Luz y Fe en Francisco
“El Dios que llama a Abrahán es el Dios creador, que llama a la existencia lo que no existe.” Así expone el Papa Francisco, en su primera Encíclica Lumen Fidei (Luz de la Fe), su convicción de que la Luz emana del Creador, que la manifiesta a los hombres a través de Cristo.
La Fe se sobrepone a las idolatrías que veneran al Sol invictus como falsa deidad. Es Jesús quien irradia claridad, no el Sol pagano: “Yo he venido al mundo como luz, y así, el que cree en mí no quedará en tinieblas”(San Juan).
El Papa desarma la visión de Nietzsche, quien compara la Fe con la oscuridad, pues aquella hace del hombre un ser pasivo, desactivado, opuesto a la razón. La luz de Nietzsche es el hombre en busca de su liberación material. Basta la voluntad humana para encontrar la luz, para acceder a la felicidad, para darle motivación a la vida.
Francisco discrepa: “de este modo, el hombre ha renunciado a la búsqueda de una luz grande, de una verdad grande, y se ha contentado con pequeñas luces que alumbran el instante fugaz, pero que son incapaces de abrir el camino.”
Los pueblos se confunden y yerran. Moisés señala el camino hacia su auténtica liberación: “La historia de Israel también nos permite ver cómo el pueblo ha caído tantas veces en la tentación de la incredulidad. Aquí, lo contrario de la fe se manifiesta como idolatría. La confesión de fe de Israel se formula como narración de los beneficios de Dios, de su intervención para liberar y guiar al pueblo.”
La Fe del hombre emancipa con la resurrección de Cristo. Y concluye Francisco, para que no nos confundamos: “Fe, esperanza y caridad, en admirable urdimbre, constituyen el dinamismo de la existencia cristiana hacia la comunión plena con Dios.”
@lxgrisanti