O el asilo contra la opresión
“Que o la tumba serás de los libres
O el asilo contra la opresión…
”Himno nacional chileno
“Sólo un soplón como Mario Isea, un rufián como Carlos Escarrá o una desalmada como Iris Varela pueden hacer escarnio de un perseguido político que recurre a una de las más hermosas prácticas de nuestra tradición política para sortear un cerco que amenaza su integridad y su vida.”
1.- Imposible olvidar los días que procedieron al golpe militar del 11 de septiembre de 1973, que instauró un gobierno dictatorial en la que hasta entonces fuera una orgullosa y ejemplar democracia latinoamericana. Militaba por entonces en el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) y recibí de la dirección política, ya en la clandestinidad, el encargo de velar por algunos de nuestros más destacados militantes y compañeros extranjeros, buscados con saña asesina por los esbirros del régimen recién instaurado. Fue así como instalados provisoriamente en casa de uno de ellos, el argentino Tomás Vasconi, situada al pie de la cordillera y lejos de levantar sospechas organizamos un trámite que en cualquier circunstancia debía transcurrir sin tropiezos, pero que bajo las específicas condiciones de una dictadura militar como la chilena acarreaba riesgos considerables: transportar clandestinamente a quienes requerían urgente protección y asegurar su entrada a las sedes diplomáticas.
Todas ellas estaban férreamente custodiadas, rodeadas de policías y agentes de seguridad. Algunas de ellas, como la de Panamá, se encontraban en edificios de apartamentos, lo que dificultaba aún más la operación. Y sin embargo logramos cumplir con nuestro cometido. Recuerdo haber contribuido así a la salvación y al asilo de muy importantes y destacados intelectuales, como los brasileños Ruy Mauro Marini, Teotonio dos Santos y su esposa Vania Bambirra; Marco Aurelio García, hoy principal asesor para asuntos internacionales del presidente Lula da Silva, Ander Gunder Frank, y los mismos Tomás Vasconi y su esposa Inés Reca. Entre tantos otros.
Las sedes de las embajadas no dieron abasto ante tanto requerimiento. En la cancillería de la embajada de Panamá, un modesto apartamento del Barrio Alto de Santiago se hacinaron cientos de desesperados refugiados que debían dormir de pie y compartir un baño, con escasos alimentos y la permanente presión de los carabineros que custodiaban la sede. La de Italia vivió momentos de terror, cuando la policía política del régimen lanzó el cuerpo sin vida de la dirigente mirista Lumi Videla, asesinada durante los interrogatorios por la DINA, la temible policía política del régimen, al jardín de la residencia. De entre todas las embajadas, la que tuvo un comportamiento más ejemplar y solidario fue la de Venezuela, que recibió del presidente Rafael Caldera la orden de abrirle las puertas a los perseguidos políticos sin consideración de partido ni ideología y puso un avión de su Fuerza Aérea que comenzó de inmediato la evacuación de sus asilados.
Fue el comienzo de una inolvidable operación salvamento, que puso a Venezuela a la altura de la nación más solidaria, hospitalaria y generosa del planeta. Pues no conforme con rescatar a cientos de perseguidos de las garras de la muerte, le dio cobijo y trabajo a decenas de miles de chilenos. Sin una sola reserva, sin mezquindades ni requerimientos. ¿Lo habrán olvidado comunistas, miristas, socialistas y radicales, incluso democratacristianos chilenos, que hoy respaldan al régimen dictatorial del teniente coronel o miran de soslayo ante sus crímenes?
2.- Sólo un soplón como Mario Isea, un rufián como Carlos Escarrá o una desalmada como Iris Varela – por no hablar de la sevicia inconcebible del teniente coronel – pueden hacer escarnio de un perseguido político que recurre a una de las más hermosas prácticas de nuestra tradición política para sortear un cerco que amenaza con su integridad y con su vida. Y ya se abalanza incluso contra su familia. Con lo cual delatan su crasa estulticia y su miserable miopía. Venezuela, tierra hecha casi sin excepción de desterrados, conoce de demasiados cambios de fortuna. Nada ni nadie puede asegurar que no corran ellos mismos y cientos o miles de sus compañeros mucho antes de lo que nadie se imagina tras de una embajada, para escapar desesperados a la indignación que parece incubarse en lo profundo de nuestro pueblo. Un pueblo que recicla sus indignaciones con una asombrosa e insólita periodicidad, que zahiere y humilla a los que hace nada encumbrara a los cielos de la gloria y que termina por pagar con el desprecio las traiciones que se le cometen. Precisamente, como las que el pueblo venezolano comienza a echarle en cara a los actuales gobernantes.
El que países que deben su actual democracia en gran medida a la solidaridad, el respaldo y el auxilio de la Venezuela democrática, como Chile, Argentina y Uruguay – por no mencionar a España, cuya socialdemocracia tanto le debe a Carlos Andrés Pérez y los acción democratitas – olviden el precepto que flamea en el himno nacional chileno, es causa de profunda vergüenza para quienes nos sentimos deudores de la generosidad del pueblo venezolano. Como vergonzoso es ver a quienes ayer se creyeron solidarios con los perseguidos chilenos – es el caso de José Vicente Rangel y tantos chavistas de postín, que cumplieron con el deber de respaldar a AD y COPEI en sus afanes solidarios para con los perseguidos de la izquierda chilena, particularmente comunistas y socialistas – convertir en presa de brutal cacería política a quienes, como Manuel Rosales, se enfrentan a un régimen neo dictatorial como el que comparten.
3.- Que la Venezuela que le abrió sus puertas a los desterrados, ella misma producto de tanto desterrado ejemplar – ¿quién de entre los miembros de nuestra élite intelectual y política no sufrió del destierro de Gómez, del postgomecismo, de Pérez Jiménez? – se convierta en una sociedad de desterrados y su gobierno en un régimen dictatorial que empuja al destierro a sus hijos es una auténtica tragedia. Ese sólo hecho bastaría para someter a juicio de responsabilidad civil y administrativa a todos los miembros de la judicatura, a los magistrados y demás altos funcionarios del régimen. Y muy en particular a todos los miembros de la Asamblea Nacional, convertidos en feroces mastines de la indignidad nacional. No debe saber la señora Cilia Flores ni el señor Darío Vivas que allí sesionaron los más destacados desterrados de la democracia: Andrés Eloy Blanco, muerto en el exilio, Valmore Rodríguez, muerto en el exilio, Gonzalo Barrios, Prieto Figueroa y cientos de otros presos y exiliados por las tiranías que hoy emulan. Presidieron la república Rómulo Gallegos, desterrado, Rómulo Betancourt, desterrado, Raúl Leoni, desterrado, Luis Herrera Campins, desterrado, Jaime Lusinchi, desterrado, Carlos Andrés Pérez, desterrado, Ramón Jota Velásquez, desterrado. Las listas del destierro ennoblecen nuestra tradición política.
A ella, a esta honorable lista de grandes venezolanos que debieron salvar sus vidas acogiéndose al exilio para regresar a asumir luego sus responsabilidades de gobierno, pertenecen hoy Juan Fernández, Carlos Ortega, Patricia Poleo, Horacio Medina, Eduardo Lapi y Manuel Rosales. Entre muchos otros. Puede que ustedes insistan en empujarnos al destierro. No saldremos: resistiremos a píe firme, con la constitución en la mano, hasta acabar con vuestro régimen de iniquidades. Que ya se asoma al abismo. Mírense en el espejo del pasado. Son ustedes quienes debieran preparar las maletas. Y abstenerse de escupirle al cielo.
4.- Restan deudas pendientes con quienes se han negado a abrirles sus puertas a los desesperados. Quienes se negaron a darles asilo a los comisarios deben cargar con la culpa de sus sufrimientos. En varias legaciones les dieron con un portazo en las narices. No faltaron los que argumentaron que sus países no le darían asilo a “uniformados”. He sido testigo de tal declaración. Otros se excusaron haciendo referencia a los compromisos comerciales con el gobierno del teniente coronel. Otros ni siquiera permitieron tratar del tema.
Pero hay también otras embajadas y otros embajadores fieles al alto deber humanitario. Son aquellos que no pervierten el sentido de su deber por tres dinares y un plato de lentejas. Y representan a gobiernos dignos y ejemplares. La nunciatura y el Nuncio a la cabeza de ellos. Han resistido todos los embates de la canalla oficialista. Fieles al mandato de Cristo y de su Iglesia, le dieron asilo y consuelo al joven Nixon Moreno Esperemos que el gobierno peruano sea fiel al legado de su tradición y le conceda el derecho de asilo a Manuel Rosales.
Los demócratas del mundo les estaremos eternamente agradecidos.