Opinión Nacional

Los votos tarifados del clientelismo

La mayor perversión de la política es aprovecharse de la precariedad de algunos para comprar transitoriamente voluntades y adhesiones.

Quien trafica con la necesidad de un ser humano para subyugar su libre albedrío comete una fechoría generadora de agrupaciones políticas clientelares e impide el surgimiento de organizaciones de ciudadanos libres. En el clientelismo el cinismo político alcanza límites insospechados.

Esta conducta asesina a todo intento de la sociedad para participar mediante la organización de instrumentos nuevos dando paso a estructuras concebidas como un negocio, contando con recursos para el mantenimiento clientelar en busca de una rentable inversión.

El uso de cualquier herramienta clientelar por parte de gestores especializados para conseguir adhesiones tarifadas humilla al necesitado y lo convierte en rehén presto a escabullirse ante un mejor postor. Aunque escape, el daño moral ya esta hecho.

Los seudo revolucionarios neopopulaistas de la actualidad utilizan gratificaciones, posiciones burocráticas y subvenciones precarias como herramientas de extorsión y adquisición de voluntades. Los pretendientes a la hegemonía en la oposición usan el dinero para solventar necesidades momentáneas de los detectados como líderes locales de otros partidos para a través de su inacción acabar con organizaciones partidistas vistas como potenciales adversarios así estén en la misma trinchera. Todo ello con el visto bueno de «lideres» acostumbrados a este mecanismo perverso para ganar temporales adhesiones.

Los practicantes del clientelismo construyen organizaciones de diseño oligárquico y autoritario concentrando el poder bajo el puño de «lider» y de sus «asesores» más cercanos. Practican un culto piramidal y plebiscitario con redes clientelares soportando la estructura desde la base hasta la cúpula. El discrepante no aparece ni remotamente en la cúspide.

La imagen sustituye la palabra, lo televisivo elimina al argumento.; los costos son altos pues a la pirámide la carcome la deserción, la ausencia de una real pertenencia, la inexistencia de debates, la corrupción interna. En esas organizaciones las directivas oficiales deciden y las bases obedecen y se trasladan. Solo los de probada lealtad clientelar lograr trepar a las medianas esferas del poder. Así se arruman las ideas legítimas, las evidencias intensas y las disposiciones veraces de auxilio público. Les desagrada y desconcierta la democracia.

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