Los Pagapeos de la Corrupción y la Delincuencia
En un artículo publicado en el diario El Mundo, Ana Black, refiriéndose a la palabra “pagapeos”, decía lo siguiente:
Las Pagapeos –una figura tan histórica que la venimos arrastrando desde los tiempos de la Colonia– eran unas esclavitas que tenían las señoras mantuanas (como por ejemplo la abuelita de El Libertador) y quienes debían cumplir, entre otras, la función de acompañar a sus amas (como por ejemplo la madre de El Libertador), a todas partes. Cuando la dueña de la negrita (como por ejemplo alguna de las hermanas de El Libertador), andaba con complicaciones estomacales, de esas que generan una excesiva producción de gases en el tracto digestivo, y sentía una irrefrenable necesidad de expulsar ventosidades pues, la doña simplemente liberaba aquello que constituía la causa de sus malestares y, una vez consumado el pestífero hecho, le pegaba un abanicazo a la pobre negrita al susurro de: “¡Niña!” y se quedaba tan campante… la mantuana porque, lo más probable es que la negrita pasara el resto de la velada bastante desconcertada ante tamaña inculpación.
En los días del gobierno del socialismo del siglo veintiuno, los pagapeos le vienen al mesiánico teniente coronel como anillo al dedo. Reina la corrupción y está desatada la violencia y la delincuencia en el régimen castro-chavista que nos desgobierna. Han sido ocho los años de crecimiento desbordado de la corrupción, de la violencia destructora de vidas. El jefe del gobierno castro-chavista no es ciego ni sordo. Sabe perfectamente cómo se han enriquecido obscenamente, ministros, altos funcionarios, oficiales de alto rango, alcaldes, empresarios amigos del régimen. Sabe también que nunca se habían registrado en Venezuela cifras tan altas de muertes por actos delictivos como en estos ocho años de la Quinta República en proceso de metamorfosis hacia el socialismo del siglo veintiuno.
Concedamos que el teniente coronel, en el fondo, tal vez se oponga a la corrupción y la violencia. Sin embargo, por acción u omisión, ha hecho posible que crezcan tanto la corrupción como la delincuencia. Ahora, preocupado por el descenso de sus niveles de popularidad y aceptación quiere demostrar que lucha contra la corrupción y la delincuencia. Para ello se vale de la figura del pagapeos.
Desde inicios del gobierno castro-chavista, en los tiempos del “Plan Bolívar” se supo que muchos oficiales se enriquecieron a través del manejo doloso de los fondos de dicho plan. Nada hizo durante años el teniente coronel. Ahora, le ordena a fiscales que enjuicien a un general que hasta ahora aparecía como uno de sus más fieles servidores. No voy a prejuzgar acerca de la culpabilidad o inocencia del general —después de todo, se presume la inocencia hasta prueba de la culpabilidad— pero no hay duda de que el general es un “pagapeos” y que existe la probabilidad de que la verdadera causa de su imputación se deba al hecho de haber caído en desgracia. Esa misma probabilidad puede presumirse respecto del magistrado del Tribunal Supremo que, de ilustre impulsor del nuevo poder judicial bolivariano, se convirtió en pagapeos, fue destituido y ahora disfruta de exilio dorado en Europa.
Los pagapeos, en este gobierno, surgen por la necesidad o voluntad de ocultar la verdad. Me viene a la mente la novela El Señor Presidente, de Miguel Angel Asturias. En ella se narra como un mendigo, de los tantos que hay en la ciudad —y por lo demás un idiota— mata a un coronel de apellido Parrales. El dictador se vale de esa muerte, no para castigar al homicida, sino para eliminar al general Eusebio Canales, a quien considera disidente.
En las muertes por violencia que crecen casi en proporción geométrica también surge la justificación a través de las figuras de los pagapeos que ahora son algunos policías.
Uno se pregunta ¿qué va a pasar cuando los pagapeos se rebelen y expongan toda la verdad?