Opinión Nacional

Obama

Para comprender lo que la presidencia de Barack Obama ha significado para Estados Unidos y el mundo, no hay mejor recurso que regresar a un texto del economista Joseph Stiglitz escrito en El País de Madrid en 2008, en las semanas precedentes a la elección presidencial. Estados Unidos estaba atrapado en las guerras de George W. Bush, Irak y Afganistán. Cuando Obama ascendió al poder en enero de 2009, la gran potencia estaba al borde de una crisis de proporciones más devastadoras que la Gran Depresión de 1929. El déficit era cuantioso, y la crisis económica paralizaba al país. 

Según Stiglitz, hubo guerras que sirvieron de estímulo a las economías de algunos países, como la II Guerra Mundial, pero las de Bush tuvieron el efecto contrario. Veamos esta observación del economista: «Cada dólar de los 3 billones gastados en Irak se ha pedido prestado a extranjeros». De modo que no sólo estaba endeudado el país, sino que ahora dependía de acreedores de otras regiones. 

Nunca había sucedido. 

Un dato más nos interesa a los venezolanos de este análisis de Stiglitz porque, a nuestro turno, le hemos dado beligerancia a ciertas fantasías que reclaman como designios propios el alza súbita y continuada de los precios del petróleo. La guerra de Irak había tenido implicaciones imprevistas que desmienten este panglossianismo revolucionario. Leamos: «Pero esta guerra, en concreto, no ha sido buena para la economía por 3 motivos. En primer lugar, ha contribuido a subir los precios del petróleo. Cuando Estados Unidos emprendió la guerra de Irak, el crudo costaba menos de 25 dólares el barril, y los mercados de futuros esperaban que se mantuviera en ese nivel durante 10 años. Los expertos en futuros eran conscientes del crecimiento de China y otros mercados emergentes, pero confiaban en que el suministro, sobre todo de los proveedores de bajo costo del Medio Oriente, aumentara de manera paralela a la demanda». 

De modo que los precios del petróleo a dimensiones no imaginadas antes fue un legado de las guerras de Bush. Su influencia sobre la economía mundial no requiere glosas adicionales. 

Obviamente, Stiglitz analizó entonces las implicaciones de los gastos de guerra y la salida de tantos millones de dólares. 

Dato: 12.000 millones mensuales sólo para Irak. 

Este fue el país que encontró Barack Obama hace cuatro años. El análisis de Stiglitz apunta sólo a algunos aspectos de la crisis. Aun cuando las citas sean extensas, me parece imposible no registrar la pregunta con la cual cierra su texto, y la sombría conclusión: «¿Quién iba a pensar que una administración podía hacer tanto daño en tan poco tiempo? Estados Unidos y el mundo seguirán pagando las consecuencias durante decenios». 

Ahora, los republicanos y en particular su candidato, Mitt Romney, le reclaman a Obama no haber resuelto en cuatro años lo que se cree que tomará decenios. La profundidad de la crisis puso a prueba la capacidad y la decisión de Obama. 

Salvó, en primer lugar, a Estados Unidos de la depresión. 

Como dijo The New York Times al expresar su respaldo a la reelección del Presidente, la economía se recupera lentamente del desastre de 2008, «y el país estaría condenado a sufrir otra recesión si las políticas erradas logran imponerse». Es decir, de ganar Romney, cuyo gran desiderátum es bajarles los impuestos a los ricos y cortarle las manos al Estado. 

«El presidente Obama ha conquistado impresionantes logros, a pesar de la implacable barrera que los republicanos han erigido en el Congreso para anularlas, al extremo de arriesgar que la nación caiga en recesión», se lee en el Times. 

El diario de Manhattan analiza esos logros en salud, economía, política internacional, Corte Suprema y los magistrados designados, los derechos civiles. 

En todos estos aspectos, el balance de Obama es altamente positivo. Rescató la industria automotriz y salvó millones de empleos. 

Conviene añadir desde aquí abajo que el mundo respiró tranquilo una vez que Obama ascendió al poder, porque cesaba de inmediato la política de seguridad de Bush basada en la «doctrina del ataque preventivo». Aunque Romney no la reivindica abiertamente, su discurso no disimula la nostalgia de los tiempos de Bush a quien querría emular. Los tres debates mostraron a los candidatos, su modo de ser, sus ideas, sus propósitos. Romney se propone una nueva carrera armamentista. Con gran ingenuidad expresó que la Marina norteamericana tenía ahora menos barcos que un siglo atrás. Obama respondió: «Usted mencionó que la Armada tiene menos barcos que en 1916. Pero, gobernador, es que también tenemos menos caballos y bayonetas, porque la naturaleza de nuestro Ejército ha cambiado». Le recordó, además, que la Guerra Fría terminó hace veinte años. 

Estamos en vísperas de una decisión crítica. Estados Unidos es un país fuertemente dividido, y las elecciones muy complejas. Tanto que la de Bush fue decidida en 2000 por el Colegio Electoral, a pesar de que Al Gore ganó en el voto popular. 

Este martes 6 de noviembre puede ser ratificado Barack Obama, o elegido Mitt Romney. Con el primero volverían tiempos propicios como los de Bill Clinton, con el último, los días azarosos de George W. Bush. 

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