Mirar para otro lado
En materia de inseguridad y justicia el gobierno revolucionario acostumbra a mirar para otro lado. ¿Cuando hemos oído a Chávez tocar el tema de la inseguridad que constituye preocupación nacional? Su estrategia es ignorarla y no mencionarla.
Cuando en el país mueren de forma violenta 12.000 personas anuales, cuando organizaciones reportan más de 2.500 secuestros en los últimos nueve años, cuando en las cárceles mueren 460 detenidos al año de una población de 24.000, podemos comprobar que el país idílico que la revolución nos intenta dibujar está bien lejos de la realidad y que la impunidad campea por sus fueros.
Coincidimos con la respuesta que el gerente general de Globovisión diera al presidente de la república que pidió al canal que rectificara su línea informativa si quería evitar que lo cerrara, cuando le dijo, que el medio televisivo no tenía que rectificar pues era tan solo un vocero de las inquietudes de la mayoría de los venezolanos.
El gobierno se rasga sus vestiduras cuando organismos internacionales de derechos humanos lo acusan de manipular la justicia para perseguir a sus opositores. Pero existen pruebas contundentes que las imputaciones sin evidencias, contra dirigentes democráticos, son fabricadas en laboratorios penales revolucionarios.
La justicia revolucionaria cuenta con jueces y fiscales complacientes en cuyas manos caen los juicios emblemáticos dentro de un manipulado y corrompido sistema judicial que practica detenciones arbitrarias, grabaciones inconstitucionales, ataques a la moral individual, acoso a abogados defensores y violaciones al debido proceso.
Una última modalidad lo representa la criminalización de las protestas ciudadanas. El sicariato alentado por el gobierno ha asesinado a decenas de sindicalistas. Trescientos estudiantes están sometidos a régimen de presentación con prohibición de salida de su ciudad. El único obligado a rectificar, es Chávez.
