Opinión Nacional

Los Idus de Marzo

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Pareciera que la capacidad del régimen para manipular el escenario internacional y controlar la situación interna, imponiendo una autocracia constitucional se está agotando: la carcasa legal se ha resquebrajado dramáticamente y deja ver las plumas ensangrentadas del polluelo despótico. Estamos en pleno proceso de transición hacia la dictadura. La farsa legalista ha terminado.

No quedaba más remedio. En plena decadencia de la revolución sandinista, ahogada en las aguas de su violenta incompetencia, Fidel Castro intentó convencer a Daniel Ortega de evitar cualquier enfrentamiento electoral: las revoluciones, esto es en buen romance: las dictaduras, no se cuentan. Ortega se contó y perdió. La democracia se restableció en Nicaragua y tanta agua ha corrido bajo sus puentes, que Ortega, a la cabeza de una importante coalición política, compite por obtener democrática, constitucional, pacífica y electoralmente la presidencia de la república. Con altas posibilidades de obtener el triunfo. Y tratar de reparar los viejos errores cometidos. Pero ya definitivamente de este lado de la línea amarilla, el de la inmanencia del sistema democrático.

Es la raya de prevención hacia la trascendencia dictatorial que el discípulo venezolano parece dispuesto finalmente a violar. El llanero ha salido más obediente y pareciera haber sacado las debidas conclusiones, incluso con un cierto toque de sofisticamiento: esgrimió el señuelo de un Referéndum Revocatorio para aplacar la ira y la indignación de los venezolanos, seguro de que arrasaría. Y de que en consecuencia tendría la vía libre hacia la dictadura autocrática revestido de todas las apariencias legales. La cuadratura del círculo: una dictadura democrática. Lo que en los años sesenta y luego, bajo el frustrado intento de la Unidad Popular chilena recibiera el paradójico bautismo de “transición pacífica al socialismo”. En cuanto vio las imágenes televisivas de los cientos de miles de ciudadanos que tomaban en serio la propuesta y recibió los alarmantes informes que le aseguraban que la oposición superaría sin ninguna duda y con largueza la cantidad de firmas necesarias para solicitar el RR y removerlo de su cargo, puso en marcha el operativo mega fraude. Y se dispuso a dar el salto al vacío. No esperó ni siquiera un día, ni muchísimo menos el término del lapso acordado para recoger las firmas. Echó a andar la pesada artillería operacional y financiera – cientos de millones de dólares para comprar la opinión pública internacional y soldar el servicio de sus hombres en el CNE – con el fin de convencer al mundo de un supuesto fraude y blindarse contra cualquier intento revocatorio. Castro asintió desde La Habana por la aplicación del pupilo: los dictadores no se cuentan.

Hábil en el manejo estratégico, cazurro en el uso de todas las triquiñuelas tácticas y sólidamente asesorado por quien en verdad mueve los hilos desde La Habana, Chávez ha jugado en varios tableros. En términos globales, el mega fraude: crear el marco de referencias para aplastar a la oposición en todos los frentes – el político, el diplomático, el jurídico, el mediático. Se sentía sólidamente respaldado por los jugosos réditos del manejo mediático del “carmonazo” – mediante costosísimas inversiones y compras de conciencias a nivel internacional, incluyendo un equipo de expertos en imagen y manipulación cinematográfica, del que hoy el cuerpo diplomático acreditado en Caracas recibiría demostración escolástica. Sin obviar el aparataje de manipulación global del Estado cubano puesto a su plena disposición y que incluye periodistas tarifados sólidamente colocados en los principales periódicos y networks del mundo, jineteras, grupos musicales, trovadores, intelectuales ad hoc y las redes heredadas del colapso de los países del Este y los partidos comunistas del mundo entero. No hay que olvidar que es Chávez el inescrupuloso vagón de cola del descarrilado tren de la revolución mundial y que en él se aglomeran los últimos mohicanos del estalinismo – castristas, guevaristas, trotskistas, terroristas, abuelas de la Plaza de Mayo, indigenistas, cocaleros, premios Nóbel de la paz, leninistas, piqueteros y sus nietos de la antiglobalización. Ni debemos olvidar tampoco que todos ellos, pobres de solemnidad, se agolpan ávidos de financiamiento frente a las taquillas de PDVSA. Como el propio Fidel Castro, por cierto, que no es que regale su asesoría.

2

Chávez saca de su mesita de noche el plan B del mega fraude luego de ver parcialmente fracasado el plan A: el de la carrera de obstáculos. No es necesario explicarlo: dicho plan convierte en via crucis para el elector lo que en la letra de la constitución – su artículo 72 – es tan sencillo como emitir un voto. De hecho: tan sencillo como fuera la realización de todos los referendos realizados a su favor, cuando contaba con una aplastante mayoría electoral que en sus mejores momentos bordeara el 90%. En dicho plan, sus hombres en el CNE se encargaron de disuadir con todos los medios legales e ilegales a su alcance la voluntad revocatoria del elector: papel moneda, tinta indeleble, huellas dactilares y ataques de grupos de choques contra los centros de recolección de firmas. De tal plan, fracasado en sus líneas maestras, se rescata el aspecto dilatorio. Una vez recogidas las firmas, atacar en varios frentes: A) descalificarlo urbi et orbe mediante la campaña del Mega Fraude, de la que participa el gobierno en pleno y, subrepticiamente mediante el cómplice silencio, incluso sus hombres en el CNE; B) dilatar los lapsos para llevar la definición crucial acerca de la validez de las firmas tan lejos en el tiempo como fuera posible. Hay quienes suponen que tal táctica dilatoria pretendería llevar el referéndum para después del 19 de agosto de 2004, de modo a garantizar la permanencia del chavismo en el Poder. C) Obstaculizar frontalmente el Referéndum y atravesar la raya amarilla que separa la democracia de la dictadura.

Si la oposición fuera mero objeto de la manipulación presidencial, tal raya hubiera sido franqueada hace mucho tiempo y la evolución desde un régimen democrático hacia un régimen dictatorial se hubiera cumplido sin quejidos, en un proceso de gestación histórica por medios quirúrgicos tan sofisticados como una sencilla cesárea. Pero sucede que la oposición también juega. Y su sistemático rechazo a pasar por el aro del sometimiento obliga a Chávez a quitarse sus guantes de terciopelo, empuñar el látigo y convertir a sus fuerzas armadas de aparato disuasorio en un feroz e implacable aparato represivo. Comienza así a agotarse el plan B, enmarañados en medio del cual nos encontramos, y a querer implementar en el corto plazo el plan C, darle un palo a la lámpara del revocatorio, violar expresamente la constitución y establecer un gobierno de facto.

Es en esta fase final del plan B que nos encontramos actualmente: agotando las instancias que harían posible en el postrer instante la realización de un Referéndum Revocatorio. Es más que una fase, un compás de espera abierto por mediación de los observadores internacionales para intentar salvar el RR mediante la concertación de un proceso de reparos. Pero tal salida no se inserta en ninguno de los planes del gobierno. De modo que es perfectamente previsible que fracase a los fines de la oposición: obtener la convocatoria a un RR. Y triunfe a los fines del régimen: 1) el rechazo por parte de la oposición a los términos planteados por el oficialismo en el CNE, o 2) la realización del proceso de reparos, convertido en una trampa jaula que obstaculice finalmente el RR y permita el triunfo de la estrategia oficialista.

¿En qué consiste dicha estrategia?

3

El RR, si bien inserto como un derecho ciudadano en la constitución de 1999, no ha sido para el gobierno más que un señuelo para dilatar el enfrentamiento final entre el régimen y la oposición. Se convertiría en un presente griego en manos del régimen, dada la seriedad puesta por la oposición en su logro y la capacidad que ella ha tenido para convertirlo en bandera de lucha e instrumento de cohesión de sus fuerzas. Muy posiblemente, el régimen jamás creyó que la oposición tendría la suficiente entereza y la capacidad como para salir de sus dos graves descalabros anteriores – Abril del 2002 y diciembre-enero del 2003 – , mediante un proceso de acumulación de fuerzas y consolidación de un liderazgo político. De hecho, y gracias a la asunción plena del RR como estrategia y a las formas de activismo democrático como táctica de lucha, la oposición se ha convertido en un cuerpo orgánico y coherente, con alta capacidad de respuesta y reflexión. Y lo más importante: perfectamente adecuada a las nuevas condiciones de lucha ciudadana. Amparada por la protección y vigilancia brindadas por el Centro Carter, la OEA y la comunidad internacional, el asesinato a la institucionalidad democrática pretendido por Hugo Chávez ha debido convertirse en una lucha cuerpo a cuerpo, con arbitrio internacional. Estamos en sus rounds decisorios.

Ello ha obligado a que el régimen privilegie aspectos tácticos y se confunda en sus fines estratégicos. La oposición en cambio, muy clara y firme en la defensa de sus principios estratégicos – preservar sus espacios democráticos y vencer definitivamente sobre los intentos dictatoriales del régimen – ha sabido ir adecuándose tácticamente a los distintos momentos de la lucha. La Coordinadora Democrática es su principal instrumento de combate. Amparados en su seno, todos los partidos políticos que la integran han podido recuperarse, contribuyéndose así al restablecimiento del tejido democrático de la sociedad venezolana. El régimen, en cambio, se ha estancado en sus posiciones y ha perdido toda su capacidad táctica. Agotados sus medios legales o semilegales, esto es: agotado el recurso al uso de toda su institucionalidad – CNE, TSJ, AN – y negada la convocatoria al RR, no le queda otro remedio que la fuerza bruta y el recurso final: el empleo abierto, cruento y desvergonzado de la Fuerza Armada Nacional.

Es lo que hemos vivido desde el viernes 27 de febrero pasado, cuando le fracasara el intento por legitimar internacionalmente su estrategia del mega fraude mediante el uso del G-15 a sus propósitos de política interna. Oficialismo y oposición adelantaron dramáticamente sus agendas. El uso desmedido de la fuerza bruta a pocos metros de sus invitados internacionales, entre los cuales sus huéspedes estrellas – Lula y Kirchner -, terminó por resquebrajar dramáticamente el respaldo que esperaba de sus colegas, desenmascarándolo ente ellos y ante el mundo como un autócrata con pretensiones dictatoriales. Podemos aventurar la idea de que ha perdido para siempre el respaldo de Brasil y de Argentina. Y con dicho respaldo, el de la comunidad internacional de los países democráticos del mundo. Chávez se lanzó en brazos del aislamiento internacional, del cual no lo salvará el intento por despertar los rescoldos del antiimperialismo yanqui y sus desaforados ataques contra el presidente Bush.

El salto al vacío en el orden interno y en el orden internacional que presenciamos en estos días reduce dramáticamente las posibilidades para un entendimiento en el escenario principal del enfrentamiento. ¿Aceptarían los hombres de Chávez en el CNE condiciones objetivas que, a pesar del fraude del reparo, permitieran finalmente la convocatoria a un RR? ¿Se dejarán vencer ya a un paso de la meta, cuando la imposición de un régimen dictatorial y autocrático parece al alcance de la mano?

4

La transición hacia la dictadura comienza a aterrizar en terreno firme. Todas las cartas que legalizaban dicha transición han sido jugadas y el propósito final de la partida se ha puesto al descubierto ante el mundo. Es lo que ha sucedido en esta última semana, la más vertiginosa vivida desde el 6 de diciembre de 1998, cuando el pretendiente a dictador, travestido de democrático y triunfante candidato electoral, acumulaba casi el 60% del total de sufragios emitidos. La batalla final se aproxima y las piezas se disponen a ocupar sus lugares. La renuncia del embajador Milos Alcalay constituye un golpe demoledor contra la diplomacia del régimen. Las denuncias de personalidades mundiales de la talla de Soljenitzin, Vaclav Havel, Lech Walesa y Elie Wiezel, entre muchos otros, lo pone entre la espada y la pared. Acuciado por una oposición cohesionada y una sociedad civil decidida a gestos verdaderamente heroicos por impedir el sometimiento, el régimen se encuentra en la hora crucial de sus definiciones: o se cuenta y acepta las reglas del juego democrático, asegurándose un espacio en el futuro democrático del país, o persiste en la estrategia confrontacional, la declaración de un estado de excepción y el despliegue final de un régimen despótico y policial. El escenario de la confrontación no se encuentra en el CNE: allí se reciben las instrucciones que vienen del despacho presidencial y las que emite la Coordinadora Democrática desde la Quinta la Unidad. El Comando de Campaña le pide a Chávez contarse. La respuesta decidirá el futuro de la patria. El enfrentamiento podría ser inevitable. Son los idus de Marzo.

Los dictadores no se cuentan. Ni gustan de soltar el hueso de buen grado. La jauría que los acompaña tampoco. Es imaginable el listado de candidatos a juicios por violaciones flagrantes a los derechos humanos, por enriquecimiento ilícito, incluso por traición a la patria. Hugo Chávez, García Carneiro, José Vicente Rangel, Diosdado Cabello, Freddy Bernal, incluso los miembros oficialistas del CNE de comprobarse un fraude electoral y muchos otros más se saben marcados por un futuro inevitable, que pasa por inexcusables tribunales nacionales y/o internacionales de justicia. Los muertos, los heridos, los prisioneros se acumulan en el rencor de los corazones y Venezuela tiene una larga y muy sórdida experiencia en acciones motinescas que sacuden la agonía de los políticos oprobios. Rangel lo sabe por experiencia propia, así no fuera él, sino su padre el objeto de tales acciones. Rodríguez puede imaginárselo. García Carneiro está protegido por su medianía. No debe ser muy imaginativo.

¿Estamos cerca del desenlace? Sólo Clío, la diosa de la historia lo sabe. Lo que es moneda corriente del conocimiento de cualquier mortal, es que un régimen como el que Chávez pretende imponer en su delirante salto al vacío tiene las patas más cortas que una mentira. Venezuela no es una isla. Los venezolanos no saborean el amargo dulzor de esclavitudes folklóricas. Ni han recibido falsas independencias de la rubia mano colonial. Venezuela es una patria orgullosa de su tradición libertaria. Antes que perder su libertad, un venezolano prefiere perder su vida.

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