Opinión Nacional

No basta rezar

» No, no basta rezar, hacen falta muchas cosas para construir la paz», cantaba Alí Primera. Ahora gobernantes que lo corean sólo parecen rezar. Muchos venezolanos rezan de todo corazón y con fe por la salud del Presidente, pero otros hacen la comedia. Hasta los confesionalmente ateos miembros del Gobierno de La Habana aparecen rezando para manipular, porque, si «París bien vale una misa», el petróleo de Venezuela vale un novenario completo.

En este desconcierto, el Papa nos recuerda que no basta rezar para conseguir la paz. Desde hace 46 años el primer día del año la Iglesia Católica celebra la Jornada Mundial de la Paz. El Papa pide oraciones sinceras y, por tanto, acompañadas de esas «muchas cosas» que hay que hacer para conseguir la paz. Como dice el Evangelio, no entrarán en el Reino de Dios los que claman «Señor, Señor», si no aman a sus semejantes; ya hace dos milenios y medio los profetas de Israel decían que Dios aborrece la oración hecha para manipularlo y acompañada de iniquidades y opresión. Dada la brevedad de este artículo solamente puedo recoger los puntos del mensaje papal de mayor importancia para Venezuela hoy.

La paz es un don de Dios y una obra nuestra. Una sincera apertura a Dios nos hace «vencer el egoísmo, la codicia, el deseo de poder y dominación, la intolerancia, el odio y las estructuras injustas» y nos lleva a construir «una convivencia basada en la verdad, el amor y la justicia». Es la base del reconocimiento del otro. Sin ello, no tenemos futuro y es imposible la construcción de la democracia.

La apertura a Dios-amor nos lleva a reconocernos como «una sola familia», reconocer al otro en su dignidad y crear «relaciones interpersonales e instituciones apoyadas y animadas por un «nosotros» comunitario. El «yo» se realiza en el «nosotros», nos lleva a «sentir como propias las necesidades y exigencias del prójimo» y se concreta en «los derechos recíprocos y los deberes mutuos». Trabajar por la paz es promover la vida digna del otro en todas sus formas. Éstas no son verdades únicamente para los cristianos ­nos recuerda el Papa­, sino que «están inscritas en la misma naturaleza humana, se pueden conocer por la razón, y, por tanto, son comunes a toda la humanidad». Contra esto se oponen la absolutización y endiosamiento del poder, el fanatismo y la intolerancia religiosa, «la ideología del liberalismo radical y de la tecnocracia».

El trabajo humano. Sin actividad productiva fracasa la dignidad humana. Ilusos los que creen que el Estado puede y debe alimentar a todos y mantenerlos dependientes y sumisos, como en una granja. Cuba es una muestra elocuente de su fracaso y también la Venezuela de los campos y fábricas paralizados, mientras los puertos están cargados de mercancías importadas. El trabajo no puede considerarse como «una mera variable dependiente de los mecanismos económicos y financieros», sino que tiene prioridad «como bien fundamental para la persona, la familia y la sociedad».

La economía y el poder político como medios. Ni el estatismo económico, ni el extremismo liberal del mercado, pueden ofrecer el bien-hacer que necesitamos. El objetivo de toda economía y política no es la ganancia económica ni la dominación política, sino las personas y sus vidas dignas, lo cual no es posible sin fomentar la creatividad humana plural y democrática y el bien común solidario.

Nada de ello es factible con una política sin ética y sin la «estructuración ética de los mercados monetarios, financieros y comerciales»; pero a quienes absolutizan el poder o las finanzas y los mercados les estorba la ética, porque los pone en evidencia.

Educación para una cultura de la paz. La siembra nacional de armas y del odio va produciendo la espantosa cosecha de miles (más de 20.000) de asesinatos al año.

Hay que «proponer y promover una pedagogía de la paz». Ya hay grupos que lo hacen, pero el problema es tan grave que requiere una labor masiva del Estado y la sociedad plural unidos. «Es necesario enseñar a los hombres a amarse y educarse para la paz y a vivir con benevolencia (queriendo el bien del otro), más que con tolerancia. No a la venganza. Sí al reconocimiento de las propias culpas y al perdón mutuo».

En el mundo y en Venezuela actúa Dios, el Dios de Jesús, completamente solidario con los hombres, donde actuamos como constructores de paz. Por eso no basta rezar, hacen falta muchas cosas para construir la paz.

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