Los toros mayores
E n su célebre obra El XVIII brumario de Luis Bonaparte, ese ácido alemán que fue Carlos Marx escribió que si bien para Hegel la historia se repite dos veces, le faltó agregar: una como tragedia; la otra como farsa.
Guardando infinita distancia de los personajes a que se refirió el fundador del comunismo científico, he evocado esa frase suya al ver la impostura que ha rodeado la brusca transferencia del poder.
El Presidente transgredió constantemente la Constitución pero se cuidaba de invocarla y de ver cómo encontrarle base normativa al atropello. En cambio el sucesor no es que transgrede la Constitución sino que ha estado por completo al margen de ella, de lo contrario ni siquiera hubiera podido acercarse al trono presidencial.
Chávez tenía legitimidad de origen.
Maduro, para nada. En 1959, estando en Cuba me sorprendió escuchar una curiosa referencia del Che Guevara a Rómulo Betancourt. Alzando la voz dijo que el Presidente venezolano era prisionero de los militares. Falso. Nunca lo fue.
¿Pero qué decir de Maduro? El Alto Mando lo escogió a dedo. Sabían estos uniformados que en la esfera gubernamental nadie asomaría la más asordinada crítica.
Ni siquiera el manso Diosdado pese a ser despojado del poder. Como quitarle el caramelo a un niño.
Los pomposos magistrados, cancerberos de la justicia y la recta interpretación de la ley; los altivos parlamentarios a quienes la nación les ha encomendado la sagrada misión de proporcionarnos un sistema de leyes; los rigurosos fiscales, contralores y defensores del pueblo, columnas en defensa del principio de legalidad, la protección del ciudadano y el escrupuloso resguardo de la moral administrativa; los severos rectores del Electoral depositarios de la fe en la eficacia del voto soberano.
Todos ustedes, admirables ciudadanos, díganme: ¿Tienen algo que anunciarle al ignorante pueblo acerca de la basura que está cayendo sobre la zarandeada Constitución? El Derecho es fascinante, lo sé bien. Ha acompañado a la bestia humana desde sus primeros atisbos de conciencia. Tiene pues una infinita capacidad de adaptación y un luminoso potencial renovador. Las cumbres del Derecho quizá hayan tocado la Constitución alejándola de nuestra anacrónica y profana comprensión. Tal vez el motor de las ciencias sea el pensamiento creativo de los líderes de la manada.
¿Frente a un desangelado texto no debe prevalecer el genio creativo de los toros mayores? El presidente Chávez había consagrado la licitud de las transgresiones constitucionales. No obstante se esmeraba, en homenaje a las creencias jurídicas, en enmarcarlas en el texto mayor, que en formato de bolsillo mostraba a su apasionado auditorio. Desaliñada vestidura ésta, pero al menos era un intento.
Lo cierto es que ya no está con nosotros y como lo han pregonado con probidad sus seguidores, no hay «chavismo sin Chávez» Quien diga lo contrario es un traidor.
Lo que hay ahora es «madurismo». Ha nacido con rasgos más transgresores que todo lo conocido en cinco décadas.
Posiblemente Nicolás no tenga idea del brete en que se encuentra. La asfixiante deuda, el asombroso déficit fiscal, la bárbara devaluación-inflación, la dependencia comercial y económica, la fuga de capitales, la crisis de la economía productiva, el drama de la gente de la calle, la decadencia de los servicios, el alza abrupta de la criminalidad, la carestía, el desabastecimiento, el ensañamiento policial y paramilitar, la manía sin futuro de meter la educación en la picota de la ideología única.
Todo eso ha suscitado un huracán de protestas. No hay país en el hemisferio donde haya habido tantas manifestaciones reclamando derechos vulnerados o promesas incumplidas. En documento emanado de los reputados CLACSO y PROVEA se expone que desde 2007 a 2012 se registró en Venezuela el mayor incremento continental de las quejas sociales.
Un lapso sombrío en el que superamos a todo el hemisferio. Y en lo que va del presente año, el fenómeno se está exacerbando notablemente. ¡Siete años consecutivos en semejante agonía! El presidente Chávez era insuperable en el arte de «cortar» la deriva política del fermento social. Dispersaba sus efectos sin comprometer su caudal electoral.
El huracán social no lo tocaba mucho. Y eso, hay que admitirlo, era arte de político de sangre.
Pero tú, Maduro, tan incapaz de levantar emociones, dime, amigo: ¿Podrás heredar esa misteriosa habilidad? Yo lo dudo mucho y pienso que tú también deberías dudar. Chávez causaba daño jugando a la polarización sin menoscabar sensiblemente sus ahorros políticos. ¿A ti cómo diablos te ayudaría la extrema conflictividad? Si el mando vicario no obnubila tu consciencia comprenderías que quien esté en el mando debe unir al país para enfrentar la catástrofe amenazante. Es irrisorio defenderse de ella calumniando, mintiendo, apelando a graciosas extravagancias, como la del imperio y su cáncer inoculado.
Capriles y la MUD dieron las notas más civilizadas y probas del momento. Afortunadamente respondiste bien, Maduro; no quieras ahora que los imperiales homenajes te envuelvan en la fantasía y la magia negra.
Los merecidos funerales que le hicieron los teucros a Héctor fueron colosales pero no revivieron al bravo paladín. Al final la realidad se impuso. Las murallas de Troya habían caído.
No sé cuál será la suerte que espera al madurismo. ¡Hay tantos imponderables, tantas posibilidades abiertas al azar! Lo que sí sé, es que los modelos de gobierno basados en la irracionalidad no se sostienen si no cambian.
Y por lo que se aprecia, ustedes, Maduro, parecen ser eso, un cambio, solo que por el momento con la palanca en retroceso.