Opinión Nacional

Marulanda y Chávez se reinventan

Marulanda liberando 2 de los 700 rehenes que tiene en cautiverio para que así pueda Chávez decir que regresaron a sus casas por la bendita y eficaz influencia que detenta ante el todopoderoso comandante guerrillero; y Chávez pagándole a Marulanda con mucho más de lo que esperaba al declarar ante la Asamblea Nacional “que las FARC no son terroristas y debe reconocérseles, por tanto, el status de beligerantes”, es el resultado final de la triquiñuela con la que dos caudillos marxistas buscaron de reoxigenarse, mientras ponían contra la pared, e incluso, trataban de derrocar al gobierno de Álvaro Uribe Vélez.

Nos referimos a la negociación a favor del “canje humanitario” primero, y a la “Operación Emmanuel” después, marramucias concatenadas y con una audaz solución continuidad que solo pudieron ser abortadas porque Uribe tiene penetrados los altos mandos de las FARC y supo en cada momento que medicina aplicarles a un aprendiz de brujo y a un brujo octogenario que hicieron los ridículos de sus vidas.

Ahora reaparecen como el “ciego y el cojo” de la fábula de Tomás Iriarte, tratando el primero de avanzar con la visión que le ofrece el segundo, y este último prestando sus ojos a cambio de que el otro le solucione su discapacidad motora.

Y así el espectáculo patético, desesperado y disforme de los dos últimos stalinistas, maoístas y castristas de América latina y el mundo occidental, empeñados, unas veces en amenazar con el paredón, y otras con la complicidad que les profesan una sarta de ingenuos del tipo Miguel Insulsa y Nicolás Sarkozy, pero siempre decididos a atropellar a gobiernos, organismos, instituciones e individuos…si es que los dejan.

Y miren si lo necesitan…Marulanda ahora que después del fracaso de la “Operación Emmanuel” dejó en evidencia que se trata de un asesino en serie al frente de una banda de fascinerosos sin parangón en la historia del crimen, sin respeto por ancianos, mujeres y niños y presto a ordenar el fusilamiento, los atentados o la desaparición forzosa de seres inocentes si se atraviesan en su desvarío de imponer un proyecto tan vesánico, como imposible; y Chávez, derrotado en diciembre por una mayoría de venezolanos que votó contra su propuesta de reforma constitucional, humillado sin piedad por el propio Marulanda al hacerle creer que tenían en su poder al niño Emmanuel siendo que sabía que estaba en manos del gobierno colombiano, y ahora convertido en amanuense, súbdito, carga mochila y ventrílocuo del viejo octogenario que lo usará con el mismo desprecio utilitario y cruel que le aplicó Fidel Castro en su momento.

En otras palabras, que política de un capítulo que se le olvidó a Gabriel García Márquez en el “Otoño del Patriarca” y, según el cual, cuando los dictadores agostan y se colocan al borde de la tumba, les salen “retoñitos” que no solo los imitan, sino que tratan de sucederlos.

Ejemplo, este teniente coronel, Chávez, de Venezuela, seducido por estas leyendas asesinas cuyas víctimas se cuenta por ciento de miles, y se ceban en pueblos, ciudades, países y regiones que agonizan, mientras sus verdugos prosperan, se enriquecen, envejecen y encuentran tontos útiles que los adoran y constituyen en albaceas de sus legados.

Enemigos a muerte de la libertad y la democracia, del estado de derecho, la pluralidad y la disidencia como que su reino es el abismo de un sistema totalitario donde desaparecen el individuo, lo múltiple y los derechos humanos.

Autoritarios, mesiánicos, demagogos, populistas, hambrientos de la adoración y rendición de las masas, a la cual ofrecen restaurarles derechos, ventajas y progreso, pero para engancharlas en una dinámica donde se les promete cambiarles libertad por igualdad, pero para arrebatarles libertad e igualdad.

Otra vez el caso de Chávez es un libro abierto, como que regó sus 8 años de gobierno con todas las ofertas habidas y por haber, promesas que iban desde rescatar a los más pobres de las condiciones en que mal vivían en medio de los ingentes recursos de un estado prisionero de los sectores y clases más poderosos, hasta restituirles los derechos sociales cuya ausencia había resultado determinante para concluir víctimas de la peor exclusión.

Pero también había urgentes problemas que atender en las áreas de seguridad, servicios, vivienda, educación, salud, transporte, infraestructura, y el correcto manejo de los dineros públicos que, de no ser atendidos, era imposible que no condujera a un total colapso histórico y humano.

Y hacia allá fue donde se dirigió Hugo Chávez, a la virtual destrucción del país en circunstancias de que durante sus 8 años de gobierno, Venezuela contó con los más ingentes recursos de su historia, pero solo para proceder a dilapidarlos en aventuras politiqueras que presuntamente le iban a permitir construir una alianza internacional con la cual destruiría al imperialismo de los Estados Unidos.

Lo que ha sucedido es que Chávez terminó financiando, de una parte la ineficiencia de otros países, y de la otra, apoyando, tanto las dictaduras de países como Cuba, Irán y Bielorrusia, como movimientos políticos terroristas del corte de las FARC, Hamás y Hezbolá.

Razón de sobra para que el electorado venezolano termine arreglando cuentas definitivas con Chávez en las elecciones para alcaldes y gobernadores de agosto próximo, o en un referendo revocatorio que deberá convocarse para algún momento del 2008.

Sobre todo ahora que a decidido convertirse en títere, no solo de Fidel Castro, sino de otro octogenario vetusto y vesánico como el jefe guerrillero que tiene 700 seres humanos en cautiverio y no accede a darles libertad sino a cambio de un rescate en dinero o ventajas políticas.

Un caudillejo que pacto, además, con el narcotráfico para darle protección y contribuir a despeñar al país de Ricáuter y Santander por el terror de 3 años de guerra que buscó desarticularlo y hacerlo desaparecer.

El jefe de la organización guerrillera de la cual dice Chávez que “no es terrorista y se le debe dar el status de beligerancia”, seguro que en la vía de reconocerla como gobierno colombiano en exilio e ir a una provocación cuyas características, naturaleza y fin es mejor no comentar porque terminará igual que el “canje humanitario” y la “Operación Emmanuel.

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