Luz en la oscuridad
Para Rodolfo Moleiro
¡Qué triste es constatar que también en materia de educación este gobierno, por cada acierto, produce cien desaciertos!
Ahora viene el tema del ingreso a las universidades. A juro, las universidades van a tener que aceptar estudiantes que de otra manera, jamás ingresarían. ¿No sería más sensato corregir las causas, identificadas todas, de por qué no ingresarían?… Hay trabajos serios, documentados, explícitos sobre qué hacer y cómo hacerlo. El Profesor Enrique Planchart, en la Universidad Simón Bolívar, desde hace años viene trabajando en cursos de nivelación que permiten a estudiantes que vienen con niveles bajos de bachillerato equipararse con sus compañeros. Igualar para arriba, tremendo reto. Lo que sucede es que este reto requiere de tiempo y gente preparada, y el gobierno, en general, carece de ambas cosas. Es mucho más fácil, vía decreto, obligar a que los rezagados sean aceptados. Ese error se va a devolver cual boomerang porque los seres humanos no quieren igualarse con quienes tienen por debajo.
Es impresionante el esfuerzo que hacen las personas del nivel económico E para que sus hijos estudien: saben que la educación es el vehículo cierto para prosperar. Yo que he trabajado tantos años en educación, he encontrado mayor interés por el tema educativo entre los menos favorecidos económicamente que entre los más pudientes. He dado charlas en escuelas y liceos públicos, y los padres asisten, preguntan, se involucran. Hacen lo que pueden por lograr que sus hijos lleguen más allá de donde ellos llegaron. Se preocupan cuando les va mal. Buscan ayuda, buscan consejo. Por esto resulta tan injusto que les quieran vender la ilusión de que los muchachos van a estudiar para prosperar, cuando la realidad es que estudiar en esas condiciones produciría dos resultados, ambos funestos: o los estudiantes se frustran porque sienten que no pueden con la universidad, y no porque sean menos capaces, sino porque su base de primaria y bachillerato es pésima, o bien se malforman como profesionales mediocres al bajar el nivel de enseñanza y exigencia. Y esos estudiantes graduados porque sí, sólo encontrarían empleo en el sector público mientras éste tenga cómo pagar burocracia ineficiente, lo que pareciera que también va disminuyendo. Y aunque no disminuyera… ¿con cuál de las dos opciones se queda?…
El doctor Rodolfo Moleiro, quien hoy es honrado en la Universidad Metropolitana al inaugurar un salón que lleva su nombre en el edificio del rectorado que lleva el nombre de otro prohombre, Eugenio Mendoza Goiticoa, fue nombrado rector en 1977. Desde ese momento, se dedicó en cuerpo y alma a que la Universidad y sus estudiantes alcanzáramos la excelencia en todos los campos. Buena parte del reconocimiento que hoy recibe la Universidad Metropolitana se lo debe a la labor de Rodolfo Moleiro.
Rodolfo Moleiro se involucró en todas, absolutamente todas las actividades de la universidad. Recuerdo haberlo visto emocionado, en primera fila, escuchar a la Coral Montesacro, formada por un pequeño grupo de estudiantes de la universidad. Todo captaba su atención. No temió tomar medidas que no eran populares. Hizo caso omiso de las críticas y reclamos todas las veces que consideró que su decisión iba a favor del bienestar del estudiantado. Pero también oyó a todos, hasta a nosotros los estudiantes. Exigió: estaba seguro de que a nadie le hace daño que le exijan. Sus discursos son obras maestras de la retórica, el amor por la educación, por los estudiantes, por la Patria.
Rodolfo Moleiro es un hombre que ha sembrado mucho y ha cosechado mucho. Y hombres así hacen falta en Venezuela. Tanto más ahora, cuando se pretende desvirtuar la razón de ser de la educación con fines políticos. Por eso es tan urgente recordar su obra. Por eso es tan pertinente reconocerlo como una de las personas que ha contribuido más a la educación en nuestro país. Porque obras como las del Dr. Moleiro son guías cuando se pierde el rumbo, luces en las noches negras del atraso y la ignorancia.