Opinión Nacional

Mandar para invadir

Las invasiones o “custodias” de terrenos son otra muestra del fracaso del régimen chavista. Esos grupos apostados en las adyacencias (o dentro) de terrenos no desarrollados en nuestras ciudades son un testimonio fehaciente de la improvisación, ineptitud y negligencia del desgobierno.

El déficit habitacional aumenta y los organismos encargados de su disminución muestran toda su incapacidad para disminuirlo. Diosdado Cabello, responsable del área en el gabinete, está ocupado en cerrar canales de televisión y emisoras de radio y no en poner en marcha un plan de viviendas para los centenares de miles de familias que las necesitan. Suenan a hipocresía los regaños televisados que Chávez le ha dado a su admirado ministro (¡Qué ojos los de Diosdado!) si éste aún sigue en el cargo y no ha podido mostrar resultados concretos para la solución del problema.

Es una muestra de fracaso que haya gentes dedicadas a esa tarea porque quiere decir que no cuentan con un empleo. Si pueden estar sentados todo el día (a veces hasta las noches) en esos sitios es porque, a pesar de lo que diga el mago Eljuri del Instituto Nacional de Estadística, forman parte de la creciente proporción de desempleados.

Los manifestantes se muestran afectos al militarismo en el poder: visten de rojo y se acompañan de costosos afiches a todo color y pancartas con la omnipresente figura de Chávez y del funcionario subalterno que convenga. Los toldos no son improvisados tarantines sino nuevos o alquilados para la ocasión. De manera que de “espontáneas” no tienen nada tales demostraciones.

O bien están pagando “peaje ideológico” para conseguir la atención de los funcionarios chavistas o en realidad son oficialistas de corazón que juegan su última esperanza de ser atendidos. Esto último indicaría que el régimen ni siquiera se ocupa de sus clientes cuando el intercambio comporta algo más que el reparto de una módica beca o el pago de una “misión”.

Es triste que estas personas se vean empujadas a seguir las promesas de funcionarios o dirigentes partidistas inescrupulosos que las convencen de que haciendo eso conseguirán su propósito. Ya son muchas las historias de engaños y frustraciones.

Este gobierno ha tenido otras prioridades en construcción de obras públicas. Siendo muy pocas las hechas, teniendo en cuenta los ingresos percibidos, ha preferido darle contratos millonarios en dólares a empresas extranjeras como la Odebrecht brasilera, que promover la masiva construcción de viviendas por empresas venezolanas. 

En Mérida, el gobierno de los pobres prefirió gastar millardos en la erección del lujoso estadio Metropolitano (cuando bien se ha podido refaccionar el Soto Rosa para la copa América) y no construir viviendas para las familias sin techo propio.

El problema de la falta de viviendas no se resuelve de manera improvisada, diga lo que diga la nueva Ley (inconstitucional) de Tierras Urbanas. No se puede obviar lo previsto en los planes urbanos, ni el criterio de los expertos como tampoco la experiencia de los constructores. Interviniendo el sector para controlarlo (desde la estatización de las cementeras, la amenaza a las areneras, la paralización de la producción de acero hasta la política inflacionaria, pasando por la manipulación de los sindicatos y la invasión de terrenos de propiedad privada o estatal), se ha logrado el empeoramiento de la situación.

Después de once años, el balance que presenta el gobierno en esta materia es raquítico. Ha construido menos viviendas que cualquier gobierno democrático.  

 

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