Opinión Nacional

Mitos que agonizan

El referéndum del 2 de diciembre fue traumático para el «proceso bolivariano». Como ha sido señalado por otros comentaristas, se trató de una derrota estratégica y no de un simple revés táctico para Hugo Chávez y su proyecto neo-comunista.

Una derrota estratégica derriba mitos y cambia la correlación de fuerzas en pugna. Fueron seis los mitos heridos por el resultado electoral: 1) Que en Venezuela ha habido una revolución. No es cierto. Las revoluciones no pierden elecciones y tienen quien las defienda. Las milicias y círculos bolivarianos no actuaron porque no están dispuestos a matar por Chávez. 2) Que el pueblo sigue los pasos de la revolución. No es cierto. Buena parte del pueblo dió la espalda al proceso pues está frustrada y desilusionada. 3) Que Chávez es políticamente invulnerable. No es cierto. Perdió y de mala manera. 4) Que la FAN es revolucionaria. No es cierto. Los militares son también venezolanos. No quieren la guerra sino la paz, están cansados de la belicosidad y delirio presidenciales, y tampoco matarán por Chávez. 5) Que en Venezuela existe un serio peligro de guerra civil. No es cierto. La mayoría siente que hay espacio para la reconciliación. 6) Que los venezolanos ven con simpatía el socialismo. No es cierto. Saben que el capitalismo genera prosperidad y el socialismo miseria.

La nueva correlación de fuerzas muestra un régimen y un caudillo debilitados, que deberían cambiar pero no lo harán. Seguirán arruinando al país hasta que sea intolerable soportarles. En lo posible habrá que permitirles que naufraguen por sus propios medios cuando llegue su tiempo y sin premuras. Sólo los errores de la oposición podrían salvarles.

Algunos partidarios del «proceso» se engañan sobre el significado del referéndum. Tapan el sol con un dedo. La pauta la dicta Chávez, cuya capacidad autocrítica se extinguió hace rato y quien está dispuesto a reanudar su absurda guerra en medio de la nada.

Nunca he militado en el partido del optimismo a ultranza y procuro ser realista. Por años desesperé de los contratiempos que minaban la lucha democrática contra el oprobio chavista, y deseo ahora reconocer la verdadera magnitud de la victoria obtenida hace diez días. No para asumir poses triunfalistas sino para mirar las cosas en su justa medida. También para sumar mi voz de alerta a la dirigencia opositora, al movimiento estudiantil, y a los que han entendido que el rumbo revolucionario nos condena al fracaso, al dolor, al atraso y la desesperanza. Digo entonces con la necesaria ponderación a la oposición: No es momento de propuestas extemporáneas y extravagantes.

Es tiempo de paciencia y firmeza principista. El pueblo que cuestionó a Chávez podría aferrarse a su desgastada leyenda si percibe en la oposición mera ambición de poder y carencia de sentido de las proporciones.

Es hora de presentar al país una visión de futuro, diferente al destructivo proyecto chavista. La misma debe tender un puente entre lo que existe y lo que debería venir. Para que esa propuesta avance en su momento con fluidez, será crucial proteger con programas sociales eficientes a los pobres, y a la vez crear oportunidades para liberarles de la humillante dependencia del paternalismo del Estado. La oposición democrática debería al fin entender que los venezolanos no queremos el socialismo, y que la oferta de un capitalismo socialmente responsable bajo el imperio de la ley es la única capaz de sacar a Venezuela adelante, abandonando el populismo y tratando a las personas con respeto a su dignidad esencial.

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