Memoria de los genocidios
En memoria del señor José Roth, sobreviviente del Holocausto
Las corrientes antisemitas, los grupos neonazis y fascistoides, los fanatismos religiosos y las tendencias a exacerbar los nacionalismos a ultranza son los ingredientes perfectos para que el siglo XXI se convierta en otro siglo de genocidios, e igualar así el triste récord del siglo anterior. ¿Por qué, teniendo casos tan recientes, y algunos que aún hoy continúan, como el genocidio en Darfur ( 400.000 mil muertos y dos millones de desplazados), las causas parecen incrementarse, en vez de desaparecer?… ¿Es que los pueblos son desmemoriados, o no aprenden con la experiencia de los demás?… Es difícil de asimilar que así sea. ¿Qué hace que un pueblo tenga memoria y qué hace que un pueblo olvide?… ¿Se puede hablar de «memoria de los pueblos»?… ¿Qué forma esa memoria?…
Conocí al señor José Roth en la conmemoración de los 60 años de la liberación del campo de concentración de Auschwitz. Me parece estarlo viendo: tenía más de noventa años y estaba tan lúcido como alguien de quince. Era pequeño de estatura, pero con una personalidad de gigante. Me confesó que me leía y me aupó con pasión a que siguiera haciéndolo. Se mostró agradecido por mis escritos en contra del Holocausto. «Siga escribiendo para que la gente no se olvide de lo que pasó… para que no pase nunca más», me dijo. Yo, emocionada, le prometí que así lo haría. La atmósfera del lugar era propicia para comprometerse.
Es difícil escribir sobre el Holocausto sin conmoverse, sin llorar, sin sufrir. Nunca ha debido suceder. El Holocausto o cualquier otro genocidio: Alemania, Rusia, Japón, China, Cambodia, Polonia, Kosovo, Timor Oriental, Iraq… Es algo que nos hace avergonzarnos en nuestra condición de seres humanos, porque fueron seres humanos «normales» quienes cometieron esas atrocidades.
El lema que ha escogido la Fundación para la Memoria del Holocausto de Argentina es: «No queremos que la historia pase. Queremos que sea memoria para el futuro». ¿De qué otra manera serviría la historia si contribuye de manera decisiva a darnos luz sobre los errores que se han cometido, las injusticias en que se ha incurrido, los crímenes que se han perpetrado?
En una conferencia en esa fundación austral el 7 de agosto de 2002, el Dr. David Bankier, miembro del Yad Vashem de Israel, organización que ganó el año pasado el Premio Príncipe de Asturias, habló sobre las diferencias entre los recuerdos y las memorias de los puebls. Recuerdos, dijo, son las experiencias personales, las vivencias que cada quien tiene de una determinada o determinadas experiencias. Las memorias, por otra parte, son la representación colectiva que de esos recuerdos individuales tienen los pueblos. Para que haya memoria tiene que haber recuerdos contados, recontados y vueltos a contar. Es algo parecido a la educación de los niños: hay que repetir, repetir y repetir las mismas historias para que se les grabe en sus mentes y en sus corazones. Para que si llegare el día en que alguien –o algunos- trataran de sembrarle odio a sus semejantes, lo puedan y lo sepan rechazar con toda fuerza.
Los jóvenes deben estudiar los genocidios del siglo XX en toda su macabra dimensión y con toda la crudeza de su horrenda realidad. Si se les hace repetir como loritos que en la Alemania nazi hubo 11 millones de muertos, en la Unión Soviética 20 millones de asesinatos, la mayoría bajo el régimen de Stalin, o que Mao Tse Tung dejó en la China la friolera de 30 millones de bajas, casi todas durante el «Gran Salto Adelante», no se está construyendo memoria. Yo diría que no se está haciendo prácticamente nada. Son menos que los muertos a diestra y siniestra que ven en las películas, sin dolientes, sin dolor. Los jóvenes de hoy, que manejan tanta información, tienen que conocer y ser entes activos en transmitir estos horrores para que no vuelvan a suceder. En ellos está la memoria del futuro.
Ayer se cumplieron 63 años de la liberación de Auschwitz. Sólo 7000 sobrevivieron de una cifra que ronda los varios millones de seres inocentes. Que sus recuerdos sean para siempre memoria de la Humanidad, para que estos genocidios no vuelvan a suceder. ¡Nunca jamás!