Opinión Nacional

Migraciones chimbas

Este caso de los 108 «migrantes», es decir los 6 paracaidistas que Chávez designó como candidatos para 6 gobernaciones, más sus familiares, guardaespaldas y seguramente algunos coleados, es un problema pero no por lo que la rectora Socorro Hernández cree ­y trata de minimizar­, y es que su número es tan pequeño (0,0005% del REP), que no incidiría en los resultados electorales. Se equivoca la señora. Este no es un problema estadístico. Es un problema político y no de poca monta. Así hubiera sido un solo migrante, el problema es igual. Se trata del desprecio y la desaprensión con la cual el equipo gobernante, incluyendo a las 4 rectoras del CNE, maneja la Constitución, las leyes y los reglamentos. Desde luego, no se trata de un asunto novedoso. Chávez ha establecido la pauta, con sus persistentes y sistemáticas violaciones a la Constitución. De modo que cualquier funcionario, del rango que sea, se siente autorizado a proceder de igual manera. «Si el jefe lo hace, ¿por qué nosotras no?», habrían reflexionado las cuatro damas.

El caso, como es sabido de todo el mundo, consiste en que una vez cerrado el Registro Electoral el pasado 15 de abril quedó clausurada cualquier posibilidad de realizar modificaciones en la larga nómina de electores inscritos. Cerrado el Registro ya no caben cambios que incluyan o excluyan electores o que muden a estos de su lugar de votación habitual a uno distinto.

Que es exactamente lo que ocurrió.

108 compañeritos del partido, familiares y allegados a los seis candidatos, fueron trasladados de Caracas a los estados donde sus parientes van a competir por la gobernación.

No es difícil inferir que las cuatro rectoras del CNE, obviamente siguiendo instrucciones, violentaron el reglamento que el propio CNE, es decir, ellas mismas, elaboró. Se trata, pues, de una regla de juego vulnerada en medio del proceso, fuera del tiempo legal para ello. Es una cosa gravísima, que compromete la credibilidad y la seriedad del organismo. No se trata, por supuesto de que el CNE nunca ha cometido una falta. Al contrario, sus omisiones vergonzosas ante el ventajismo rampante del gobierno y sus candidatos, constituyen una muestra de la parcialización del organismo, de su subordinación a las exigencias y a la voluntad del gobierno, lo cual ya hace dudosa su solvencia como arbitro. Pero en este caso de los migrantes la mayoría chavista del CNE no pecó por omisión sino por acción. Deliberadamente y a conciencia no se detuvieron ante evidente falta que habrían de cometer, lo cual podría significar que la puerta está abierta para otras jugarretas semejantes. Desde luego, cabría esperar que después de «cazadas» con las manos en la masa, las cuatro rectoras no insistan en prácticas reñidas con la ley.

La moraleja, para las fuerzas alternativas, es que «cuidar» los votos no es sólo garantizar que no haya chanchullos con estos, sino estar muy mosca ante el respeto a las reglas del juego, para impedir marrullerías ventajistas como las de los 108.

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