No, y sólo no
Chávez no convocó el referéndum revocatorio hasta que las encuestas lo favorecieron, tampoco se tirará por un barranco con la reforma constitucional. No ha presentado el proyecto por una razón elemental, Mr. Watson, las encuestas no cuadran: pierde el referéndum o lo gana por un margen escaso, una victoria por 200.000 votos sería una derrota. No correrá riesgos, pero tampoco le conviene dejarlo para mañana; el tiempo trabaja en su contra: el próximo año la lucha antiinflacionaria y el desgaste natural oficial complicarán el referéndum.
Chávez manipula la reforma, las fechas del referéndum, busca la ocasión propicia, sueña que los abogados secuestren el debate para convertirlo en un torneo de constitucionalistas. En cambio, si todo se simplificara en un no, llevaría las de perder, porque si Chávez fuera derrotado en el referéndum todo cambiaría. Hay que decir no antes de que presenten la reforma, después que la presenten y hasta el 2012.
Diga, pues, no, y olvídese del tema de la propiedad, la división territorial. No invoque a Hans Kelsen o pregunte por la ilegalidad de la reforma. Diga no un día de fiestas y en un velorio, no en el Country, no en la Pastora. Así se unificará a la oposición, la que correrá esta vez con ventaja: el tiempo la favorece y si, incluso, la reforma fuera pospuesta ya habría derrotado a Chávez, porque cada vez le costará más hacerla aprobar.
No se trata de que los partidos se unan en una superestructura o que uno acapare el tema, sino de que al barrio llegue un sencillo no, de un coro de intelectuales, músicos, porteros y vagos, y también, claro, políticos. No, y nada más que no.
Hay que repetir a coro este no. Cada quien con la fuerza de su voz o de su organización, sin firmar un documento que lleve días redactarlo, ni establecer un suprapartido o acordar una propuesta de país, cosas vitales que quedarían relegadas para cuando sea oportuno. Ahora todo se reduce a un simple no, a unirse en el no. A la unidad en la acción, por la base.
Chávez convocará el referéndum consultivo de la reforma constitucional cuando quiera, incluirá los temas que le convengan, a última hora cederá en unos y se radicalizará en otros, hará lo que quiera. Tiene la sartén por el mango, pero si se descuida lo quema la candela.
En estos días la oposición actuó unitariamente, unánimemente los dirigentes rechazaron la reelección vitalicia. Unidad, pues, en la acción.
¿Queremos un rey virtual, un gobernante perpetuo? Pues no.
Este «no» funcionará como esa gotita que rebosa un vaso, la pajita que le quiebra la espalda al camello, con tal de que conserve su santa simplicidad, no lo enreden disquisiciones metafísicas, maniobras, y sea un punto de encuentro, una coincidencia, no una lucha velada por el poder, una competencia mezquina. Un no simple, rotundo, sin complicaciones. Un no que digan hasta los chavistas y repitan los gobernadores que bajo cuerda lo promueven. Sería un punto de partida, el signo de una inflexión, de la madurez de la opinión pública, porque una derrota de tal magnitud cambiaría el cuadro político.
Como dijo Mao, tomándose un helado de mango en Copelia, el no sería la chispa que incendiara la sabana. Diga no, pues, y evite a continuación que le cambien la conversación y que nadie capitalice el no. Diga no, como de niño usted protestaba contra una inyección, rechazaba ir al colegio, no quería comer la hallaca de su mamá. No, y no, y después váyase al cine, haga el amor y sea feliz, inmensamente feliz.