¿Cuántos tipos diferentes de recursos logísticos existen? La respuesta es otra enciclopedia de listas; tanto de servicios (electricidad, agua potable, telefonía, internet, televisión, radio, radar, sonar, institutos educativos, cloacas, acueductos, transporte, seguridad y sanidad públicas, infraestructuras, etc., etc.) y bienes (vivienda, alimentos, vestuario, calzado, productos farmacéuticos, textos educativos, pupitres y otros materiales para enseñanza, todo lo que venden las ferreterías, aserraderos, carpinterías y mueblerías, y otras listas con las que se podría construir un rascacielos de guías telefónicas).
¿Cuántos tipos de recursos financieros existen? La respuesta de nuevo es otra larga lista, desde bienes logísticos con valor real que pueden intercambiarse entre sí mediante el trueque, pasando por las monedas, billetes, cheques, tarjetas de crédito y débito, cuentas bancarias, acciones y bonos, productos derivados de los mercados de valores, capacidad para tomar prestado, etc. etc.
Y hasta los recursos naturales de donde todo proviene es también una larga lista que va desde la luz solar y lunar y el aire de la atmósfera, hasta la esfera de hierro y níquel que forma el centro de nuestro planeta.
Y ninguno de esos recursos está allí para tomarlo sin esfuerzo, hay que invertir energía mental y física para que puedan ser utilizados en los fines para los cuales los necesitamos.
Y esa energía mental y física para distribuir eficientemente esos escasos recursos, es el arte de gobernar—que en las empresas privadas se llama gerenciar o administrar.
Cualquiera puede dar una orden o mandar a hacer algo—si encuentra quien le obedezca—y si lo encuentra, la orden o mandato, siempre tiene consecuencias; por lo que quien gobierna debe primero pensar en las consecuencias para después dar una orden o emitir un mandato; porque no pocas de ellas son casi newtonianas: por cada fuerza ejercida en una dirección existe otra de la misma magnitud pero en dirección opuesta—verdadero origen de la palabra oposición en política.
Y quien gobierna debe enfrentarse diariamente a la inevitable naturaleza humana que dicta, que no importa cuán fantástica, positiva y acertada sea la orden o mandato del gobernante; siempre existirán personas y grupos a quienes no les agrada—ya que ninguna sociedad es homogénea; todo lo contrario, todas están compuestas de conjuntos de individuos, cada quien único, sin duplicado. Y eso nadie lo puede cambiar.
En consecuencia, todo éxito de un gobernante siempre será relativo, nunca absoluto, y podría calificarse como tal, sólo cuando agrada a una significativa mayoría de la sociedad—algo sobre lo que las empresas encuestadoras tienen mucho que decir.
Por ello; en realidad, ningún gobierno es ejercido por una sola persona, ya se trate de un déspota, un dictador, un monarca o emperador, o un presidente o primer ministro; siempre el gobernante estará en necesidad de asesores y de otras personas en las cuales delegar algunas de sus obligaciones—aunque la responsabilidad es indelegable—una vez que el gobernante emite una orden o mandato, ya sea luego de escuchar a sus asesores, o aplaudir o criticar las acciones de quien manda por delegación, toda la responsabilidad será siempre suya.
Creerse omnipotente, infalible o todopoderoso, es siempre un error, porque no existe ser humano; ni gobernante, capaz de evitar las equivocaciones.