Los jesuitas: mitos y realidades
El lunes de esta semana se cumplieron 90 años del regreso de los jesuitas a Venezuela, luego de una ausencia de siglo y medio por expulsión del Rey de España. Regreso semiclandestino y, ahora, conmemoración ignorada. “Si, como me lo asegura son tan buenos, que vengan, pero que no hagan ruido”, dicen que dijo Juan Vicente Gómez al Delegado Apostólico de la Santa Sede Pietroapoli, cuando éste le pidió permiso para traer un par de jesuitas para la formación de sacerdotes en el Seminario de Caracas, que era pobre en número y en recursos. El 9 de octubre de 1916, el jesuita español P. Montoya subía en tren de La Guaira a Caracas. Siglo y medio antes había salido un barco de La Guaira con la decena de jesuitas presos y desterrados de España y de sus dominios por Carlos III (1767) por razones que “guardaba en su real pecho”. Aquella fue una operación de gran envergadura de las monarquías borbónicas, asesoradas por quienes consideraban que para liberar a la humanidad del oscurantismo había que quitar a la Iglesia su influencia en las conciencias, empezando por los influyentes educadores jesuitas. No descansaron hasta obligar al Papa Clemente XIV a suprimir la Compañía de Jesús (1774) y poner preso en San Ángelo a su Superior General. La historia se ha encargado de clarificar los mitos y documentar las intrigas y presiones borbónicas. Juan Germán Roscio, el gran jurista de nuestra Independencia, escribirá que los expulsaron por enseñar el derecho de los pueblos a juzgar el gobierno de sus reyes y destituirlos si no servían, pues la autoridad al gobernante le viene a través del pueblo. La expulsión de más de dos mil jesuitas fue uno de los agravios de la Corona a la educación de los americanos y a la defensa y atención de los indígenas, con realizaciones tan asombrosas como el de las Reducciones del Paraguay, cuyas ruinas hoy son patrimonio de la humanidad.
En 1814, el Papa Pío VII restableció la Compañía de Jesús en un clima de reacción y de restauración postnapoleónica. Lamentablemente, ese clima restaurador y las luchas del Papado contra la modernidad hicieron que los jesuitas del siglo XIX y de la primera mitad del siglo XX fueran vistos (muchas veces con razón) como baluartes de la reacción. Decenas de expulsiones se produjeron en muchos países, algunos tan cercanos como Colombia, Ecuador y España. En Venezuela no hubo expulsión, pues José Tadeo Monagas en 1848 prohibió la entrada al país de los peligrosos jesuitas de “ambos sexos”.
A fines de octubre de 1916 llegó al Seminario el segundo jesuita P. Ipiñazar.
Ya camino a la democracia, en la Constituyente de 1947 se debatió sobre una nueva expulsión de los jesuitas, y en 1948 se corrió la voz de que el decreto estaba sobre la mesa del presidente Rómulo Gallegos, listo para ser firmado antes del Primero de Mayo. Algunos jesuitas pensaban que “no se atreverían a tanto en las actuales circunstancias de América y del mundo”, pero tenían los ornamentos litúrgicos doblados en las maletas para el exilio. Siete años después abrían la Universidad Católica.
Sin pretenderlo, coincide este aniversario con las conferencias anunciadas para la próxima semana en la UCAB, el Colegio San Ignacio, la Universidad Católica del Táchira y la UCAB-Guayana, del ex-jesuita y ex-directivo de J. P. Morgan, Chris Lowney autor del libro HEROIC LEADERSHIP, traducido con el título “El Liderazgo al Estilo de los Jesuitas”. Las conferencias se subtitulan “qué pueden aprender los líderes del siglo XXI de los jesuitas del siglo XVI”.
El libro de Lowney considera cuatro características claves del liderazgo al modo de los jesuitas: Autoconocimiento, Creatividad, Amor y Heroísmo.
A primera vista despierta la duda lo de Heroísmo, que sería como capacidad para emprender grandes y desmesuradas realizaciones humanas. Los ejemplos históricos de la Compañía de Jesús en China, la India, en las cabeceras del Nilo Azul o en las Orillas del Misisipi, Amazonas, Paraguay, Paraná y el Orinoco, son impresionantes.
Al escribir un libro para los empresarios de hoy, el autor expresamente dice que no va a hablar de los Ejercicios Espirituales del fundador San Ignacio, ni de la experiencia de Dios (verdadera clave y motor del humanismo cristiano y de la voluntad para embarcarse en grandes empresas humanizadoras).
Hoy los retos son distintos y la Compañía de Jesús, con una visión mundial dentro de la Iglesia tiene como prioridad el reto de la Fe y de la Razón unidas para la superación de la pobreza e injusticias, el diálogo interreligioso, e intercultural en una única humanidad. Pocas decenas de jesuitas en la Venezuela colonial dejaron la maravillosa siembra del colegio de Mérida, las fundaciones de pueblos como Cabruta y la Urbana, y dieron a conocer al mundo la geografía y la gente del Orinoco en libros como “El Orinoco Ilustrado” de José Gumilla y el “Ensayo de Historia Americana”, de Salvador Gilij; la existencia del brazo Casiquiare que comunica el río Negro con el Orinoco. Desde su regreso, hace 90 años, nunca ha habido más de un centenar de jesuitas trabajando (sin contar los estudiantes y los jubilados), pero su presencia con miles de colaboradores en las universidades, en los colegios, en Fe y Alegría, en las casas de Ejercicios Espirituales, en el debate y en el trabajo social produce las realidades que despejan los mitos, y en la espiritualidad, el secreto que mueve montañas, como dice Jesús.