Nuevo esquema, vieja tensión
Desconcierta el nuevo esquema que rige a la institución armada, libre de toda ingerencia civil aunque el ministro de la Defensa no provenga de sus filas para dibujar una circunstancia –en más de un sentido- paradójica. La opinión pública sabe de las distintas denuncias que pesan sobre importantes oficiales, relacionadas con presuntos hechos de corrupción, lo que ha revalidado una vieja, preocupante e inexplicable, tensión cuando se le pretende una campaña de descrédito que involucra a toda la Fuerza Armada.
Tiempo atrás, al filo de un balance del difícil y complejo período insurreccional, también caracterizado por la violación de los derechos humanos, José Vicente Rangel advertía el peligro de tal pretensión, no otra que la de propiciar un artificial enfrentamiento entre civiles y militares. Observaba que “todo organismo armado tiene tendencia a la sectarización; toda organización social es proclive a la reacción solidaria”, bastando “determinados estímulos para que las fuerzas interiores actúen en orden al rechazo irracional de todo cuanto se juzgue atentatorio a la Institución” y, para concluir, “la crítica a las Fuerzas Armadas como cualquier otra institución del país está planteada en el terreno de la corrección de las fallas de una política que empieza por lesionar a la propia Institución” (“Civiles y militares”:Ultimas Noticias, 05/11/69).
Se trata de un conocido ardid del que se ha servido el régimen actual para descalificar a las periodistas que tan valientemente hicieron las consabidas denuncias, lo que autoriza a hablar de una agudización de las tendencias que agotaron teóricamente al llamado “puntofijismo”. No hay una explicación convincente en torno a la remoción o destitución del comandante del ejército, cuyo destino está todavía vedado al conocimiento público, imposibilitada la prensa de asistir al acto de transmisión de mando: “Habría que agregar la manera como se quiere colocar a la Institución Armada por encima de la crítica, en un reforzamiento de hecho del fuero castrense” y “quienes así proceden parecen olvidar que una institución no es una secta y que justamente lo que diferencia a una de la otra es la posibilidad crítica, su demistificación, su carácter abierto e igualitario”, señalaba Rangel en otra entrega (“Viejos esquemas, nuevas tensiones”:Ultimas Noticias, 03/11/69).
El postpuntofijismo apunta a la necesidad de redoblar la imaginación para configurar la etapa que está pendiente en una república sin signo, cuya continuidad no cede a las cómodas adjetivaciones. Se trata de una hipótesis que desafía, incluso, a los sectores democráticos de la oposición.
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