Notas para un distinto aniversario
Se ha hablado de la etapa “postclientelar” de los partidos, como si hubiese bastado que el Estado no financiara más una actividad que es – precisamente – de Estado. Otros son los elementos que dibujan el tránsito del modelo utilitario y prebendario a otro en el que la institución debe recuperar paradójicamente su naturaleza política, expresándose como una comunidad de ciudadanos.
Ultimo supuesto que promete un modelo estratégico, quirúrgico y universal, superada la clásica distinción del partido de cuadros y de masas, con el desarrollo pleno de las nuevas tecnologías. Lo importante de estos “terminachos” reside en que los partidos tenderán a hacer más política y menos gestión administrativa, con el novedoso estímulo de los movimientos sociales, para recuperar la capacidad de respuesta frente a las vicisitudes colectivas y personales. Claro, a menos que persista la apuesta por la trivialidad y la pose que culmina, generalmente, en la sola feria televisiva.
La Democracia Cristiana en Venezuela ha recorrido un largo camino con todos los aciertos y los errores que suelen dignificar el duro ejercicio de las realidades públicas. Una esencial inspiración humanista la ha tejido durante 57 años experimentando los matices y las contradicciones que siempre enriquecen y ayudan a depurar una postura que ha de ser de servicio al país y –a mi modo de ver- en dirección a la construcción de una sociedad de derechos humanos y de calidad de vida, en libertad y bajo el principio del destino universal de los bienes.
Pertenezco a una generación surgida mucho después de la fundación de (%=Link(«http://www.copei.net/»,»COPEI»)%) y que frecuentemente polemizó a su interior, portadora de una fortísima convicción ideológica que soportó la ferocidad del populismo que se hizo cultural a lo largo y ancho del sistema político. Ahora, nos corresponde recuperar la senda de la imaginación para un partido dispuesto a contribuir al relanzamiento de una democracia que también tenga en la generación de la riqueza y en la conquista de la equidad, sus mejores credenciales.
Difícil ha sido la prueba de estos cuatro años en los que el voluntarismo plebiscitario y mesiánico de Chávez ha agudizado males de vieja data y aportado otros en el contexto de un autoritarismo que ya reclama un nombre para contrastarlo con el fascismo clásico. El modo delictivo de hacer política puede quedar clausurado definitivamente en un país que hoy paga impuestos y pide cosas tan elementales como contar con seguridad personal en las calles, con empleo y libertad para expresarse sin que se vea amenazado por la serpiente de la violencia. Los espacios políticos pueden llenarse de la imaginación y de la audacia de las que no sabe un presidente que llegó a lanzar la consigna de ocupar las empresas que se atrevieran a pararse, como si fuese portador de un convincente proyecto de autogestión. Es posible ir más allá de lo existente y quizás somos partícipes de una gesta inédita en todo el historial republicano: la de convertirnos en ciudadanos protagonistas de un porvenir diferente.
Los socialcristianos elegimos recientemente nuestras autoridades nacionales, regionales y municipales mediante el voto directo, universal y secreto de todos quienes de buena fe manifestaron el deseo de hacerlo. No sólo nos afianzamos moralmente para oponernos al gobierno actual, sino comprobamos que es posible revalidar la democracia misma a pesar de las circunstancias tan adversas. Alrededor de doscientos mil ciudadanos actualizaron su responsabilidad dirigencial en el marco de unos comicios sobrios y modestos que ahora se ofrecen como ejemplo de la relegitimación necesaria que ha de sufrir el andamiaje institucional.
Somos una suerte de aleación de ideas y voluntades donde no cabe la arrogancia ni el sentido “procerático”. Apenas, comenzamos a andar.
(*) Subsecretario General Nacional de COPEI