Opinión Nacional

One dólar

Cuando Cayo César Augusto Germánico, mejor conocido como Calígula, designó Cónsul a su caballo, lo hizo con el expresó propósito de degradar al Senado romano y ridiculizar la clase política que se había hundido, junto con su Emperador, en el pantano de la corrupción y la inmoralidad. Desprecio del más puro y simple era lo que destilaba aquel débil mental devenido en tirano. En el mundo moderno a “emperadores” como Jean Bedel Bokassa o Haile Salassie, les faltó insolencia para llegar a los extremos de Calígula, aunque se aproximaron a él. A Bocassa no le bastó con designarse Presidente Vitalicio de la República Centroafricana, sino que en 1976 se proclamó “emperador” rodeado de una pompa que golpeó la cara a uno de los pueblos más miserables de la Tierra. Salassie, Rey de Reyes de Etiopía, se divertía arrojándole a sus tigres suculentos bistec de lomito, mientras sus súbitos se morían de hambre. Cada déspota tiene un particular estilo de mostrar su infinito desdén por el prójimo. Los mandatarios electos mediante el voto popular, y obligados por las circunstancias a medirse en torneos electorales cada cierto tiempo, también tienen uno que les individualiza.

El mitin del domingo pasado en la avenida Bolívar fue el equivalente postmoderno de la designación por Calígula de su corcel como Cónsul. Ya no basta con forzar las instituciones públicas para que se sometan a los dictados del jefe del Estado. No es suficiente con darles órdenes a través de los medios de comunicación al Presidente del Tribunal Supremo de Justicia o al Fiscal General de la República, o colocar en el Consejo Nacional Electoral a cuatro incondicionales del “proceso”. En la nueva fase de la revolución bonita el Presidente de la República se siente obligado a demostrarles a los izquierdistas del mundo, especialmente a los de América Latina, que es capaz de mofarse hasta el escarnio del Presidente de los Estados Unidos y de su Secretaria de Estado, esa “analfabeta” llamada Condoleeza Rice.

La burla a la señora Rice no tuvo el toque de humor e ironía que los grandes estadistas suelen exhibir. Winston Churchill era famoso por el látigo que descargaba sobre sus adversarios. Lenguaje cáustico que perforaba la piel del enemigo, pero mantenía el respeto. A las damas ni con el pétalo de una rosa. A Hitler lo vapuleaba hasta dejarlo convertido en un guiñapo; sin embargo, ni siquiera a ese genocida agredía en el plano personal. No lo hacía por consideración con esa encarnación del mal, sino por respeto a la audiencia reunida en el Parlamento y al pueblo inglés que lo seguía por la radio. Lo que hizo el Chávez con la señora Rice no es tanto una afrenta a una dama que ejerce un alto cargo en un país extranjero, como un insulto a la inteligencia y dignidad de las mujeres venezolanas. El machismo, la fanfarronería y el estilo cuartelario de las palabras de Chávez no ofenden a la Canciller de la nación más poderosa del mundo. Águila no caza moscas. Pero sí muestra la descomposición del poder en Venezuela y la entrega y sumisión de las instituciones, a un mandatario personalista que se asume por encima de las leyes, las instituciones, la moral y las buenas costumbres.

Colocado en el este plano de superioridad lanza la apuesta por one dólar a Bush: veamos quién permanece más tiempo gobernando, reta al mandatario estadounidense. Mucha gente, en efecto, piensa que Chávez estará más tiempo en Miraflores que Bush en la Casa Blanca. Lo que no debe olvidar el hombre de Barinas es que desde 1779, cada cuatro años el país del norte se ha producido la transmisión de mando de forma pacífica. En USA jamás ha habido un golpe militar, una asonada golpista, un sobresalto que haya puesto en peligro la continuidad constitucional. Lo mismo no puede decirse de Venezuela. El propio Chávez fue protagonista de una en 1992. Todos esperamos que jamás se repita un madrugonazo aquí, pero en esta región del mundo uno nunca sabe.

Otro dato interesante es que Bush fue reelecto luego de ser escogido candidato de nuevo en unas elecciones primarias en las que tuvo que enfrentar a otros precandidatos del Partido Republicano, ciertamente débiles, pero que se atrevieron a competir con quien gobernaba desde la Casa Blanca. Aquí en Venezuela no puede decirse lo mismo. La democracia está seriamente lesionada tanto dentro del país como en el mismo MVR Que se sepa Hugo Chávez ya es el abanderado del oficialismo para los comicios de diciembre de 2006, sin que ningún organismo de participación democrática lo haya escogido. El caudillo no se ocupa ni siquiera de cubrir las apariencias. Acusa a Bush de tirano, pero él no consulta a las bases partidistas sobre ninguna de las decisiones que adopta, tanto menos aquéllas relacionadas con la dinámica democrática de los partidos, a pesar de que la ley de Partidos y Participación Política obliga a seleccionar los candidatos presidenciales en elecciones que no pueden ser más allá de segundo grado. Con el mismo estilo dictatorial impuso los candidatos a gobernadores del MVR. Hasta este tipo de legalidad irrita la sensible piel del autócrata.

La superioridad de las democracias avanzadas consiste en que los mandatarios se eligen para que cumplan durante un tiempo determinado las funciones establecidas en la Constitución. Esas sociedades no buscan ni apuestan a Mesías. Se complacen con nombrar funcionaros que obedezcan y hagan obedecer las leyes. AD y COPEI se fueron a pique porque creyeron que el poder era eterno y que con él se podía cometer cualquier locura.

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