Opinión Nacional

Mongólicos no: malvados e inescrupulosos

Hace muchos años, viviendo en España la fascinante etapa de la transición – esa búsqueda desesperada de un futuro democrático como aquél por el que hoy millones de ciudadanos estamos luchando en Venezuela – leí uno de los documentos autobiográficos más conmovedores que he tenido la fortuna de tener en mis manos: el gran pensador español José Luis Aranguren, discípulo de Ortega y Gasset, confesaba sentirse privilegiado por la gracia que Dios se dignara para con él: lo había escogido dándole un hijo nacido bajo el síndrome de Down.

Quien haya tenido la fortuna de conocer a uno de esos seres maravillosos puede comprender lo que el profesor Aranguren quería comunicarnos: no sólo verse sometido a la prueba excepcional de mostrar ante el Ser Supremo su capacidad de aceptación del destino, sino ser tocado por esa varita mágica que esos seres excepcionales traen consigo. Son los seres más angelicales, generosos, dulces y desprendidos que es dable imaginar entre quienes hemos sido dotados no sólo de la capacidad de distinguir el bien del mal, sino lo que es infinitamente peor: ejercer el mal hasta niveles inimaginables entre las peores y más feroces especies del reino animal. Quien lo dude, que piense en Hitler, en Stalin, en Augusto Pinochet, en Fidel Castro.

Volví a recordar la maravillosa confesión de José Luis Aranguren cuando un ser aparentemente normal como el diputado Nicolás Maduro hacia profesión de prepotencia, de arbitrariedad, de inescrupulosidad y sevicia señalando a voz en cuello que, como lo dijese con todas sus letras la versión femenina de esa misma canalla, harían en la Asamblea “lo que les diera la gana”, porque a diferencia de la oposición “no son mongólicos”. He vuelto una vez más a recordarlo al saber del monstruoso asesinato cometido por los esbirros del régimen – ¿o es que los funcionarios uniformados que les cayeron a tiros a seis jóvenes venezolanos en la Kennedy son marcianos pertenecientes a una cuarta dimensión?
Patricia Poleo ha puesto los puntos sobre las íes de este reino al revés: esos veintitantos funcionarios del Estado son esbirros del régimen y de su crimen deben dar cuenta sus jefes. A la cabeza de los cuales quien ha alimentado esta monstruosa siembra de odio, el mismísimo presidente de la república. Y bajo el cual cumplen tareas de encubrimiento seres cuya maldad, inescrupulosidad y sevicia no será olvidada por la Venezuela honorable: Isaías Rodríguez, Jesse Chacón, García Carneiro. Un ser de una mediocridad vergonzante y de un comportamiento rayano en la estulticia, pretende hoy pedirnos que estos crímenes de Estado, cometidos bajo el reino de la impunidad más absoluta “sean despolitizados”.

A esta tribu de la infamia, que avergüenza a la peculiar humanidad del ser venezolano, hay que sumar los estultos, como este singular “defensor” del pueblo. No son mongólicos: para su inmensa desgracia, son malvados, estúpidos e inescrupulosos.

Que Dios los ampare.

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