Opinión Nacional

Nadie muere por una mentira

Nadie está dispuesto a morir por una mentira propia; menos aún por una ajena. Ni siquiera los condenados a prisión por un delito, que siempre confiesan las mentiras propias y ajenas para reducir su condena. Los discípulos de Jesús murieron por sostener que Cristo había resucitado y ascendido a los cielos. Ellos lo presenciaron y, aunque materialmente no podían probarlo, sin embargo estuvieron dispuestos a morir y, de hecho, murieron por pregonar esa verdad. No anduvieron inventando historias fabulosas para luego tener que pagar con sus vidas tan alto precio.

Trasladando este ejemplo al mundo político venezolano, podemos asegurar que nadie, ni mucho menos un militar digno, estará dispuesto a morir (“patria, socialismo o muerte”) por una patria que va dejando de ser nación libre para convertirse en la hacienda de un capataz incapaz; ni mucho menos van a ofrendar sus vidas por un socialismo inexistente que solo defeca en la perturbada cabeza de un autócrata fraudulento. Hasta el más ignorante de los venezolanos sabe que el cacareado socialismo y/o comunismo del siglo XXI, ha sido una experiencia frustrada en la Unión Soviética y en la Cuba de Fidel, donde solo ha diezmado, esclavizado y condenado a la pobreza crónica a toda la población.

En Venezuela, sí acaso, quienes pudieran estár ganados para morir por semejante utopía, son Chávez y sus secuaces, quienes terminarán matándose entre ellos mismos o yendo a parar a la cárcel por genocidas y traidores a la patria. Por cierto, el 11 de Abril Chávez no muere en aras de su revolución bonita, sino que mata por ella a los de la oposición, y, encima, el muy cobarde pide que lo envíen a Cuba para no encarar la justicia. En venezuela, aparte de los susodichos y unos cuantos trasnochados, nadie más está dispuesto a avalar fusilamientos en serie (5.000.000 por la medida pequeña) ni éxodos en masa de compatriotas hacia el exterior (hasta ahora 350.000) en busca de respeto a sus derechos individuales, seguridad, trabajo, democracia y libertad. Los ingenuos que por ahora están donde los pusieron, es decir, donde hay, o recibiendo su mesada o beca, más temprano que tarde despertarán de sus tumbas y se darán cuenta que no solo de pan vive el hombre, sino que para que la vida tenga sentido y atractivo se precisa de una sociedad sin odios, sana mental y espiritualmente, así como de una familia honestamente próspera y feliz; de verdaderos amigos… Esos son los más caros valores que constituyen la patria, lo cual solo es posible enaltecer y garantizar a través de un sistema de gobierno democrático.

“Patria, socialismo o muerte” no son sino cantos de sirena y una cortina de humo de una camarilla de parásitos locales y foráneos que están acabando con el presente y el futuro del país. Y, esos espavientos de “hombre nuevo”, que dicho de paso sea son una horripilante copia adulterada del “nuevo nacimiento” predicado por Jesús, no son más que pataditas de ahorcado de un tirano que necesita mentir hasta el cansancio y alimentarse de sangre jóven con sus reservas paramilitares, para sostenerse en el poder a cómo de lugar. Ni siquiera entre sus secuaces estaría alguno dispuesto a morir por las mentiras del otro. En todo caso, a silenciar al “camarada” para que no las descubra. Asi [están] las cosas, diría el recordado periodista Oscar Yánez.

«la fortaleza no brota de la capacidad física; emana de una voluntad indomable» (Gandhi

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