Modales
Ha circulado profusamente un video -en youtube- del ex vicepresidente de la
Asamblea Nacional y actual Ministro del Trabajo, Roberto Hernández
Whonsiedler, sacándose la prótesis dental superior (vulgo plancha) en
repetidas oportunidades, mientras presidía con cara de fastidio una sesión
del parlamento. Los remitentes del video le han dado los más diversos
calificativos al comportamiento en público de alguien que ha alcanzado tan
altas posiciones. Todos coinciden en que se trata no solo de una carencia
total de glamour, sino de la educación mínima que antes nos daban en casa
nuestros padres y que la escuela complementaba.
No se crea que las burlas y críticas derivan de la condición de comunista
irredimible y de chavista estructural de quien fue mi condiscípulo en el
Liceo Andrés Bello. Un importante dirigente de mi partido AD, en los nunca
bien ponderados tiempos la cuarta república, solía lanzar escupitajos en el
piso sin importar donde estuviera y luego tratar de hacerlos desaparecer con
la suela de su zapato. Se podrán imaginar el estropicio si el lugar estaba
alfombrado. De haber sido captada en video aquella imagen y de existir
entonces el youtube, también el insigne adeco habría sido sometido al
escarnio nacional e internacional como le ocurre hoy a Hernández Whonsiedler
Cuando una iba a la escuela ya no estaba en boga el Manual de Urbanidad de
Carreño, pero nuestros maestros seguramente lo habían leído y algo habían
captado nuestros padres: no escarbarse los dientes en público ni con las
uñas ni con palillos, taparse la boca para toser, no sonarse la nariz sin
tener a mano un pañuelo y sin apartarse del grupo en el que se está,
etcétera, etcétera. Suponemos que nada de eso está en el currículum
comunistoide y racista que el ministro Adán Chávez, el primer hermano de la
República, trata de imponer en las escuelas del país y que es rechazado por
la gran mayoría de los padres y maestros venezolanos. La pregunta es a quién
corresponde enseñar lo que antes se llamaba modales y que no son más que
normas de comportamiento social.
En España acaba de ocurrir el sonado caso de un niño de diez años de edad
que golpeó salvajemente a un compañero de curso. Un tribunal condenó a su
madre a indemnizar a la familia del agredido. El abogado de la madre
condenada alegó que la escuela era la culpable de lo ocurrido, pero el juez
concluyó que hay normas de comportamiento que deben ser inculcadas en el
hogar y que la escuela no puede cargar con esa responsabilidad. Si
trasladamos el caso a la Venezuela de hoy sería imposible culpar a la
escuela pero también a los padres. ¿Quién educó a esa masa de madres y
padres marginales que nacieron y sobreviven en condiciones precarias? ¿Cómo
exigir normas de cortesía y de respeto por los demás, a padres y maestros y
niños sometidos a diario a una descarga televisiva de vulgaridades,
violencia verbal e incitación a la física, chabacanería, agravios,
humillaciones y matonerismo que provienen nada menos que del primer
magistrado de la Nación?
Un currículum que pretenda formar verdaderos ciudadanos y no loros
repetidores del menestrone ideológico del chavismo, debería comenzar por
inculcar a los maestros (que en gran parte provienen de hogares tan
desestructurados como los de sus alumnos) las bases para vivir
armoniosamente dentro de un colectivo y para no ofender ni molestar con sus
acciones y hasta con gestos, a las personas que lo forman. Basta ver el
máximo subdesarrollo con que venezolanos de todas las edades y procedencias
sociales utilizan los ascensores, para entender por qué estos casi siempre
están dañados: presionan al mismo tiempo los botones de subida y de bajada,
les dan golpes y dejan el dedo pegado en el botón de llamada porque creen
que así el ascensor los complace más rápido. Hasta algo tan simple como eso
debería formar parte de la educación mínima que tendría que impartir la
escuela. Culpar al actual gobierno de esa falta de modales para conducirse
como personas civilizadas y respetuosas del otro y de la propiedad ajena,
sería injusto. Los problemas vienen de muy atrás. Pero lo inaceptable es que
al pretender cambiar de raíz las bases de la educación venezolana, se
privilegie inculcar las ideas que bullen en la mente afiebrada del teniente
coronel Chávez antes que las enseñanzas mínimas que distinguen a una persona
del siglo XXI de un hombre de cromagnon.
El currículum que hoy enfrenta a maestros y a padres contra las barrabasadas
de Hugo Chávez y de quien fue su mentor político y ahora ministro de
Educación, deriva de lo que el presidente maestro, estratega militar, médico
ingeniero, economista, experto petrolero, guía religioso, crítico literario
historiador, geógrafo, antropólogo, psicólogo, sociólogo, poeta, coplero,
cantante de distintos géneros y bailarín de joropo; expone a la nación en
sus cada vez más largas y frecuentes cadenas radiotelevisivas. El 23 de
abril, día del Idioma y del Libro instituido por la Real Academia Española
por ser la fecha del fallecimiento de Miguel de Cervantes, Chávez dictó una
clase magistral televisada a su pupilo Evo Morales quien se encontraba en
Caracas, sobre la significación de esa fecha. Al recordar que es la misma de
la muerte de Shakespeare le preguntó a Evo y a todos los televidentes y
radioescuchas: ¿Por qué nos quieren imponer una celebración colonialista?
¿Por qué se privilegia a Cervantes y a Shakespeare y se ignora a los
escritores de la lengua aymará?
Eso basta para deducir que lo que se pretende es un retorno a la época en
que nuestros indígenas -en su mayoría nómadas- vivían de la caza y de la pesca
y cuando mucho fabricaban un arco, una flecha, una torta de harina de yuca o
casabe y una vasija de barro. Pero es una vuelta al pasado aderezada con resentimiento,
con xenofobia y con estímulos a la vagancia y al pedigüeñismo: el venezolano nuevo ni
siquiera tiene que molestarse en cazar o pescar, todo se lo proveerá la revolución gracias
al padrecito Chávez y al petróleo. Solo en este punto el imperio y el colonialismo no merecen ninguna condena del teniente coronel. Pero aplaude a Evo cuando en su lengua aymará -que suponemos será obligatoria como sustitutiva del inglés- suele decir: “Causachum coca,
huanuchum yanquis”, o lo que es lo mismo: «por la causa de la coca, mueran los yanquis».