Opinión Nacional

Mis cubanos

Una de las cosas que resulta más difícil en la vida es decir adiós. Con razón se citan tanto la frase de Schopenhauer «cada adiós es un anticipo de la muerte» y el poema del francés Edmond Haraucourt, « partir es morir un poco ».

Una canción venezolana dice « despedirme no quisiera, porque no encuentro manera »…

En los próximos días tendré que decir adiós a dos extraordinarios seres humanos a quienes conocí a través del Programa de Equinoterapia Negro Primero de Fuerte Tiuna, en el que participa mi hija Carolina: Carlos Escalona y Santiago Reyes, cubanos voluntarios de la Misión Barrio Adentro. A ellos debo no sólo avances en la motricidad de Carolina, sino también y fundamentalmente, comprensión y cariño.

¡Hay que ver con cuánto amor tratan a sus pacientes !… ¡Hay que estar allí para conocer su dedicación, capacidad de trabajo y excelencia en el desempeño ! Ha sido un privilegio haberlos conocido y me duele cuando personas que no conocen su labor hablan en general de « los cubanos », con desprecio. Son difíciles los tiempos que vivimos y muchas las historias sobre la presencia de cubanos en Venezuela. En este momento no quiero entrar en ese debate. Sólo quiero despedir a Carlos y a Santi, mis cubanos, porque los conozco y los quiero.

Hace poco, Carlos le regaló a Carolina un llaverito con « La Giraldilla », el símbolo de la ciudad de La Habana. Le contó la historia de amor detrás del símbolo, la de Hernando de Soto, Capitán General de Cuba, quien como Adelantado de Florida partió hacia esa península y dejó en la isla a su mujer Isabel de Bobadilla. Doña Isabel esperó a su esposo durante largos años en la atalaya del Castillo de la Real Fuerza, desde donde oteaba el regreso de las naves que lo traerían de regreso al hogar. Eso nunca sucedió: de Soto murió de fiebre en el Río Mississippi, y dicen que doña Isabel murió de amor poco después.

«Carolina, acuérdate de mí cuando veas a la Giraldilla», le dijo Carlos.

Hablo por Carolina, por mí y por muchos otros que los conocen y los quieren, cuando digo que no necesitaremos ver a La Giraldilla para recordar a Carlos y a Santi. Por lo que han sembrado en Venezuela, ellos están sembrados para siempre en nuestros corazones.

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