No más Ejército, fuera Milicias
Durante el acto de ascenso de 381 oficiales superiores de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FAMB) los Generales y Almirantes juraron dedicarse por entero a la construcción del socialismo, [ léase comunismo castrista] como único camino para la independencia nacional y con ello merecer las bendiciones de los pueblos. El comandante en jefe de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB), presidente de la República Bolivariana de Venzuela, Hugo Chávez, tomó el juramento este lunes desde el Patio de Honor de la Academia Militar de Venezuela. Así, delante de Dios y del pueblo, juraron los oficiales continuar comprometidos construyendo la nueva Fuerza Armada Bolivariana y el nuevo pensamiento militar”. Noticia oficial sobre el 5 de julio, 2010. El balance histórico de las fuerzas armadas venezolanas ha sido muy negativo. Admito de entrada que en momentos de nuestra historia, cuando el terrorismo izquierdista quiso terminar con la democracia, la fuerza armada se portó gallardamente. No tengo problema alguno en reconocer que hemos tenido muchos oficiales dignos y cultos, como deberían ser todos los militares en todos los países del mundo. En algunos momentos de nuestra historia los miembros de las fuerzas armadas han sido factores de progreso social bien entendido, tendiendo puentes, vacunando compatriotas en las zonas remotas de nuestra geografía, alfabetizando. Pero, aún esas tareas positivas ya indicaban que no tenían una tarea a tiempo completo en su campo. Estaban llevando a cabo, por estar bien organizados, las tareas que propiamente le correspondían a otros segmentos de nuestra sociedad. En el siglo XX y especialmente en lo que va del siglo XXI las fuerzas armadas venezolanas se han alineado con el despotismo, con el autoritarismo, y han sido cómplices con demasiada frecuencia de la tragedia venezolana, esa tragedia que ha puesto a gobernar a seres indignos como Cipriano Castro (8 años), Juan Vicente Gómez (27 años), Marcos Pérez Jiménez (10 años) y Hugo Chávez (11 años). A pesar de que alguno de estos sujetos arriba mencionados haya tenido legitimidad de origen, ninguno de ellos fue o ha sido legítimo en su comportamiento. Entre ellos suman 56 años de abusos de poder, abusos apuntalados por los ejércitos de la época. Estamos hablando del 50 por ciento de nuestra historia, desde la llegada de Cipriano Castro al poder hasta el día de hoy, trecho durante el cual las fuerzas armadas venezolanas han sido frecuentes y perseverantes cómplices de los déspotas que han acogotado a Venezuela. Pero hay más, el otro 50 por ciento de nuestra historia, la etapa democrática, tampoco ha sido ejemplar en lo que se refiere al comportamiento de nuestras fuerzas armadas. Basta recordar a la Sra. Ibañez en uniforme militar y la servilidad mostrada por oficiales de alto grado para lograr un ascenso, una embajada o privilegios especiales durante el adeco-copeyanismo. Ha sido una historia lúgubre y maloliente de usurpación del poder civil por parte del hombre armado. Las Fuerzas Armadas han sido por demasiado tiempo árbitros de nuestra sociedad. Y lo siguen siendo. Pero no como garantes de la democracia o de la buena ciudadanía sino como fuerza que decide, al final de las conversaciones palaciegas, lo que va a suceder, siempre de acuerdo con sus mejores intereses. Aún su última participación decisiva en la política, la tragedia de 1992 que llevó a un Chávez lloroso a Fuerte Tiuna y lo retornó a Miraflores con los pantalones todavía manchados, fue una acción tipicamente militar, intestina en sentido figurativo y literal: (1), Chávez les ordenó ejecutar el Plan Avila: (2), ellos se negaron [correctamente] a acatar esas órdenes; (3), luego le pidieron la renuncia al presidente [la cual aceptó]; (4), tuvieron disensiones internas, por lo cual un general (Baduél) usó su poder de fuego para imponer el regreso de Chávez a Miraflores, (5) Lucas Rincón, quien era el vocero de los militares en ese momento, terminó como General en Jefe y como embajador de Chávez en Lisboa. Baduél terminó como general en jege, como ministro de la Defensa y como prespo de Chávez. Todo ello indica que se trató de un “golpe” militar improvisado, ejecutado de manera inepta y sobre la marcha por los militares y algunos civiles engolosinados de manera insensata con el poder. Después de esta tragicomedia de 1992, la cual costó la vida de muchos venezolanos, hemos asistido a una sumisa conducta por parte de los nuevos jefes militares, casi todos promovidos a generales en jefe por Hugo Chávez en ese campo de batalla revolucionario, donde no corre la sangre sino el whisky de 18 años. Chávez ha convertido a los caurtels en burdeles, en los cuales los soldaditos andan vestidos como payasos escarlatas y desfilan mansamente gritando “Patria, Socialismo o Muerte”. En paralelo, los militares han permitido que Chávez estructure en el país una milicia popular armada, vestida como extras en una película de Román Chalbaud y Luis Britto García y compuesta por barrigones, vejucas y el desocupado que juega garrote. Han permitido que los “técnicos”de PDVSA olviden sus tareas medulares y se conviertan en improvisados comandos para llevar a cabo la guerra asimétrica contra el imperio. En otras palabras, han dejado que el país vaya a la degradación y han sido incapaces de aguantar un cañonazo de aumento salarial del 40%, por cierto no concedido a la inmensa población de empleados públicos civiles (coño, dirá Chávez, es que son muchos, más de 2,4 millones de encamburados). Nunca antes Venezuela había sido un narco-país como lo es hoy. Según informe de las Naciones Unidas un alto porcentaje del flujo mundial de la droga, creo recordar el 32 por ciento, se mueve a través de Venezuela y ello no sería posible sin la ineptitud y/o corrupción de importantes segmentos de nuestra fuerza armada. USA le ha negado la visa e identificado a importantes oficiales de la fuerza armada venezolana por complicidad con esta situación. Hay razones éticas, económicas y de políticas públicas más que poderosas para eliminar la fuerza armada venezolana. Son redundantes en un planeta donde el balance de la fuerza armada es muy asimétrico y donde Venezuela, como Costa Rica, Uruguay o Suiza, no pueden pretender tener asiento en la mesa de las potencias militares. Costa Rica, Uruguay y Suiza lo han comprendido así y carecen de fuerza armada o la han limitado al máximo. La desproporción entre lo que nos cuesta mantener al cuerpo armado venezolano y su escasa utilidad ya es notable, pero más notable aún es el hecho de que le damos dinero para que colaboren activamente o por omisión en convertir al país en un mierdero. Llegará un día, quizás todavía lejano, que Venezuela sea una nación civilizada, donde no haya gente armada ordenándonos a hacer la cola los dias de votación y “custodiando” los votos, cuando no pegándoles candela detrás de un matorral. Ese dia nuestros desfiles conmemorativos serán de escolares, de gente común compartiendo una sana alegría ciudadana, sin la presencia de caras pintadas, pasos de ganso, tanques echando humo por el escape o payasos vestidos de rojo y llenos de medallas no ganadas. Llegará el día en el cual el país compre equipos médicos y buenos libros, en lugar de equipos de destrucción. El día en el cual nuestro presidente pueda abrazarse de nuevo, sin temor, con su pueblo, como hacía Medina Angarita, en lugar de rodearse de matones extranjeros pagados con el dinero que debería invertirse en nuestros pobres. No lo veré pero estoy seguro de que llegará. Ese día los déspotas incultos serán piezas oxidadas en el museo de los horrores y, en palabras de Gallegos, habrán caído las talanqueras de El Miedo y todo volverá a ser Altamira. La placita Pérez Bonalde de Catia será de nuevo para los niños y las riberas del Arauca vibrador pertenecerán a las garzas y no a las FARCsas.