Opinión Nacional

Más y mejores pruebas y universidades

La reciente eliminación, tanto de la Prueba de Aptitud Académica (PAA) como de las pruebas internas de las Universidades, que permitían distribuir a los aspirantes en las diferentes carreras, ha creado una crisis que puede llegar a ser muy grave, si no se analizan las dificultades reales y las posibles soluciones. En primer lugar, se puede considerar que la eliminación de la PAA viola el Artículo N° 103 de la Constitución de 1999, que establece como requisitos fundamentales de ingreso a las universidades la aptitud y la vocación.

En relación con las aptitudes, es importante mencionar que éstas tienen un alto grado de origen genético y por ello es conveniente descubrirlas lo más temprano posible y no con una sola prueba cuando el estudiante ya tiene por lo menos quince años de estudios formales y está frente a la toma de decisión sobre qué quiere estudiar. Lo mínimo sería aplicar pruebas de aptitud dos veces durante la educación primaria y dos durante la secundaria. Pero si a este conocimiento de sus aptitudes se agregan las pruebas internas que permiten conocer si los estudiantes tienen los conocimientos y destrezas básicos requeridos, se podría aumentar la prosecución y el porcentaje de graduados en el número de años establecidos.

Se puede afirmar que los equipos que diseñaron, rediseñaron y aplicaron la Prueba de Aptitud Académica (PAA), desde 1978, cuando se logró un acuerdo entre la Oficina de Planificación del Sector Universitario (OPSU) y la Universidad de los Andes (ULA), con el cual ésta se convirtió en institución piloto para probar el instrumento, realizaron un proceso de búsqueda de un sistema de acceso al nivel de educación superior que fuera cada vez más eficaz y justo. La PAA que se aplicó todos esos años es un instrumento que evalúa, fundamentalmente, el razonamiento verbal y el matemático, los cuales son considerados como indicadores probados de la potencialidad del individuo para realizar estudios en el nivel de Educación Superior. Además se incorporó como complemento a los promedios de las calificaciones de los primeros cuatro años del nivel de Educación Media o Secundaria y la combinación de esta doble información constituía el Índice Académico.

En 1984, la aplicación de la PAA se hizo obligatoria y se iniciaron las pruebas internas en varias instituciones de educación superior, ya fueran para todos los aspirantes o específicas para cada facultad o escuela. Con estas pruebas las universidades diagnostican el dominio de conocimientos básicos indispensables para un rendimiento aceptable en la carrera seleccionada por el estudiante.

Cuando se informa oficialmente que este año todos los bachilleres que aspiren entrarán directamente a las instituciones de educación superior surgen, con razón, grandes preocupaciones entre los que tienen la responsabilidad de dirigir a las instituciones de educación superior. Los países que han logrado darle oportunidad de incorporarse al sistema de educación superior a todos los bachilleres, lo han hecho después de solucionar previamente las causas que lo impedían. En líneas generales las causas de la exclusión son muchas pero basta con señalar las más comunes.

La pobreza, que se manifiesta en desnutrición, en condiciones poco propicias para estudiar, en la dificultad para adquirir los textos y los materiales de estudio, en algunos casos en lo complicado de trasladarse hasta la escuela, en la ausencia del padre y en la soledad durante el día porque la madre debe trabajar para mantener a los hijos. La escuela o liceo mal dotado, deteriorado, sin biblioteca y sin talleres y laboratorios. Los docentes no graduados, graduados no actualizados, muchos con temores para criticar el nuevo currículo, con bajos sueldos y en los últimos años, nombrados por estar “comprometidos (as) con el proceso revolucionario y con un mínimo de formación pedagógica”… La falta de Orientadores bien capacitados y de pruebas de aptitudes desde el preescolar que pudieran ayudar al estudiante a decidir qué va a estudiar.

Es bueno recordar que las pruebas no son un filtro para excluir a algunos de los aspirante, sino un recurso para orientar a todos los que aspiran triunfar en sus estudios universitarios. Pero si las universidades, por no haber recibido los recursos solicitados en su oportunidad, no tienen las aulas, las bibliotecas, los laboratorios, los talleres, los campos deportivos, los comedores, los medios de transporte, las nuevas tecnologías y el presupuesto para sustituir al personal que se jubila y para ofrecer cursos de nivelación, no podrán atender al total de los que aspiran. Las pruebas no crean la exclusión sino que facilitan la distribución de los aspirante y la decisión de cada estudiante.

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