Mandos militares no representan la institución armada
Esos mandos son representantes de Chávez ante la Fuerza Armada y como tales son tomados. Esos son los que dicen que van a desconocer el resultado electoral que favorezca a las fuerzas democráticas; esos son los que se arrastran de manera innoble e indigna para lograr los favores del jefe pero son profundamente despreciados internamente.
La ruptura entre los de arriba y los de abajo llevó entre 1999 y 2002 a una desobediencia individual, activa y expuesta ante la opinión pública; esa distancia no lleva ahora a las mismas conductas, por las consecuencias conocidas; pero existe. Es posible decir que la opinión dominante en la FAN es la que se aviene con los principios institucionales de una organización al servicio de un sistema político libre, capaz de aceptar sin traumas la subordinación al poder civil legítimo como ocurre con las fuerzas armadas contemporáneas en países democráticos.
El que no se haya podido transformar a la FAN en la manera deseada por Chávez es lo que le lleva a una especie de adulación institucional. El más adulado de todos se ve obligado a adular cuando de militares se trata. De allí ese movimiento grotesco de crear una milicia nacional, obvio sustituto de lo que se ha querido destruir, pero la resistencia ha impedido que la antigua institución desaparezca formalmente; la nueva es sólo un amasijo de personal y armas dirigido a la propaganda, aunque con decenas de miles preparados para la guerra interna, contra sus compatriotas.
El giro del Comandante en cuanto se refiere a los militares es tan obvio que se refiere a ellos como «mis» generales, «mis» cadetes y «mi» Guardia de Honor como si fuesen una posesión personal ajena al cargo y vinculada indisolublemente al prócer que se los apropia. El más importante punto de fricción es el de estar bajo la dirección de un Comandante que ha entregado el país al Partido Comunista de Cuba y a los Castro.
La identificación de Chávez con el régimen cubano es de tal naturaleza que no hace sino disfrazarse de Fidel sin nada que se le parezca a su épica. Se copia el uniforme, la tonalidad de la isla, se copia las instituciones -la Milicia nacional y la territorial son apenas un ejemplo- y estos días ha tenido la desvergüenza de repetir lo que ha sido la marca de fábrica del viejo líder cubano, «la historia me absolverá», como si fuese algo que en Chávez estuviese soportado por alguna epopeya propia.
La invasión cubana en Venezuela es traición aunque haya sido encubierta en tratados cuyos términos nadie conoce. El que un oficial militar o de policía, un funcionario o un dirigente político, deban aceptar las órdenes de un gobierno extranjero es motivo de vergüenza y de rebeldía. Los que se han vanagloriado de propiciar una nueva independencia son los autores de un vasallaje que asquea hasta a los estómagos más entrenados para digerir pudriciones. Chávez ha encontrado que la FAN es un espacio en el que se expresa su gravedad; ha descubierto tarde que el silencio no es acuerdo; que los jefes logran dar órdenes pero no reciben la admiración que el liderazgo genuino provoca.
Podría afirmarse que los oficiales que amenazan con un golpe de estado son una minoría tan gritona como es su jefe pero que la estructura militar existente no seguirá a «sus» generales sino a los principios democráticos.
Los que amenazan con golpe controlan las unidades más represivas pero no a la oficialidad institucional. Las líneas que anteceden no son predicciones sino hechos, pero la expresión democrática de la oficialidad militar va a depender de la claridad y el coraje de la dirección política civil cuando la hora de impedir un golpe desde el Estado sea llegada.www.tiempodepalabra.com. Twitter @carlosblancog.-