Opinión Nacional

Maduro y Cabello se baten por los últimos suspiros de Chávez

Podría Chávez estar vivo, muerto, medio vivo o medio muerto, pero creo que el empeño del gobierno de facto de Venezuela en mantenerlo aunque sea con vida artificial procede, más del terror de sentir que ya no estará bajo su ala y cobijo, que de una estrategia sofisticada para confundir a la oposición o darse tiempo para perfeccionar una transición que deslice la idea de que “aquí ha pasado nada”.
Sentimiento de abandono, impotencia, miedo y fragilidad que es también el primer abono para el llamado “culto a la personalidad”, ya que si no se cuenta con el espíritu fundacional en físico, pues nada como  transfigurarlo en una fuerza metafísica, santa y sacralizada que esté lista para proteger a los cofrades mientras liquida a adversarios incrédulos que pongan en mofa o desafíen su poder.
Contingencia que es, tanto más necesaria, si los herederos del demiurgo o padre fundador son figuras menores, casi ínfimas, como Nicolás Maduro y Diosdado Cabello, sin nada heroico que mostrar en una revolución que tampoco fue heroica, aunque tuvo la suficiente audacia para hacerse pasar como hija ilegítima de genitores que jamás la hubieran reconocido como Bolívar y Zamora.
De modo que,  más que herederos y sucesores por el derecho que garantiza la participación y distinción  en las gestas que dieron origen al sistema y su dinastía, Maduro y Cabello llegan a Miraflores por obra de maniobras palaciegas, perfectamente inscritas en el itinerario de procesos que no tuvieron historia porque nacieron viejos.
Dos cabecillas para un gobierno de facto, en definitiva, sin otra disposición constitucional que mostrar que  “la banalidad del mal” (Hannah Arendt dixit) y los insultos de guapetón de barrio frustrado con los que de manera tan inopinada e incongruente ha iniciado Maduro sus “presuntos” mandatos.
Adefesio que no pudo salir sino de dos mentes especializadas en producir ahistoricidades como los dictadores de Cuba, Fidel y Raúl Castro. quienes convencieron a un Hugo Chávez ya con sus facultades físicas y mentales en eclipse, para darle curso a la peor de decisión de su vida: simular que continuaba con las riendas del gobierno empuñadas, mientras los cubanos se daban tiempo para firmar acuerdos y tomar medidas para que sus intereses no quedaran a riesgo en el caso de una inevitable sucesión.
Pero lo peor fue nombrar sucesor a Nicolás Maduro cuando no tenía facultades para hacerlo (no hay norma constitucional alguna que se lo permita), y no aceptar que fueran los miembros del PSUV, el partido oficial, los que en una convención o elecciones primarias escogieran al dirigente salido de sus filas con los méritos necesarios para suceder al comandante-presidente.
El resultado inmediato fue el rechazo de los generales del Ejército a la sucesión de Maduro y la promoción de su propio candidato, el teniente ®, Diosdado Cabello, el desencadenamiento durante dos semanas de una guerra entre Maduro y Cabello por la herencia chavista, y, al final, la gestión y firma de un acuerdo promovido por Fidel y Raúl Castro, el llamado “Pacto de La Habana”, por el que se mantenía la presidencia pre o post morten de Chávez y Maduro y Cabello, se repartían el gobierno, reservándose el primero  el poder civil, y el segundo, el militar en la medida que podía ser representado por los generales del Ejército.
En otras palabras: que el peor acuerdo o pacto posible, ya que, aparte de un gobierno al margen de la ley (porque ni en su origen ni en su constitución es legítimo), nos legó un estado bifronte o bicorne con dos regentes que actúan a nombre de un monarca del cual no se tienen noticias, pero del que pretenden asumir todos los poderes, facultades y símbolos para que el pueblo chavista los respalde en caso de que, declarada la ausencia absoluta de Chávez, haya que elegir a uno de los dos, sea por elecciones u otras vías, como la nueva cabeza del Estado.
Para ello ha sido necesario mantener cautivos los últimos suspiros de Chávez, no permitir que nadie los divise, perturbe o aborde, de modo que “la sucesión” quede intocada y Maduro pueda decir, llegado el caso, que es el legítimo heredero “por la gracia del Caudillo Supremo”.
¿Pero es lo que piensa Cabello, es la política hacia el Chávez enfermo o moribundo que aceptan y comparten los militares del Ejército, los hombres que lo consideran su hechura, a quien han respaldado durante 14 años para que las agujas del reloj histórico en Venezuela regrese a los tiempos del poder militar, cuando los civiles obedecían y los oficiales convertían el millón de kilómetros cuadrados en una hacienda de la cual disfrutar, medrar y negociar?
No lo sabemos, porque su portavoz, candidato y jefe político, el teniente ® Diosdado Cabello, tiene días desaparecido, ausente, casi los mismos que tiene Chávez encerrado en una cripta del Hospital Militar, sin conocerse exactamente donde vive, mora, ni con quien se reúnen.
Por lo tanto, los rumores en torno a Cabello y los militares del Ejército vuelan, corren, se ovillan y desovillan: hay quienes los han visto en el Palacio de la Revolución de La Habana discutiendo con Fidel y Raúl Castro un replanteo del pacto donde ya el reparto del poder no sea por parte iguales, sino que Cabello y los militares dominen en algo así como en las dos terceras partes.
Pero hay también quienes nos los traen reunidos en Fuerte Tiuna y planeando una suerte de rescate militar del Chávez enfermo o moribundo para llevarlo a las instalaciones castrenses más poderosas del país y encerrarlo en otra cripta o quirófano de donde su última voluntad, su testamento, salga a favor de Cabello y del llamado “Grupo de los 8”.
Pero de Maduro también sabe que no  se está quieto, y sea por inspiración propia  o por recomendación  de los cubanos,  ya moviliza sus huestes, su propio ejército de milicianos, como estos “Guerreros de La Vega” que declaran que se preparan para defender a sangre y fuego al Hospital Militar de invasores e intrusos que pretendan despertar al presidente del sueño o coma profundo a que lo han inducido los caciquillos a quienes por vanidad o resentimiento quiso  apuntalar como sucesores de un gobierno o dinastía que no existe porque nació hecha pedazos.
En otras palabras que, sucesos, textos, escenarios y personajes para una novela de ciencia ficción o realismo mágico latinoamericano del siglo XXI frente a la cual “El reino de este mundo” de Carpentier, “El Señor Presidente” de Asturias y “La Guerra de fin del mundo” de Vargas luzcan como un serial Harry Potter cualquiera. 
Para concluir…!qué cosa más grande caballero!…el Socialismo del Siglo XXI destruido por Fidel y Raúl Castro, los caudillos de la dictadura que tanto contribuyó a sobrevivir, pero para al final, terminar hundiéndose maridados por el principio de que quien opta por curar lo incurable, también se enferma e intoxica de regresión.
O sea que, hasta el dios Saturno se quedó pendejo.

Hay quien dice que el “comunismo” fue inventado en el siglo XIX por dos filósofos  alemanes que se aburrían, otros que por unos fracasados y resentidos, yo, más modestamente, pienso que es cosa de locos, de desequilibrados. 

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