Opinión Nacional

Los todo terreno

Durante el tecleo del control remoto del televisor, buscando opciones que a mi entender sean adecuadas a mis gustos, he encontrado en algunos canales los videos de las hazañas realizadas en algo que denominan deporte. Creo que lo denominan “fun race” y aparentemente es patrocinado por una empresa automotriz. Consiste en una especie de competencia –escribo competencia porque realmente no se si compiten por algún premio – en la cual un grupo de personas al mando de vehículos todo terreno, denominados genéricamente “jeeps” se dedican a recorrer áreas rurales de nuestro país. Hasta aquí todo va bien, incluso el tipo de música que sirve de acompañamiento al video, nada acorde con lo nuestro pero decisión y gusto de quienes la escuchan. Por experiencia propia, el conocimiento de nuestro país utilizando un todo terreno es realmente apasionante y particularmente lo llevé a cabo durante muchos años. Fui de los primeros en disfrutar aquel proyecto, hoy olvidado, desarrollado durante la presidencia de Rafael Caldera denominado “La Conquista del Sur” mediante el cual se abrió la vía a la Gran Sabana. Disfruté de su belleza no mancillada por el actual turismo incontrolado. El acceso a esa belleza natural, aunque permitido a cualquier persona era muy restringido. El ejército venezolano hacía una minuciosa revisión del vehículo, impidiendo el ingreso de bebidas alcohólicas y haciendo cuidadosas observaciones sobre la forma de transitar en la zona, avaladas con razonadas explicaciones. Por ejemplo señalaban que la poca fertilidad de gran parte de las tierras que conforman ese parque nacional significaba para las especies botánicas un esfuerzo de años para lograr un precario desarrollo. Se prohibía el tránsito por las áreas donde no se hubiese construido un camino para evitar daños que resultarían prácticamente irreparables. Condiciones similares privaron en un viaje que realicé hasta llegar al río Maniapure (o Maniapare), privando en el mismo el comportamiento con el cual se nos instruyó en el viaje a La Gran Sabana. Disfruté de nuestros llanos, cruzando por caminos de tierra, ayudado por una brújula –no existían los GPS – desde El Amparo hasta San Fernando de Apure. Recorrí de Norte a Sur la cordillera de los Andes, partiendo desde la carretera trasandina, pasando por San José de Acequias y llegando al Estado Barinas, a través de empinadas y torcidas trochas en las cuales era necesario sentarse en el parachoques delantero del vehículo para evitar que su extremo delantero se levantase con la consiguiente pérdida de tracción. El Falcón de mis recuerdos también le conocí a fondo recorriendo el perímetro de la Península de Paraguaná; disfrutando de sus bellas playas. Lamenté el abandono de las instalaciones a medio construir de la mega estación “La Voz de Venezuela” que sería propiedad de la nación y serviría para difundir nuestros valores patrios, proyecto abortado por una supuesta súplica de Fidel Castro a Carlos Andrés Pérez, en razón a que su potencia radiada opacaría la emisora fidelista cuyo nombre ha pasado al olvido, al menos en mi precaria memoria. Igualmente pude apreciar el ignominioso saqueo, destrucción de instalaciones y otros daños de un complejo turístico que se edificaba en la zona. Hasta los bloques de las paredes se los llevaron. En fin, para no alargar este borrón solo citaré los recorridos desde Coro hasta Los Puertos de Altagracia por los viejos caminos de los años 50 y lo que fue mi viaje mayor en el cual, entrando por Castilletes a Colombia, llegué hasta Ecuador, en su frontera con Perú.

¿Cuál era el objetivo de estos viajes?. Muy simple. Conocer. Eran viajes pausados, con paradas en pequeños caseríos, dándole “colas” a lugareños para conocer sus opiniones, sus ambiciones, sus frustraciones. Pernoctando en un chinchorro colgado de un par de árboles, conociendo los artesanos, los viejos lugareños, los niños, interesándonos en sus leyendas, en fin: CONOCIENDO. Pero cuando veo estos videos de las tales travesías aderezadas con extrañas musicalizaciones, aprecio una ristra de vehículos, transitando a gran velocidad, levantando una polvareda, cruzando lechos de ríos aplicando toda la potencia del vehículo, presuntamente abriendo nuevas trochas y en fin, una serie de acciones que no llevan a un conocimiento del país y si a un deterioro de su ecosistema.

Particularmente creo que se deben tomar medidas al respecto. En primer lugar por parte de los participantes en esa especie de competencia, actuando con conciencia, manejando a velocidades razonables, evitando el violento cruce de ríos, sin salirse de los caminos consolidados –así sean trochas- y si su deseo es conocer al país empezar por conjugarse con sus habitantes. En segundo lugar por parte de las autoridades a quienes competa el asunto implementando las medidas necesarias para su reglamentación.

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