Mar(x)ianos
En Venezuela es difícil la implementación de un modelo socialista. Tal vez sí como sistema impuesto desde arriba a través de la bota militar pero no como producto de un acuerdo social y menos como fruto de la mentalidad criolla. Las razones son elusivas y las escribiré en voz alta porque las palabras tienen volumen. El vocablo socialismo suena lejano. Es todavía rumor o miedo evadido. Democracia es presencia cercana pero frágil y huérfana.
Miremos lo que pasó después de cuarenta años. Rápido desaparecieron. Se esfumaron. Partidos, líderes, intelectuales, instituciones, misses, enfermeras; no quedó nada. Presidentes, ministros, candidatos, empresarios, manicuristas, gente, dónde están, qué se hicieron. Son un asombro; huyeron de la calle y se momificaron en ataúdes televisivos. Ruinas bajo la luz prismática de grandes reflectores para que sigan en madriguera. En centros comerciales. Mientras todo ocurre y nada pasa nos dedicamos, eso sí, a biografiar sobre los muertos. Como si de ello se tratara. No hay cementerio para tanto prócer insepulto. Seguro que nos encontrarán en la distancia como fragmentos de un país que existió y se deshizo sin honor. Sabed pues que la Atlántida no era una metáfora.
Pero decía socialismo y afirmaba de su inaplicabilidad. Nunca le hicimos caso en serio al marxismo o al leninismo, trotskismo, guevarismo, fidelismo, o cualquiera de esos istmos, hasta que ocurrió esta charada. Los combatimos, derrotamos y les dimos espacio en la vida pública y privada. Otros se enconcharon en el olvido. ¿Desaparecerán, éstos también, bajo la luz plácida de los almendrones?
La gente no ha votado por él. Sus candidaturas políticas no arrojan cifras que puedan tomarse en consideración. Me imagino que la llamada “izquierda divina” recibió apoyo moral y financiero. Por su parte, los obreros, los campesinos y las clases medias que no creen en esa dictadura, y que en Venezuela no podría ser la del proletariado sino en todo caso del petrolariado, tienen unos intereses vitales que van más allá de las fronteras de los socialismos salvajes.
Las utopías marxianas no han echado raíz en esta tierra. Aquí lo que podemos encontrar son ultropías, que serían las típicas de un país metaltrópico como Venezuela en el que se combina petróleo con trópico, o utopías protagonizadas por ultrosos que encontraron el momento y el lugar exactos para resolver su milonga existencial. Ahora son o quieren ser burócratas, millonarios o músicos del régimen, que fue lo que siempre soñaron.
El socialismo a la venezolana, del siglo 21, o cualquier otro ensayo de estrangulamiento de la libertad, debe superar algunos escollos entre los que destacan la riqueza petrolera, la corrupción que ella genera y la inexistencia de alternativas políticas. Problemas tendríamos si el precio del petróleo bajara, la oposición se consolidara y el gobierno perdiera popularidad. Allí las circunstancias sí serían apremiantes para el país y para otros pues el gobierno se radicalizaría. Pero por suerte, ahí están el trópico y los altos precios del petróleo que, paradójicamente, nos salvarán del socialismo. Mientras tanto nos mantendremos en hibernación hasta que aparezcan nuevas condiciones subjetivas. Las objetivas no creo que cambien por ahora.