Opinión Nacional

Maduro: El pasajero de Cubana de Aviación

“Al concluir su periplo que arrancó el domingo 30 de junio, y que lo llevó a Moscú y a Minsk, Nicolás Maduro, habrá sumado más de 73 mil kilómetros recorridos en 8 viajes internacionales desde que fuera juramentado el 19 de abril pasado, una distancia que es casi el doble del tamaño del globo terráqueo en su parte más ancha, que es la línea ecuatorial”.

Información que recogí hace 3 noches del excelente portal “noticiasclic.com” del economista y comunicador, Edgar Otálvora, y que me tiró, de un empujón, en el nuevo acto o capítulo de la tragedia que vive Venezuela desde hace 14 años:

Hugo Chávez no solo murió y nos dejó un país desvalijado y en trance de disolución, sino que, además, sin ninguna facultad constitucional, nombró un sucesor cuya legitimidad es cuestionada por una mayoría de venezolanos, y con una incompetencia tan atroz, o un desapego tan cínico por el dolor de los millones de ciudadanos que no encuentran alimentos para atender las urgencias nutricionales básicas de sus familias, que en los dos meses y 18 días que lleva en la presidencia, ha hecho cualquier cosa, menos atenderlos.

Afirmación a que nos conduce, tanto la certeza de que los problemas de desabastecimiento, la inseguridad, el colapso de los servicios públicos y la inflación se agudizan a extremos de lucir incontrolables, como el dato perturbador de que Maduro, hace tiempo que abandonó el país y se dedicó, o acumular puntos para viajeros habituales, o a ganar comisiones en una línea aérea extranjera en la que mayormente hace sus viajes.

Porque, esa es otra revelación que espera a los venezolanos, si es que se deciden a seguir a Maduro en esa montaña rusa interminable de entradas y salidas del país y de esperas y salutaciones oficiales en aeropuertos internacionales: Maduro viaja poco en aviones venezolanos y, en especial, en el avión presidencial (un Air Bus A319CJ, con matrícula FAV0001, que le costó a la nación 70 millones de dólares hace 12 años), y, ¡qué casualidad!, prefiere arriesgarse en las aeronaves de Cubana de Aviación que acumulan tantos accidentes que es posible que hasta registren un récord mundial.

En este item el portal “noticiasclic.com”, de Edgar Otálvora, también nos aporta una valiosa información: “El jefe del gobierno venezolano ha utilizado para sus desplazamientos varias aeronaves: Los dos viajes a Europa fueron realizados en el Iyushin II93-300, con diseño VIP de matrícula cubana (CU-T1250) y perteneciente a la flota de Cubana de Aviación. O sea, que solo en los dos primeros viajes al exterior, se utilizó el lujoso Air Bus A319CJ presidencial venezolano, y en alguno que otro, el Boeing 737-200, el viejo avión presidencial y que aún se mantiene al servicio de la casa presidencial”.

En otras palabras: que para las rutas más cortas, y menos caras, se usaron los aviones venezolanos, pero para las largas, caras y que requieren más personal, agentes de seguridad y combustible, pues se usaron los VIP de Cubana de Aviación, que deben haber facturado el mejor negocio de toda su historia.

Y aquí es donde percibimos que debe haber un interés no específicamente diplomático para tratar de paliar la grave crisis que le retuerce el estómago y el alma a los venezolanos -asuntos que tienen que ver con acuerdos económicos, financieros o de tecnología-, sino con otro más perverso e inmoral, como es desviar recursos para la siempre maltrecha e insaciable economía cubana que, no pierde oportunidad de sacarle hasta el último centavo, a sus tontos útiles…si es que se dejan.

Asunto que si atañe al sensible tema de la soberanía, la constitucionalidad, la dignidad, la ética, y, sobre todo, a la vergüenza que ha ido perdiendo la llamada revolución en su afán de proclamar que, sí es colonia de un poder extranjero, al cual, hasta le confía la seguridad de su presidente.

Escándalo que me resulta, tanto más repugnante, cuanto que lo reseño un día en que se celebra el “202 Aniversario” de nuestra independencia del imperio español y en que seguramente oiremos a Maduro vociferar que no tenemos aviones, ni personal de tripulación, ni agentes de seguridad que lo trasladen a Europa, “pero tenemos Patria”.

Una palabra que es de uso corriente (casi una muletilla, como “revolución”, “pueblo”, “antiinperialismo”, “dignidad”) en sociedades cuyos gobiernos no tienen otro resultado que ofrecer que el más absoluto fracaso, y les sirve para abanicarse en desfiles calurosos cuando empieza a fallarles la luz, o se les va.

O para tratar de desviar las miradas, las angustias y la rabia de quienes no encuentran harina pan, carne, aceite, leche, arroz, azúcar, papel toalet porque los gobernantes viajeros y revolucionarios los desaparecieron, mientras llenaban al país y al mundo de una palabrería hueca, insulsa, demodé y banal con la cual no despiertan el interés, ni el miedo de sus amigos ni enemigos.

Porque también hay presos políticos, y perseguidos por delitos de conciencia, y amenazados por leyes de desacato, y exilados que siguen esperando por garantías para regresar al único país donde quieren y pueden vivir: Venezuela.

Periodistas, como Nelson Bocaranda, a quien no se le perdona haber informado siempre a los venezolanos de verdades que se le pretendieron ocultar para mantener ficciones que no extirpaban, sino que corrían las arrugas.

Un derecho humano que Maduro si le reconoce a un ciudadano norteamericano, Edward Snowden, pero no porque se le viola, sino porque es “un enemigo del imperio”.

Criterio que no podía aplicársele a otro natural de ese país, Timothy Tracy, cineasta detenido en una manifestación en Caracas mientras trabaja en un documental sobre la situación venezolana el 24 de abril pasado, y al cual, se le mantuvo durante casi 2 meses en una cárcel de alta peligrosidad , bajo la sospecha de que era un agente del enemigo, del imperialismo, un traidor, y su castigo, como gritó recientemente una diputada del PSUV en la Asamblea Nacional, “no podía ser sino la muerte”.

En definitiva, que una doble moral tasada, no por la trascendencia de los seres humanos en cuanto tales, sino de acuerdo a la ideología que practican, o dicen practicar, y que los divide en amigos y enemigos, en quienes merecen vivir y quienes merecen morir.

Y que ya no engaña a nadie, porque es la misma que a comienzos del siglo pasado proclamó el jurista y filósofo alemán, Carl Schmitt, quien encontró gran estima y consideración en Hitler y su pandilla y entre los stalinistas que reinaron entre 1917 y 1990, y aun mantienen bastiones residuales en Cuba y Corea del Norte.

Puras anacronías, para terminar, pero peligrosas anacronías, con las que un grupo de presidentes retros de Sud América quieren devolver las agujas del tiempo a bochornos como los de Evo Morales rodando como un paria por el espacio aéreo europeo y la venganza que, en desagravio, están jurando en este momento 4 jefes de Estado de la región en una asamblea en Cochabamba.

Tiempo, recursos y pasiones tirados a la basura y por quienes no quieren convencerse que su tiempo ya pasó.

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