Los mineros y el fantasioso
La verdad es que estos últimos tiempos han sido “movidos” en nuestro continente. Lo último, el rescate exitoso de los mineros en Chile. Nos hacía falta compartir la felicidad. Ya los 33 hombres están con sus familiares y mas de mil millones de seres humanos saben ya, por fin, de algo más que conflictos políticos, desastres naturales, actos de corrupción, drogas, terrorismo.
Esta vez eran personas con sus historias propias, sus emociones y sentimientos. A uno, sin embargo, le ha nacido una expectativa angustiosa: que el cuento contado, construido mientras se lograba el rescate, proyectado con orgullo y alegría, sea tocado por intereses ajenos, por necesidades y debilidades que son parte de las circunstancias y las personalidades que fuera del ámbito heroico, puedan producirse. Porque no es fácil. Encima de ellos y su momento están otros que con mas astucia van a sacar provecho de esta odisea.
Se quejan del acoso de la prensa, y debe ser terrible y sobretodo después de una experiencia tan dramática y asfixiante, que puso a trabajar todos sus sentimientos, músculos, nervios y pensamientos, estar cercados por la curiosidad y apreciaciones diferentes. Pero ya se informa de sumas pagadas por entrevistas exclusivas que no se conseguirían si esa prensa no mantuviera viva esa historia.
Manejar lo que ellos viven no es cómodo. Es complejo. Así como después de una guerra los que regresan sufren cambios a veces irreparables, así estos hombres regresan de lo imposible, del terror por mas silencioso que fuera, de la desesperanza. Se necesitará de la consideración y la solidaridad, de la comprensión y la bondad. Porque hay muchos que están ya listos a encontrar contradicciones, a acusar por intrigas, a condenar por interés. Al trabajo intenso y entusiasta del gobierno chileno, ya los que le combaten minimizan el logro.
La mezquindad y la intención hurgan en cada detalle para descalificar. Y el ataque no herirá sólo al señalado, sino será herido el recurso humano de un continente que recuerda lo mejor de sí mismo en este rescate de mineros. Que ha presentado al mundo virtudes y empeños que están en su gente, en sus raíces, en su historia.
Mientras el tiempo va haciendo su trabajo, los ánimos se calman y los temores se alejan, Venezuela sigue aguantando lo mismo…la arremetida de un hombre fuera de sí, fantasioso, que vive una locura de poder y riquezas, algo que nunca creyó siquiera posible en sus insomnios de grandeza y su obsesión. Pero que ahora, tras los chalecos antibalas y los kilos, tiene un cuchillo clavado en la espalda de desasosiego y miedo. Porque allí es que se siente esa sensación de ahogo que da el sentir que hay cosas marcadas, que ni siquiera dependen de ti cambiar. Es la suerte, eso que de pronto se voltea, ve a otro lugar y no te toca mas nunca. Y más cuando es compulsada por la fuerza de una voluntad humana inmensa, decidida y perentoria. Contra ella no hay tanques, ni submarinos, ni misiles ni gases del “bueno”, ni amedrentamientos, ni bases nucleares ni amenazas ni magistrados arrodillados ni CNE complaciente. Con el voto del 26 no termina la lucha. Apenas comienza. Y él lo sabe