“Novolatría” y las gallinetas
Mi buen amigo Carlos Leañez, ex Procurador General de la república, acuñó hace algunos años el neologismo :”novolatría”, para referirse a la idolatría de lo nuevo y al consecuente desprecio por el pasado. A través de esta columna, he insistido en que la necesaria coalición alternativa al chavismo (hay que dejar de hablar de “oposición”, categoría negativa y desgastada) debe superar las divisiones, fomentadas por el caudillo militarista, que giran alrededor de los tres ejes: abstencionistas-participacionistas; antipolíticos-políticos y “novólatras” e históricos.
Los novólatras, obviamente, tienden a desdeñar el conocimiento histórico, por lo cual caen en la maldición de Santayana: “quien ignora la historia está condenado a repetirla” y olvidan también que “Historia magistra vitae” (1).
En España, con la muerte de Franco, se inició una “crisis epocal”, período en el cual el ritmo histórico se acelera y se producen profundos cambios en el sistema político, económico y social. Manuel Fraga, ex ministro del régimen, entendió la necesidad del cambio y propició que su partido Alianza Popular se fundiera con otras vertientes, como la UCD de Adolfo Suarez, demócratas cristianos y liberales, para fundar un nuevo partido del centro: el Partido Popular. El PP escogió como líder a José María Aznar, un joven de treinta años, sin mucha experiencia, ni particular carisma, con pinta de barbero de provincia italiano. Fraga se retiró a su natal Galicia y el PP, a los pocos años, gobernó a España, con éxito indiscutible. Los “novólatras” españoles de entonces repetían, como gallinetas de vuelo rasante, que Fraga y Alianza Popular estaban “rayados”, por haber participado en el régimen anterior y que sólo excluyéndolos se podía fundar un nuevo partido exitoso.
Los españoles sabiamente supieron combinar la experiencia y la organización del pasado con la energía y la audacia de lo nuevo, y no escucharon el graznido de las gallinetas novólatras. En nuestra crisis epocal, el proyecto alternativo al chavismo debe consolidar una coalición renovadora que supere la estupidez de las divisiones en los tres ejes. El abstencionismo es una omisión castrante, absolutamente inútil. La prédica antipartido es una imbecilidad irresponsable y los “novólatras” deberían entender, parafraseando a Churchill, que en el enfrentamiento idiota entre el pasado y el presente corremos el riesgo de perder el futuro.
(1): «La historia es la maestra de la vida”