Nacionalizar la Presidencia
Puedo decir con tanta propiedad como tristeza que nunca, nunca antes, Venezuela vivió un tiempo tan menguado, tan mediocre, tan triste ni de mayor quiebra de principios y valores fundamentales que los de estos nueve años de Hugo Chávez. La historia no lo absolverá. Ya es uno de los deudores más perversos de las actuales y futuras generaciones. La forma en que ha entregado las riquezas del país a costa del empobrecimiento general, de la asfixia calculada del aparato productivo privado, la destrucción de PDVSA por la vía de la ineficacia y la corrupción tolerada desde las alturas del régimen y, entre muchas cosas más, la entrega de la soberanía nacional al castro-comunismo cubano en áreas tan importantes como la salud, educación, turismo, identificación y extranjería, registros y notarías, seguridad interior, servicios de inteligencia civiles y militares, política exterior, fuerza armada y paramilitarismo uniformado y los múltiples acuerdos y conductas cediendo espacios económicos y territoriales a gobiernos y organizaciones subversivas del continente y del mundo, lo condenan desde ahora y para siempre como el único presidente apátrida que ha gobernado a Venezuela. Es hora de reaccionar con todo el vigor que podamos.
Cuando la payasada irracional de la Faja dijo que al fin estaba nacionalizado el petróleo, que nacionalizaría el comercio y la industria de los alimentos, la banca y los seguros como ya lo hizo con las compañías de teléfonos y electricidad y pronto con Radio Caracas Televisión y paremos de contar. Ni siquiera distingue entre nación y estado o entre ambos y la persona individual o jurídica, o la familia como núcleo central de toda sociedad. En síntesis, es duro decirlo y penoso reconocerlo, pero como bien dijo recientemente un periodista español, estamos en presencia de un bufón ideológico, un saltimbanqui grotesco capaz de hacer mucho daño en Venezuela y con relación al mundo. Con esto no pretendo menospreciarlo. Todo lo contrario. Se trata de alertar frente al grave peligro que atraviesa un país que desaparece como república democrática en nombre de una revolución socialista a la cubana, aliada de los movimientos y gobiernos más forajidos del planeta.
Venezuela lo que sí necesita es la nacionalización urgente de la Presidencia de la República. La reducción controlada del poder del estado y del gobierno como una de sus ramas fundamentales. El problema es que para hacerlo tenemos que nacionalizar a Chávez. Es decir, ponerlo al servicio de la nación entera, de su gente, de su seguridad, de su integridad territorial y no al servicio de quienes manejan el tablero internacional para el que trabaja. Pedir la renuncia de un presidente o trabajar para cambiarlo, es normal en cualquier democracia. Mucho más si quien lideriza cuanto rechazamos está confeso como el primer desestabilizador de la comarca. Subversiva es la tesis de la “revolución permanente” y lo de la presidencia vitalicia.