Macbeth criollo
Con un simple gesto de la mano, digno de Luis XIV, el Presidente de la República transforma una rueda de prensa en una cadena nacional, pero con mil cambios de ministros no consigue que Planta Centro genere suficiente
electricidad. A pesar de que hace tiempo supo que en el año electoral el país se quedaría a oscuras, no pudo evitar la catástrofe.
Manda, pero no gobierna, o mejor dicho: no manda, sólo gesticula en el vacío del Consejo de Ministros, con sus subalternos sentados en esa enorme mesa elíptica, quienes pasan las horas cazando un comentario jocoso del
Presidente para justificar su presencia.
Como se ha dicho, a través de las cámaras de televisión aplica Chávez una estrategia elemental: presentarse frente al país haciendo los mejores esfuerzos para salvarnos del apagón final, mientras acusa a la oposición de rezar para que el Guri se seque. En realidad nos puede obligar a soportar sus cadenas, a más nada. El racionamiento anda del timbo al tambo.
Cuando sea evidente que se convirtió de portaavión en goleta, sus fieles lo abandonarán en tropel, y como un nuevo Macbeth andará de un lado a otro de Miraflores aguardando el asalto de sus enemigos. Nuestro Macbeth repite que una derrota electoral provocaría la desaparición de los programas sociales, la privatización de Pdvsa, la expulsión de los médicos cubanos. Reconoce así la posibilidad del descalabro electoral, el peligro que representa la unidad de la oposición y un sistema electoral al estilo británico, impuesto por él mismo, donde el ganador arrasa con todo.
Chávez rescata la planta de Pertigalete. Puro cuento. Vaya usted este lunes a una ferretería a conseguir cemento. Pregúntenle a cualquier constructor el tiempo que gasta buscando cabillas, o cemento. Las construcciones en Caracas se reconocen por las aglomeraciones de trabajadores buscando una oportunidad. Chávez habla y habla.
Con la ayuda del Altísimo nos salvaremos por un pelo del colapso final, pero arrastraremos varios años el racionamiento. Por razones políticas, les corta la corriente a la industria y al comercio, en vez de quitársela a los que la utilizan para ver televisión y alumbrarse por la noche. Los electores pesan más que el desarrollo industrial, es un defensor de la sociedad de consumo.
Chávez descubre que quemando bagazo se genera electricidad, habla de los molinos de viento. No entregan dólares a los viajeros por culpa de Cadivi, que supuestamente no ha adaptado su software a los nuevos tipos de cambio. Esto suena a excusa, probablemente no quieran soltar las divisas, o la emergencia eléctrica haya dejado sin recursos a Miraflores, mientras tanto la subasta del Banco Central ofrece dólares que valen 6.500 a 4.800. ¡Qué manguangua! Liberan los precios de artículos de primera necesidad, en una medida neoliberal como si el Gobierno prefiriera los aumentos de precios a la escasez, o reconociera el efecto de la devaluación a 4.300 bolívar.
A este paso, perderemos algunos juegos del Mundial de Sudáfrica por falta de electricidad o, peor, por una cadena.
No hay que preocuparse si el Santo Ángel se queda sin agua: Chávez ordenará construir uno mayor, pero antes lo describirá por televisión como otra muestra de la nueva Venezuela del futuro. La Venezuela, gran potencia.