Opinión Nacional

No gastemos pólvora en zamuros

Hay iniciativas políticas desde el campo de la oposición democrática, cuyas buenas intenciones no niego, pero que son, a mi juicio, nefastas, por inútiles y desligadas de la realidad, sobre todo, de una muy importante: la correlación de fuerzas.

Son también, sin ninguna duda, distraccionistas, y no aportan nada a la lucha democrática eficaz que estamos adelantando por salir de este estado de cosas insoportable.

Ciertamente, cuando analizamos aquellas propuestas, pareciera que la experiencia de todos estos 11 años con el gobierno autoritario y su líder, no nos hubieran enseñado nada.

Llama la atención que algunos políticos experimentados y que siempre hemos tenido en alta estima, caigan tan fácilmente en el juego tramposo en el que desea meternos el tirano, que no es otro que el de la confrontación abierta alrededor de su figura, porque es allí en donde él tiene más ventajas. Es la búsqueda del plebiscito permanente, y no es casual que en las últimas semanas esté retando a la oposición a un referendo revocatorio de su mandato, a sabiendas de que nunca faltan descaminados que puedan caer en esa tentación.

Pedir su renuncia como política, aunque puede ser muy explicable, justificado y hasta normal en cualquier democracia, en nuestro caso, nos coloca en un curso de acción hacia ningún destino cierto, amen de que centra el debate inconvenientemente en una persona, el mandón. En torno a él, entonces, girará todo, haciéndonos olvidar que en el camino por recuperar la democracia y un clima político civilizado, es necesario ir dando pasos firmes, cumpliendo una hoja de ruta establecida, en la conquista de los espacios institucionales en manos de los autoritarios, lo cual excluye los bandazos a diestra y siniestra, buscando no sabemos qué.

Es menester que nos concentremos en la tarea colectiva de recuperar los espacios políticos perdidos, sin olvidar la lucha diaria por las distintas reivindicaciones de la sociedad, sin desmayar en el cuestionamiento de la incompetencia gubernamental, sin dejar de denunciar la enorme corrupción y la violación de los derechos humanos, todo lo cual es también erosionar las bases de sustento de Chávez, que hoy son cada vez más débiles.

Si ése es el camino que tenemos por delante (no veo otro en las circunstancias presentes), no exento éste, obviamente, de obstáculos formidables ¿qué sentido político efectivo tendría pedir la renuncia del Presidente, si se ha abierto una gran oportunidad para los próximos meses, habida cuenta del deterioro acelerado del gobierno?
¿Se piensa ingenuamente que Chávez atendería ese llamado? ¿O es que acaso se espera que ese pedimento desencadene mágicamente algún hecho político o de otra naturaleza, que no alcanzamos a ver, y que haría que el gobierno caiga? ¿O es que se quiere sabotear la estrategia que con tanto esfuerzo y no pocas discusiones han puesto en marcha las fuerzas opositoras? ¿O se trata sólo de una posición testimonial?
Chávez sabe que en el momento actual no goza de la anuencia de la mayoría en los temas que busca imponer a la brava, a pesar de gozar de popularidad en un número no desdeñable de venezolanos. La propiedad comunista, la centralización del poder, la represión a los medios de comunicación críticos, y last but not least, su permanencia en el poder después del 2012, son amplia y mayoritariamente rechazados.

Conoce, igualmente, que en las próximas elecciones parlamentarias de septiembre no podrá hacer caída y mesa limpia, y que en el mejor de los casos, para él, tendría una mayoría muy precaria que podría eventualmente volteársele. También conocemos que tiene un profundo desprecio por la casi totalidad de los diputados suyos, y que dejará a muchos de ellos con los crespos hechos. Soy de la opinión de que el resultado será exitoso para la oposición, y quién sabe, si se hacen las cosas bien, es posible que la diferencia a favor de las fuerzas democráticas pueda ser, además, holgada. Lo impensable puede darse.

Yo comprendo perfectamente la exasperación y la angustia que nos produce el desastre de gobierno que tenemos y la deriva totalitaria por donde nos lleva. Estoy persuadido de las urgencias que se imponen, para evitar caer, como sociedad, en el barranco que nos conduce al caos y la violencia, como ha ocurrido en experiencias históricas más que conocidas.

Pero hoy, como nunca antes, estamos obligados a mantener la cabeza fría, y no ceder a la impaciencia y la rabia. Estamos enfrentando situaciones no convencionales, lo cual exige de enfoques y acciones no convencionales. Debemos pisar tierra. La política no es apuesta mágica. Quizás esta posición que asumimos nos haga acreedores de los ataques rabiosos de minorías enceguecidas de la anti-política y el anti-partidismo y nos acusen de colaboracionistas, chavistas soterrados o de cualquier otra cosa que se les ocurra. Están en su derecho. Sólo los llamamos a que reflexionen un poco y revisen los errores de los últimos años: impaciencia, ánimo de venganza, rechazo del diálogo, desprecio de la política y los partidos, entre otros.

Pero de lo que sí estamos seguros es de que para salir as soon as posible, de esta pesadilla política que nos ahoga, no debemos salirnos del itinerario trazado y que no pocos desencuentros nos ha costado. Tampoco perder tiempo en jugadas inútiles que pueden desviarnos del objetivo: ganar las elecciones parlamentarias de septiembre. Lo demás es gastar pólvora en zamuros.

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