Opinión Nacional

Neopopulistas y majaderos

El populismo supone como forma de hacer política aparte del carácter movilizador, un estilo y quehacer que cada vez más tiende a ser desarrollado ya no a nivel de instituciones y organizaciones, sino a nivel de individuos y personas. Por lo tanto, el populismo supone como condición la exacerbación del líder y consecuente una personalización del poder y de la política respectivamente. Parafraseando a Felipe Burbano de Lara caracterizaríamos al populismo como una forma ideología y practica basado en un liderazgo altamente personalizado que emerge de una crisis institucional de la democracia y del Estado en América Latina, en sintonía con un deterioro de las identidades tradicionales con determinados regímenes de partidos y ciertos movimientos sociales, y naturalmente con un desencanto general frente a la política, como rasgos presentes en la emergencia de liderazgos al estilo de Chávez en Venezuela, Evo Morales en Bolivia o el propio Ollanta Humala en el Perú, como los grandes neopopulistas y majaderos latinoamericanos.
Es aceptado por todos que dentro de las variables definitorias del populismo latinoamericano esta la de el empleo de una retórica fragmentada, maniquea en el campo político entre pueblo y oligarquía, y atribuye a estos sujetos posturas morales y éticas irreconciliables, sobre las cuales precisamente se diseñan las estrategias excluyente. Asimismo, sobresale en lo que concierne a América Latina su incompatibilidad con los compromisos y arreglos institucionales exigidos por las democracias liberales o modernas, y por ende, el empleo de un discurso y retórica altamente conflictiva contra el llamado imperio, el neoliberalismo y el mercado como fuente de sustentación política frente a la propia ineficiencia y corrupción como sucede de forma acabada en Venezuela con el discurso patriotero y hostil del presidente Chávez tratando de reproducir un supuesto enemigo externo.

Indiscutiblemente somos muchos los que coincidimos que si bien es cierto el populismo se vio como una forma de ensanchar los limites de participación impuestos por los regímenes oligárquicos, y en ese sentido se le atribuyó efectos democratizadores, siempre generó graves tensiones e inestabilidades políticas, que a la postre volvieron dudosos sus efectos reales, nuestra región latinoamericana es rica al respecto. La realidad y reemergencia de liderazgos de variado cuño, procedencia y discursividad en los noventa nos ha obligado a tipificar a los mismos como neopupulistas para calificar y definir a los nuevos actores políticos que han surgido en la democracia latinoamericana y que se sustentan en liderazgos cuyo vínculo con el electorado está mediado por un prestigio social obtenido al margen de la política, a través de una labor asistencialista desplegada por medios no convencionales, una precariedad ideológica sustituida por la imagen pública del caudillo y el claro predominio de la dimensión simbólica de la representación política (carisma) respecto a la dimensión institucional (partido).

Dentro de las condiciones de emergencia del neopopulismo en la región latinoamericana figuran: la crisis de los partidos políticos tradicionales; la desconfianza en el liderazgo tradicional e institucional muy desacreditado en la región; la urgencia de buena parte de la población de un mensaje de esperanza y de cambio; graves crisis económicas con incremento sustancial de la pobreza; la creencia de que personas no vinculadas a la política tradicional, provenientes del estamento militar, empresarial, cultural y otros pueden transformar nuestras economía y sociedades.

El triunfo de Chávez o de Evo Morales, revela una situación de “desbordamiento institucional” situación esta en la que la política rebasa así a las instituciones y se instala de esa forma en redes informales (líderes, pequeños grupos y organizaciones, etc.) lo cual pone de manifiesto que la toma de decisiones ya no radica únicamente en el seno de las instituciones (corporaciones, partidos, parlamentos, etc.) sino que transciende a esferas muy reducidas e individuales, prácticamente en manos de los caudillos electos donde poco importa un proyecto, una visión de país, y en detrimento del mismo prevalece la visión particular del presidente de turno que en caso venezolano se define como parroquiana, histórica y desfasada en la que converge un supuesto socialismo del siglo XXI con rasgos cristianos, revolucionarios, antiglobalizantes, bolivarianos y anticapitalistas. América Latina indiscutiblemente atraviesa una etapa regresiva en lo democrático e institucional, donde la política no solo pierde su lugar central, la informatización deja a la política estrechamente fuera de lugar, en todos lados y en ninguna parte pero fundamentalmente en manos de populistas y majaderos, dueños del poder, amos de la nación que en el caso venezolano llegan al extremo de plantear el exabrupto de gobernar hasta el 2031. Veremos…
(*) Profesor de la Universidad de Los Andes

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