NO al comunismo de guerra chavecano
Cuando Chávez dijo “por ahora”, nos dio el indicador para descifrarlo. Desde entonces hemos esperado siempre sin equivocarnos, una conducta cada vez mas marcada con manifestaciones incoherentes, imprecisas y estrafalarias, bien vista por incautos seguidores, muchos de los cuales han caído en la adulancia, con una despersonalización tal, que se hace fácil entenderlos sin lenguaje.
Hemos indicado a Baduel, que su código anti capitalismo de Estado, para enfrentar como distorsionado el “Socialismo del Siglo XXI” nos dio la pista para entender la atroz revelación histórica, que ha guiado a Chávez en sus locas y pueriles propuestas para tratar de corregir los errores que llevaron a Fidel Castro a su fracaso “revolucionario”. Pero lamentablemente, todo remiendo deja ver las costuras, por lo que es fácil conocer el hilo y la aguja. De allí, que cuando Chávez inyecta en sus seguidores, algunos “intelectuales”, su idea de cambiar el comunismo por socialismo nos envía a 1918 y 1921 (curiosa coincidencia del 2008 al 2021), época del “comunismo de guerra”. Fracaso histórico que es digno de recordar para decirle NO al intento chavecano.
El llamado Comunismo de Guerra fue instituido en Rusia por Vladimir Lenin en marzo de 1921, al término de la guerra civil. La nominación la asume para referirse a los criterios económicos aplicados a la política económica y social de la RSSFR durante la Guerra Civil, que iniciada en 1918 finalizó en marzo de 1921.
Algunas de las medidas de este comunismo de guerra fueron el fruto de la ideología comunista y tenían como objetivo el desarrollo de la economía socialista de Estado, que el régimen consideraba como el primer paso hacia el comunismo. Otras eran respuestas pragmáticas a los apremiantes problemas económicos, especialmente a la grave crisis económica y la necesidad de equipar al Ejército Rojo durante la Guerra Civil.
Muchas de estas políticas incluían elementos tanto ideológicos como económicos, y los historiadores han debatido sobre la importancia relativa de cada uno de ellos en el marco de la política económica comunista de la época, de las que podemos mencionar los siguientes: la incautación de los productos agrícolas, la nacionalización de la industria, el control estatal del comercio, el control centralizado de la producción y la distribución, la asignación estatal de los recursos y la sustitución del dinero por el sistema del trueque.
El colapso económico en que sobrevino el país durante la Guerra Civil, impulsó al gobierno a llevar a cabo la nacionalización de los medios de producción, y la ideología marxista del régimen consideraba este objetivo como deseable, debido a que la propiedad estatal de los medios de producción se concebía como la base del poder político.
Del mismo modo, Lenin y otros líderes estaban a favor de la abolición del dinero tanto por motivos ideológicos como, probablemente, porque el papel moneda había perdido valor a causa de la inflación incontrolada; sin embargo, los campesinos se resistían a vender los productos agrícolas a cambio de dinero devaluado, actitud que dificultaba la obtención de los suministros necesarios para el Ejército y los trabajadores de las ciudades.
En todo este proceso, la acción represiva de los comunistas tildó al campesinado de ‘enemigos de clase’, aplicándoles posteriormente una dura política de apropiaciones mediante la aplicación de los llamados ‘ejércitos del grano’, que consistían en la incautación de todos los productos alimenticios de las zonas rurales.
A finales de la Guerra Civil, el gobierno prosiguió, e incluso intensificó la política de incautación y control, propios del comunismo de guerra, que alcanzó su punto máximo en 1920, con las propuestas de militarización del trabajo, apadrinadas principalmente por Liev Trotski, según las cuales, los trabajadores de algunas áreas serían obligados por el gobierno a trabajar en zonas e industrias determinadas, quedando además subordinados a una disciplina militar.
Sobrevino también la implantación del servicio laboral universal (pudiéramos llamarlo comunal), impuesto en 1920, consistente en la formación de ejércitos de trabajadores a los que se asignaban unidades del Ejército Rojo para trabajar en la industria o en la agricultura. A consecuencia de esto, la producción agrícola e industrial disminuyó precipitadamente, al extremo que durante el invierno de 1920-1921, se desató una hambruna provocada por la sequía, la situación del control poblacional y la privación general.
A todo esto hubo una creciente oposición de los campesinos a la incautación del grano y el rechazo a las impopulares medidas gubernamentales, que motivaron grandes huelgas y revueltas en todo el país, cuya respuesta del gobierno fue endurecimiento de la represión.
En marzo de 1921, los marineros de la base naval de Kronstadt, que anteriormente habían sido ardientes aliados de los bolcheviques, encabezaron una revuelta contra la dureza de la política económica y la represión de las huelgas, lo cual debilitó la confianza en el régimen y contribuyó al abandono del comunismo de guerra en favor de la Nueva Política Económica (NEP), defendida por Lenin y aprobada en el X Congreso del Partido Comunista en marzo de 1921.
La NEP relajó el control del gobierno sobre la economía, particularmente en el sector agrícola, y permitió la existencia de algunas empresas privadas para facilitar la recuperación económica. No obstante, los comunistas declararon que se trataba únicamente de un aplazamiento temporal antes de reanudar la marcha hacia el socialismo. Mas tarde, el dirigente soviético Iósiv Stalin retomó muchas de las medidas del comunismo de guerra en su política de industrialización en la década de 1930 y en el sistema económico soviético que de ella surgió.
Cuando cesaron las hostilidades y quedó consolidado el régimen soviético, el gobierno inició la restauración de la economía, y aunque Trotski y otros dirigentes preferían mantener esta rígida política de guerra para continuar la evolución hacia el comunismo, Lenin optó por reducir la gravosa economía de guerra impuesta a los agricultores, para estimular la producción agraria, mitigó los controles sobre la industria y el comercio para permitir la creación de pequeñas empresas que lograran aumentar la producción, todo, mediante un plan denominado Nueva Política Económica (NEP), adoptada en 1922 por el Partido Comunista Ruso. Durante otros sesenta años, de fracaso en fracaso se produjeron ensayos económicos hacia el tan deseado socialismo, que concluyó, como todos sabemos, cuando a finales de 1988 Mijail Gorbachov propone la perestroika y la glasnost, reconociendo el fracaso y cerrando el socialismo en la URSS. Queda a salvo el “mar de la felicidad” de Fidel Castro, que es emulado para nuestra desgracia por su alumno Chávez.