No pasa casi nada
Escribo estas líneas el día miércoles 19 de julio de 2006. El próximo domingo 23 estaremos a tres semanas de las «primarias» convocadas por la oposición y apoyada en su organización por Súmate, para que el pueblo opositor indique cuál, entre los aspirantes a candidatos para las elecciones presidenciales del venidero 3 de diciembre, el 13 de agosto concitará mayor aceptación relativa.
Aunque siempre convencido de que el régimen no permitirá la realización de elecciones libres, apoyé, el año pasado, la idea de celebrar primarias para escoger un candidato que la oposición pueda enfrentar al señor Chávez en las elecciones pautadas para este año, pero más con el objetivo de aprovechar esa circunstancia electoral para generar una gran crisis nacional que ponga fin a este malhadado «proceso», que con la ilusa perspectiva de encontrar salidas a través del evento electoral en sí mismo.
Los acontecimientos políticos del año en curso, que han demostrado hasta la saciedad -aún para los más optimistas- la clara vocación totalitaria del gobierno que se ha adueñado del poder en Venezuela; la burla que ha sido la designación de un directorio del CNE aún más sumiso que el antecedente; la contumaz conducta de ese directorio, de no sólo insistir no mejorar las «reglas» ilegales establecidas por el anterior CNE, sino de agravarlas con descarado desprecio de los derechos ciudadanos; el insólito ventajismo del candidato oficial que, sin recato alguno usa bienes, instituciones y recursos todos del Estado; las amenazas de represalias que penden sobre toda la población que no acepte someterse a la voluntad del déspota; todo ello, reunido a la heterogénea conducta evidenciada por grupos opositores, me ha hecho ver este proceso de «primarias» como algo mucho menos que favorable y mucho más perjudicial para los propósitos democráticos del pueblo opositor venezolano.
Al efecto, todo lo señalado se conjuga, a mi manera de ver, para que ese proceso no sea exitoso: es posible que la concurrencia al proceso de primarias no sea satisfactoria en número, sino más bien menguada; es posible que la persona favorecida por una mayoria relativa –que puede ser baja- carezca de las características que definen, no un candidato presidencial, sino un luchador político fogueado y dispuesto a llevar hasta las últimas consecuencias el enfrentar el resultado político de un nuevo acto de usurpación gubernamental.
En otros escritos anteriores expresé que, para esta escogencia, consideraba como procedimiento más adecuado el del consenso que seguramente brotaría de reuniones entre los pre-candidatos, en las que éstos intercambiasen ideas sobre el país en general; sobre su pasado, presente y porvenir; sobre sus propios planes y proyectos; etc., en la seguridad de que de tales encuentros brotaría, en las conciencias de todos y cada uno de ellos, la convicción sobre la persona que sería la más adecuada para conducir al país democrático en esta tan difícil y peligrosa coyuntura, en la que está en juego el futuro de la democracia en nuestra patria.
No ha sido así. Hay otros caminos en marcha. Hay, también, propósitos firmes de que haya una candidatura única, como lo ha declarado Teodoro Petkoff en ese sentido. Espero y ruego que la Divina Providencia nos conduzca a buen puerto.
En todo caso, hago mi más modesto llamado para que trabajemos para que el pueblo opositor concurra, de manera contundente y masiva, el 13 de agosto a la prueba de las primarias, no sea que, de una gran ausencia, derive el régimen conclusiones demostrativas de nuestra fementida condición escuálida.