Más preguntas menos respuestas
Siendo hoy como es, febrero cinco del año 2OO8, estamos a un día del aniversario de los cincuenta años de haber muerto la abuela, para que no haya engaños quiero decir, mi mamá. Nada de ella se conserva en la magnitud de su grandeza. Belleza y bondad en carne y alma juntas sin distinguirse un trazo. Dureza y rectitud sin concesiones, comprensión para que la flexibilidad justicia fuera. No conservamos de ella ni un retrato que resguardara su imagen en la sublimidad exacta tal cual era. De ella está la memoria en cada hijo suyo que todos sobrevivimos a su tiempo y viejos somos ante su edad temprana, cruzados los cuarenta emprendió el viaje. Suelo escuchar de cada quien de sus hijos que hijas tuvo que cada una de ellas tiene algo de mamá, que si el cabello, negro de azabache negro en cascadas de suavidad en risos; miel canela el color suave de su piel; la intensidad de sus obscuros ojos transparentes indagadores sagaces; su voz de alondra, afinación perfecta, rigurosa y exacta en timbre y tono para el canto volando en trayectos de amplia tesitura; punzante en el regaño, la verdad en su habla, pero queda y suave como el musgo de escondidas montañas para el consejo y el reconocimiento. Se diría que coqueta en su andar y admirarse pudieran los vecinos, pero no era verdad que verdad era, era su modo de ser y hacerse en cada acto e instante de su vida breve. Era simplemente así y así era ella. Pero hay de ella algo que llevamos todos, cada quien a su modo, según su estilo es y su alma sea, su ejemplo: su incapacidad de doblegarse si la razón tenía ni discutir ni menos transigir ni uno tan solo de sus principios, ni uno solo, ni uno. Una vez tan solo sola una, como para reafirmarse en sus actos esenciales, la oí decir que la muerte era mejor opción que la renuncia a uno sólo de sus principios esenciales.
Mañana, es un decir hoy un día cualquiera del ayer futuro, del presente que rápido camina, el tiempo teje un muro de espacios de silencios que acelerados marchan al olvido. Es la venganza de la vida sobre la muerte. Creo que es así. Y así es porque la vida es tal cual se ha dicho en cada ser, en cada uno que la va haciendo, en cada ser que vive, pero que se va de uno cada vez, cada tiempo que transcurre y no vuelve, es el desquite de la muerte sobre la vida. Así vivimos, muriendo y así morimos y moriremos de absoluta vida cuando nos hayan enterrado en el olvido. Y el olvido es el vacío absoluto que se llena de ausencias.
A cincuenta años, que son hoy, del viaje de la abuela, mi mamá como insisto y queda dicho, quise hacerle una fiesta. Una gran fiesta. Por solo hablar de mí me habría gustado que cada nieto, vale decir cada uno de mis hijos, regalara a su abuela lo mejor que de sí construido hubiera, algo así como si le dijesen que tienen en testimonio su memoria, que la guardan en ella. Una prueba de amor, si así prefieren. Y otra vez la vida como es se impone, cada nieto tiene su propia vida, y la vida propia de cada quien que es, es según sus intereses, sus limitaciones, sus posibilidades. Sus obligaciones, también y esa, la de existir es la de mayor importancia para vivir. Si cada nieto hubiese traído una flor, entonces, su tumba hoy de distancias cubierta, se habría convertido en una montaña de colores de amores, tal son la expresión de la bondad y la entereza de cada nieto y cada nieta. Que correspondencias hay entre los colores y la música sabido es y demostrado ha sido. Cada sonido es según su color y cada color según es según es su sonido. También las caras de la gente son música y colores son y sabemos de ellos por la intensidad de su colormúsica. Sabemos de su alma de lo bueno lo bello y lo dulce que son según esos detalles. Esos, no otros sino esos. Pero la realidad es como es y no como se sueña. Así no es, aunque hay veces y así ha ocurrido a veces, vivimos en un sueño y hacemos de la vida la verdad en sueño.
Sea mi sueño a esta hora en este ahora mío. Si cada hijo mío pudiese estar con mi mamá en su día de distancias y de ausencias, sin olvidos si con ella estuvieran, entonces se invertirían las tradiciones todas, en vez de hacer cuentos la abuela, cada uno haría de ella un cuento según cada uno es. Le contarían historias en dibujos inventados por sutiles manos con tintas de magias y misterios traídos de la China y en ellas conformados; escucharía las ficciones repletas de galaxias para explicarse el cotidiano mundo; sabría de la eficacia de la tierra si cultivos de amores surgen de sus semillas; le enseñarían de los laberintos de imposibles salidas en los diversos espacios que entorpecen los caminos de andar y desandar en la política; sopesaría relatos sobre cosas de la economía en sus apuestas de idas y venidas; se recrearía escuchando las versiones nuevas de otras mil y una noches, de estas nuevas eras tan distintas a aquellas escuchadas y vividas por ella; emularía la alegría de haber cumplido sus desvelos de hipotética abuela en el cuento de las travesuras sin castigos de bisnietas y bisnietos; viviría la alegría del canto y de la música de angelical acento y cantaría con ella. Y reiría feliz sin penas sin desvelos ni desdichas. Pero no será así, la vida impone distancias al camino que la muerte tantas veces acerca. Tendría, mamá, que así sería y es, la ausencia de Gustavo que empecinado en conocerla se marchó hace cinco años a su encuentro, casi por estos tiempos de mayo que vendrán, mes de flores y vida, de siembras y esperanzas enfiló acelerado su viaje, y, lo imagino con su trombón de vara a cuestas alegrando el silencio de distancias con un salsa buena de encendido trópico y cálido Caribe. Quien lo sabe, no se que sí lo se y que así es, de lo que estoy seguro.
Pero la vida y la muerte están ahí tal como dije y más arriba y más abajo queda, poco importa. Yo estaré con usted en este ahora de cincuenta años de caminos lejos. Las flores de costumbre que mi mujer le envía y mi guitarra, mi cuatro, mi bandolina y mis poemas, también mis bellacadas y delitos, que son míos, ajenos a su herencia sustento del bien para el buen crecer de la familia, exclamó uno de sus nietos, en un mensaje para estar conmigo presente en esta necesaria por fatal ausencia. Si alguien viene conmigo bienvenido, cantaremos a coro, sin pesos del ayer, ni sombras del presente, pero con mis nostalgias de futuro, alguna vez, si ciertas son mi fe y mis creencias, cantaremos a dúo el raudo vuelo. Usted, usted, la soprano perfecta, con su talante mágico y las imperfecciones de mis cuerdas y veremos cruzar en raudo vuelo las garzas perfumadas del corazón atento, de memorias repleto. Cincuenta años, mamá, son milenios si vemos el tan corto invertido por Dios para hacer este mundo de imperfecciones pleno, pero tantos tan pocos son tan tantos, madre, juro decir mamá, para saber lo lejos que nos queda el tiempo de memorias vivo y tan cerca el tiempo del silencio trágico que conduce al olvido.