Opinión Nacional

Mentiras ciertas y genocidios imaginarios

La persona, sin un conocimiento de su historia, sus orígenes y su cultura, es como un árbol sin raíces. La única forma de entender el presente y de construir acertadamente el futuro, es conocer nuestro propio pasado. Porque no hay páginas vacías de la Historia. Las páginas vacías solo existen en nuestra mente, en nuestro conocimiento. Y de esas páginas vacías, nacen los grandes y profundos errores de los pueblos. De ahí que una vez más insista en la decisiva importancia que la formación y la cultura, tienen en el desarrollo de cualquier sociedad.

El amigo íntimo de Hitler y ministro de propaganda en la Alemania nazi, Paul Joseph Goebbels, estaba en lo cierto cuando decía: “Miente, miente, miente que algo quedará; cuanto más grande sea una mentira, más gente la creerá”.

Es en la afirmación del ministro nazi, en la que se fundamentan la mayor parte de las tesis de los partidos nacionalistas y lo que propagan aquellos que sustentan el delirio de romper España, no son una excepción.

Los nacionalismos han constituido en nuestro país, uno de los principales problemas desde el siglo XIX, y actualmente constituyen, por su gravísimas consecuencias, el mayor reto político que tenemos planteado, incluso superando al presentado por la crisis económica por la que atravesamos.

Es cierto que un grupo minoritario de españoles, estamos preocupados por esta deriva iniciada por aquellos que, envolviéndose en una bandera, solo atienden a sus propios y a menudo inconfesables intereses. Sorprende sin embargo la trivialidad con la que la generalidad de la sociedad española encara esta situación. Parece como si fuera una cuestión que no le incumbiese; como si fuese un espejismo que es impensable que se llegue un día a hacer realidad.

No tengo la menor duda de que esta actitud pasiva, se debe al desconocimiento de nuestra propia historia y como no se ama aquello que se desconoce, de ahí la actitud de despreocupación que observamos, frente a la ceguera apasionada de los que pretenden alcanzar nuevos y desconocidos horizontes.

Sin embargo, esta situación, sustentada en las más burdas y grotescas falacias, amenaza con romper la convivencia social y de llevarse a efecto, retrotraer al país a una situación crítica, similar a la que ya vivió nuestro país en los prolegómenos de la guerra civil, de la que muy pocos se acuerdan y muchos menos los conocen.

El actual matonismo nacionalista existente en España, se debe a la falta de una política de Estado, por parte de los dos partidos con opciones de gobierno. Frente a una derecha que a causa de sus complejos ha desertado de sus valores tradicionales, y una izquierda desnortada desde que se produjo el hundimiento del paraíso comunista, carente de una oferta de futuro para la sociedad, el submarino de los partidos nacionalistas, ha abierto brecha entre ambos y está dispuesto a atravesar la barrera de la Constitución, con todas las consecuencias.

Estamos acostumbrados a escuchar decir a los nacionalistas catalanes y a aquellos que por intereses bastardos o ignorancia les votan, que España les roba, les saquea y les explota. Y lo repiten una y otra vez, sin que en el resto de España se escuche una sola voz autorizada, decir contundentemente que esto es mentira. Y no solamente es mentira, sino que son ellos los que desde hace más de un siglo, están desvalijando al resto de España.

Porque tanto Cataluña, como las vascongadas, han gozado históricamente de una situación de privilegio, incluso durante la dictadura. Y lo han disfrutado mientras el resto de los españoles, padecíamos situaciones de profundo subdesarrollo. Ellos fueron los primeros que disfrutaron de autopistas —cierto que de peaje, pero autopistas al fin y al cabo— cuando en el resto de España nos jugábamos la vida circulando por carreteras tercermundistas, en las que cada curva o cada adelantamiento, constituían una trampa mortal.

Me parece de una puerilidad insólita la lucha que hoy, muchos de los que están vivos, mantienen aún contra los muertos.

Cataluña y los catalanes gozaron en su día de una potente industria —hoy en ruinas gracias a la política sistemática y continuada de sus gobiernos nacionalistas— que justificaban al amparo de una falsa imagen de laboriosidad, con menosprecio del esforzado trabajo realizado en inferioridad de condiciones por el resto de los españoles. Nada menos cierto que esta superchería. El florecimiento de su industria textil, hoy superada ampliamente por la iniciativa y creatividad de innumerables empresas establecidas en otras regiones españolas, se debía a la imposibilidad de competir con las firmas establecidas en Cataluña, en virtud de las subvenciones concedidas por los diferentes gobiernos de la dictadura. No solo eso, sino que el régimen, que con razón, tan calurosamente aplaudían en vida del dictador y que hoy tanto estigmatizan, les concedió el privilegio de instalar en su región, el sueño dorado que entonces podría albergar cualquier otra zona española: la SEAT, que tanta riqueza y puestos de trabajo les proporcionó. Como se puede observar, Cataluña siempre ha gozado de una constante política de concesiones, para de este modo tener satisfecha y adormecida la voracidad de su burguesía, que en eso y no en otros valores, fundamentan sus aspiraciones independentistas.

Otro de los artificios construidos para justificar su política secesionista, es el pretendido genocidio cultural cometido durante el franquismo, engañifa sobre la que pretenden fundamentar su feroz ataque al idioma común de todos los españoles, lengua madre de la mayoría de los despreciados charnegos que tanto les han ayudado durante décadas a colocar a Cataluña en una situación de privilegio con respecto al resto de España.

Las lenguas, son vehículos de entendimiento entre los seres humanos y no barricadas de exclusión, como las ahora levantadas, que solo conducen a un empobrecido y decadente aislamiento. Frente a las mentiras propaladas por aquellos que encubren sus espurios intereses personales bajo el manto de una bandera, es oportuno recordar que durante la dictadura que perpetró el presunto genocidio cultural que ahora enarbolan y desde el principio de los años cuarenta, se editaron en Cataluña, obras en catalán y de autores catalanes, como por ejemplo la obra de Mosén Jacinto Verdaguer, a quien el obispo de Vich, Josep Torras i Bages, calificó como «Príncipe de los poetas catalanes».

Podría citar infinidad de ejemplos que echan por tierra las invenciones y engaños de que hoy se sirven los nacionalistas catalanes para romper lo que España viene siendo desde hace más de 500 años. Sin embargo, y a pesar de que lo que afirmaba Goebbels, que era y sigue siendo una realidad, no es menos cierto que “No porque todo el mundo crea en una mentira, esta se convierte en verdad”.

Y bueno será tener presente que, como decía el dramaturgo alemán August von Kotzebue, “Los enanos permanecerán enanos aunque se suban a los Alpes”.

 

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