No basta rezar, ¡Mejor es cantar!
La oración en sentido religioso es un acto íntimo, de religación entre el ser humano y un Ser Superior que el hombre creó o viceversa.
La oración es pues una apertura íntima, individual, confidencial, de puertas cerradas y alma abierta. Cuando la misma se convierte en quejumbroso pedido, en plañidera demanda, en llorona lamentación, en desesperada plegaria de muchos alienados en la esperanza es porque la racionalidad colectiva está en entredicho, y las acciones gubernamentales fallidamente emprendidas u omitidas se reconocen ineficientes, inútiles, ineficaces.
Esa religiosidad de pacotilla, mágica, está arropando a los venezolanos con el problema – no el misterio – de la luz y el agua. Los ungidos líderes de la Revolución que todo lo sabe y todo lo puede, han tenido que recurrir a los más impensables recursos antigerenciales – como el rezo colectivo, como la plegaria en horas laborales – para demandar la ayuda divina e implorar la gracia de la naturaleza. En todas las oficinas de CORPOLEC se escucha la plegaria, la jaculatoria, la oración de nuevo tinte bolivariano, que en evangélico ruego suplica:
Señor de las alturas
Tú que todo lo puedes
Como mi Comandante Presidente
Quita el Sol
Y pon el agua
En las cabeceras del Guri
Y en el cerro del Ávila
(My sweet Lord, En plegaria anexa van los coordenadas)
Sin embargo, los bien pagados asesores caribeños de la Sala Situacional, más santeros que católicos, recomiendan vivamente sustituir en ministerios y empresas los evangélicos rezos por un son cubano que en ritmo de guaguanco le cante más bien a las bajuras del proceso, implorando lo siguiente:
¡Qué llueva, Qué llueva! La vieja está en la cueva. Los pajaritos cantan. Las nubes se levantan. ¡Qué sí, qué no, que en esta República mando YO!
Mientras tanto el aguacero en ciernes, el chaparrón en formación, conminado, amenazado, insultado y sojuzgado como escuálido sin debido proceso, digno y orgulloso, se niega a soltar sin más garantías sus preciadas aguas, para instantáneamente ser acusado, en inefable cadena, de golpista y desestabilizador en esta patria frustrada, sedienta y a oscuras, que ya no cree más en rezos ni en canciones, sino en los logros de la denigrada gerencia pública de la IV República.
Luz, Agua o Muerte ¡Moriremos!