Luz, cámara, ¡acción!: El Señor Presidente
Duélale a quien le duela, RCTV tiene vastísima experiencia en la producción de piezas sobre los dictadores que han asolado con insolencia estas tierras nuestras latinoamericanas. Recordamos – ¿cómo no hacerlo? – las magistrales puestas en escena de «Gómez I» y «Gómez II», de 24 capítulos cada una, seriales que narraron la historia del dictador Juan Vicente Gómez. ¿Cómo olvidar la impresionante categoría actoral de Rafael Briceño en el papel del Benemérito?
Luego, RCTV produjo “Estefanía”. Los televidentes se enfrentaron unos a la historia que les había tocado vivir, otros a la que les había sido narrada o escondida. Pérez Jiménez, El Tarugo, se nos presentó de cuerpo entero, con su barbarie a plenitud, con su desfachatez de tapón de piso que aprovechó un descuido para apropiarse del país. Eso es precisamente lo que hacen los totalitarios; aprovecharse indecentemente de los momentos de confusión, de dolor, de ansiedad y angustia, para apertrecharse y convertir al país en su coto de caza.
Ahora el equipo de RCTV vuelve a sorprendernos. Ha producido una versión cinematográfica basada en la obra literaria “El Señor Presidente”. En esta novela, que data de 1946, el gran escritor guatemalteco Miguel Angel Asturias, Premio Nobel de Literatura, retrata con su espléndida pluma al típico dictador latinoamericano. En ese retrato que hace de esta fauna latinoamericana de dictadores, Asturias usa los colores de las letras, de las frases inteligentes, de las extraordinarias metáforas, y con giros grotescos de espíritu burlón le plantea al lector un drama tan realista, tan conocido, que duelen hasta las pestañas. Es una historia de fuerte contenido ético y social en el que la muerte y la injusticia se dan la mano y compiten por el premio de a cuál peor.
El Señor Presidente no es sin embargo apenas una novela. No es un simple cuento más o menos escabroso. Y menos lo es la versión extraordinaria que nos presenta la gente de RCTV. Es, sepámoslo, un angustiado grito de alerta, que, lamentablemente, cayó en oídos sordos en estos países nuestros. Asturias gritó y lloró… y no fue escuchado. De 1946, año de la primera edición de la extraordinaria obra literaria, hasta nuestros días, América Latina ha exhibido una amplia y variada gama de tiranos, de autoritarios, de barbáricos totalitarios. Eso sí, todos ellos muy bien trajeados y maquillados de patrióticos demócratas, de respetuosos amantes de la soberanía y voluntad del pueblo. De izquierda o de derecha, según les ha convenido por la brisa que soplare. En realidad, todos iguales, psicópatas, enfermos de poder, ególatras, narcisos, manipuladores, cortados por la misma tijera.
He tenido el privilegio de leer el guión que ha sido preparado por el equipo de escritores de RCTV para la puesta en escena de “El Señor Presidente”. Cayó en mis manos y me atrapó; me lo tragué de un solo bocado. Sencillamente extraordinario. Una pieza ante la cual a una no le queda sino quitarse el sombrero y aplaudirlos de pie.
Yo soy adicta a la lectura, al teatro y también al cine. Leí a Asturias cuando era apenas una muchachita de colegio. Y me he pasado la vida releyéndolo. Asturias es inagotable, infinito, un inigualable maestro de las imágenes, de las sensaciones y los pensamientos. Ahora espero con ansia el momento de poder darme el gustazo de sentarme a paladear esta magnífica versión producida por RCTV. Sí, paladear. Lo escribo adrede. Porque se trata de usar el sentido del gusto para llegar a las emociones que se nos tatúan en el alma, aunque nos duelan.
Esténse pendientes. Créanme que cada minuto, cada segundo, cada escena, cada movimiento de cámara, cada mirada, cada frase es un homenaje a la dignidad y a la decencia, esas virtudes ciudadanas que el gobierno cree que son graciosas concesiones que caducan, sin alcanzar a entender, sin querer comprender, que no ha nacido quien logre que a los venezolanos nos llegue la fecha de expiración.
El Señor Presidente les va a sorprender, les va a hacer llorar, les hará enfurecerse y apasionarse, y percatarse que el país no pertenece a un hombre, y menos a uno que se burla de lo más sagrado que tenemos: la venezolanidad.
¿Quién le habrá dicho a este gobierno que cesaremos en nuestra lucha porque cometa la torpeza de querer silenciarnos, una torpeza que no es sino muestra de su más profundo miedo, de su incontrolable cobardía?
Concejal El Hatillo – Un Nuevo Tiempo