Memento homo
De esa misma manera hubiera deseado la muerte política para Hugo Chávez y no ese escape por la tangente que le prodiga honores cómplices y lágrimas inconsolables, tanto de la chulería de sus parapetos latinoamericanistas, como de la ingenuidad que medra en las orillas de la miseria sustentada con becas y misiones empobrecedoras. Me indigna que la muerte haya intervenido groseramente en los asuntos políticos internos de este país. Hugo Chávez era un problema nuestro no de la muerte.
Pero ahora, por esa estúpida intervención, este hombre al que las circunstancias, no las decisiones, otorgaron el poder más absoluto y discrecional que detentara gobernante alguno en esta nación, entra al altar de la patria, cosa que no me perturba, al recordar el destino del cadáver embalsamado de otro caudillo de similares características, Vladimir Lenin – “ay del hombre que de pueblo fíe” – sin embargo me hubiera gustado mucho que mis veinte años de lucha radical, intolerante y frontal contra este caudillo militarista – y sus acólitos inmorales y corruptos – que impuso el parasitismo social como aspiración plena de un pueblo confundido en su ingenuidad, hubiera desembocado en la derrota por el convencimiento político del fraude que en verdad fue su propuesta autocrática pivotada en el azar de los precios peroleros que pagan los países capitalistas, verdaderos sostenes de su régimen.
Que otro gallo hubiera cantado si la cotización de la cesta que afectó al débil Rafael Caldera se mantiene en los primeros años de consolidación del neo caudillismo chavista. Pero así es la vida. Chávez está muerto. Murió de muerte natural. En una escenografía cheispieriana. Rodeado de afectos y ambiciones. Pero eso sí, entre las penumbras de la mentiras y el engaño al pueblo que hasta el último minuto aseguraba que regresaría. “No me dejen morir” sostiene un edecán que le escuchó susurrar en sus últimos instantes al moribundo privilegiado con los portentosos recursos tecnológicos y científicos que ni en sueños recibe ningún venezolano afectado por el mismo mal, que debe sufrir adicionalmente la falta de insumos en los destartalados hospitales públicos. Chávez no murió asesinado como las víctimas del 4F y del 11 de Abril o como los mártires de la Plaza Altamira.
Ni dejado morir como a Franklin Brito, virilmente inmolado por sus convicciones. Sencillamente muerto, como muere cualquier hijo de vecino. Desconectado por decisión familiar para aliviar el horrido sufrimiento al que fue condenado para segregarle impíamente poder a sus latidos mecanizados. Pero, como no soy afecto a los rituales de la hipocresía ni encuentro virtudes ocultas en quien pudo ser justo y decidió no serlo y se negó a gobernar para todos los venezolanos, dividió al país en bandos irreconciliables y prefirió privilegiar gobiernos extranjeros de similar sectarismo antes que invertir seriamente en combatir la pobreza nacional que nos conmueve, debo manifestar que, por mucho que lo acunen al lado de Bolívar, no escapará al juicio inexorable del tiempo, que es un océano en el cual solo flota la verdad.
¿Chavismo sin Chávez?
No existe chavismo sin Chávez con alguna posibilidad de éxito. Porque no existe pollo con dos cabezas ni el chavismo es una Hidra intelectual. Una vez cortada la cabeza el cuerpo del pollo queda saltando hasta, que perdido el reflejo condicionado, se congela. Chávez se encargó personalmente de impedir que cualquier pensamiento propio le hiciera sombra. Tal como con el Che y Camilo hiciera Fidel – el monstruo que le indicó lo que “podía” hacer y no lo que “debía”. Nunca tuvo a su lado quien se atreviera a recordarle que era mortal, que polvo era y en momia se convertiría. Por ello, bajo el inclemente trópico el cuadro es deprimente: Un grupete estupefacto por la real ausencia omnipresente, escudado detrás esa ficción utilitaria que mientan “pueblo”, colectivo que sufre el ahogo consecuente de las pésimas políticas económicas del ahora gobiernillo, con un discurso que destila violencia y odio – debajo de la fina seda siempre la mona – para ocultar la amargura y el miedo que lo embarga. Todos esos gobiernos de mano saqueadora, que se aprovecharon hasta el asco de la inescrupulosidad en el manejo discrecional del tesoro púbico, serán espaldas en el horizonte. Y Raúl Castro asumirá, ya sin pudor alguno, las riendas de Venezuela por interpósita persona, por ello – eso derriba el mito del nacionalismo chavista- Nicolás Maduro – el más obsecuente a los lineamientos castristas – fue designado candidato a suplir la ausencia de Chávez por el voto emocional, como próximo presidente de la república, si la lucidez no dispone otra cosa. .
Ya Chávez no existe…
Sin embargo, sorpresas intuyo: Pues, mientras Chávez mantuvo las riendas del poder, el pueblo chavista sufría los rigores de la incompetencia del gobierno y de las miserables políticas socialistas, bajo la fe de que “Chávez no sabe”. Porque para ese pueblo que mutó a Chávez en una deidad que solamente podía querer su bienestar, todos sus problemas derivaban del desconocimiento que de ellos tenía Chávez. Pero ahora Chávez no existe. Y el gobierno volverá a ser responsable directo de las penurias populares que son muchas y variadas. Pronto se verá obligado a arremeter contra el país entero cuyo recalentamiento suena a protesta multitudinaria, pues no hay ni un solo segmento poblacional que no esté afectado por el corrosivo virus socialista que no paga prestaciones sociales ni salarios al día, destruye la producción nacional, hipoteca las reservas petroleras y despide trabajadores obviando impunemente la inamovilidad laboral. Y esa verdad resquebraja la romántica entelequia que les redituó catorce años de godarria champañizada. Tic tac.