No perdamos tiempo
La posibilidad de que este año «sobrevengan» elecciones presidenciales se hace cada vez más patente. De hecho, la demostración más elocuente de ello la constituye la intensa actividad de Nicolás Maduro en plan de candidato presidencial. Esto no es gratuito, por supuesto. Poco después de que Chávez lo ungiera en aquel llamado patético que hiciera la noche antes de partir a Cuba, pidiendo «de corazón» que votaran por Maduro lo cual, de paso, bastante obviamente quería decir que por Diosdado Cabello, sentado a su derecha en aquel acto, de ningún modo, este se puso en campaña porque comprendió que el propio Presidente había dado la señal de partida. El tigre come por lo ligero y Nicolás Maduro, quien sabe bien que necesita legitimarse ante la base chavista y ante el país como un candidato viable y ganador, no perdió tiempo en tratar de meterse en las botas de su jefe. Optó, por cierto, por el peor camino posible, el de imitar a Chávez, en un esfuerzo en el cual está haciendo el ridículo, y en lugar de afirmar su personalidad y su perfil, los difumina en una sombra desvaída de la figura a la cual pretende sustituir.
Nada mejor que ponerle de una vez rostro al portador de ese estandarte.
Habría que añadir que la MUD debería, en contacto con Capriles, designar desde ya el comando de campaña. Es bueno que este, para que sea asumido por todos como propio, sea fruto de una decisión del organismo unitario y no sólo del candidato. Así se garantizaría la presencia de todos los factores. Más aún, ese comando debería contar con una suerte de comisión política, integrada por los jefes de cada uno de los miembros del llamado G-7, que se reuniría periódicamente con el candidato, para la discusión y revisión de la y lo político. Una campaña electoral no es sólo montar actos y hacer recorridos, sino adelantar una política. No sólo el candidato debe ser consensual; la política también.
Pero, ahí anda, haciendo su tarea.