Maracaibo
En este “solar” caribeño, a orillas del Lago, hemos vivido los maracuchos o maracaiberos casi medio milenio desde aquel lejano 1499 cuando los primeros europeos que surcaron el lago, se encontraron “con un pueblo de indios que allí estaban y unos años después hicieron los cristianos el asiento”; así lo refiere el cronista Juan de Castellanos y otro cronista, dice en 1573, que la incipiente población era “pobre de mantenimiento y de poca población de naturales”.
Durante mucho tiempo se discutió sobre la fecha de fundación de la ciudad: en 1529, en 1569 y en 1574; yo prefiero pensar en tres fundaciones sucesivas hasta que se consolida el poblado lacustre y con Jorge Luis Borges repetir “a mi se me hace cuento que empezó / la juzgo tan eterna como el agua y el aire”. También aquí nació el nombre de Venezuela, cuando el 24 de agosto de 1499, Ojeda visualizó la bahía (hoy malecón y puerto) con sus palafitos; dicen que dijo, que aquello era como una pequeña Venecia y ya para 1528 la nueva denominación se impuso en los mapas y cartas de navegación de la época identificando un nuevo territorio llamado Venezuela que se extendía desde el Esequibo hasta la “Vela de Cabo de Coquibacoa”.
En 1579, el Alcalde de la cuidad la describía como una aldea llana y de grandes sabanas de tierra áspera e infértil, con serranías vecinas malas para caminar, pocas casas en la comarca y mucha madera de mangle; cocoteros y nísperos con salinas donde se recogió mucha sal; para 1657 es una cuidad pequeña con cerca de 1.000 europeos y 2.000 indios. Para 1774, Maracaibo tenía 10.000 habitantes aproximadamente y era capital de una provincia rica y próspera con sus haciendas de ganado, caña, plátanos y guineos, especialmente hacia el Sur y por el puerto se exportaba cacao, tabaco, algodón, cueros y madera; las riquezas eran suficientes para atraer el interés de los piratas durante todo el siglo XVII.
La historia de los últimos dos siglos nos presenta una ciudad – puerto de crecimiento sostenido y vocación progresista hasta convertirse en capital petrolera y ciudad importante en Venezuela y todo el Caribe.
Somos una ciudad moderna y tradicional al mismo tiempo, profundamente “caribe” tanto en su sentido geográfico como cultural, así como a nivel mítico y simbólico; los mitos solares y lacustres son tan poderosos y presentes que convergen en el fervor mariano de la ciudad, hacia su Virgen “Chinita”.